El director de Yana-Wara, Tito Catacora, nos brindó nuevamente una entrevista sobre su última película, que aún sigue en cartelera. En esta ocasión nos dio más detalles del proceso creativo que dio lugar a su realización
Por Alberto Ríos ENTREVISTAS / CINE PERUANO
¿Cómo describirías el proceso creativo que compartían con Óscar Catacora en proyectos cinematográficos como Wiñaypacha o Yana-Wara?
Nuestro proceso siempre fue muy colaborativo. Óscar y yo, ambos procedentes del medio rural, nos instalamos en la ciudad de Puno por motivos de estudio y trabajo, lo que nos permitió no sólo compartir un techo, sino también una visión artística común. Desde el inicio. fue un constante intercambio de ideas y debates apasionados.
Cuando abordábamos un nuevo proyecto, como fue el caso de Yana-Wara, nuestro primer paso siempre era encontrar una premisa interesante o un tema que nos atrajera. Esta búsqueda solía ser el resultado de nuestras conversaciones cotidianas, de nuestras observaciones del entorno o nos inspirábamos en noticias o leyendas locales, como el caso de asesinatos en los taxis para El sendero del Chulo o la leyenda del condenado para otro de nuestros proyectos. Una vez que identificamos este punto de partida, nos sumergíamos en el proceso de desarrollo del guión. En ese aspecto, nuestra colaboración era clave. Óscar y yo nos complementábamos: él tenía una sensibilidad más artística, mientras que yo solía ser más práctico y objetivo.
Yana-Wara pareciera estar contada de una forma muy clásica, pese a contar con elementos del folclore andino, su narrativa recuerda a las tragedias griegas
Nos basamos en la estructura narrativa tradicional y en los principios de la antigua escuela aristotélica para dar forma a la cinta. Esto implicó seguir una serie de etapas y actos que garantizaran la cohesión y el desarrollo adecuado de la historia. Por ejemplo, identificamos los puntos clave de la trama, como la presentación del conflicto, el desarrollo de la tensión y la resolución. Esta estructura nos proporcionó un marco sólido para organizar los eventos de la película y mantener el interés del espectador a lo largo de la narrativa. Además, nos permitió explorar temas profundos y universales de una manera accesible para el público. Lo simple siempre resulta más efectivo de cara al espectador.
Para el papel de la niña protagonista se buscó a una actriz sin experiencia previa. En Perú, hemos visto muchos casos de personas no profesionales destacando en el cine. ¿Cómo fue el proceso de búsqueda y selección de la protagonista de Yana-Wara, y cómo se manejó la dirección de actores para que transmitieran una naturalidad frente a la cámara?
Nuestra visión sobre el talento actoral es un tanto diferente al estándar. Creemos que no existen malos actores, sino malas direcciones. Por lo tanto, nuestra búsqueda no se centró en encontrar actores experimentados, sino en identificar el potencial de las personas. Para el papel de Yana-Wara llevamos a cabo un proceso de casting riguroso. A menudo, los candidatos no se presentan a los castings, por lo que tenemos que visitar las comunidades locales y animar a los residentes a participar. Buscábamos habilidades específicas, como canto o baile; que nos permitían identificar el potencial actoral innato en cada individuo. Una vez seleccionados los actores, nos enfrentamos a la tarea de formarlos para sus roles. Este proceso puede llevar meses, especialmente cuando se trabaja con personas sin experiencia. Para algunos proyectos, como Wiñaypacha, hemos necesitado hasta seis meses de preparación.
¿De dónde surgió la idea de filmar la película exclusivamente en 50 mm y en blanco y negro? Siento que esta decisión aporta mucho a la película, especialmente en crear una atmósfera que contribuye al sentimiento sobrenatural
Fue el resultado de una cuidadosa deliberación entre los tres colaboradores principales: Óscar, Julio y yo. Durante el proceso de rodaje, esta determinación se solidificó, influenciada en gran medida por las creencias y la lógica arraigadas en la cosmovisión andina. A diferencia de la percepción occidental, que tiende a categorizar la realidad en términos de verdad o falsedad, la visión andina abraza la noción de lo intermedio, lo que no es completamente falso ni completamente verdadero. Esta perspectiva nos llevó a considerar el uso de lentes de 50 mm, los cuales proporcionan una perspectiva más natural y equilibrada, evitando la distorsión de la realidad, acercándose al ojo humano, pero sin ser exacta.
Respecto al blanco y negro, se convirtió en la elección idónea para capturar la esencia de Yana-Wara. La cosmovisión Andina tiene una interpretación única del color negro, que va más allá de simplemente representar la muerte. En nuestra cultura, simboliza el poder en sí mismo. Así, el Anchancho (espíritu) tiene poder, los dirigentes comunales usan poncho negro porque tienen poder también. Además, la ausencia de color eliminaba distracciones visuales, permitiendo que el espectador se sumergiera completamente en la historia y se conectara emocionalmente con los personajes.
Creo que uno ve la cinta y uno puede ver una gran influencia de películas clásicas del cine japonés, por ejemplo, en el uso de la cámara fija que ya se evidenció en Wiñaypacha
Especialmente en directores como Yasujirō Ozu, cuya técnica de cámara fija nos permite capturar la vida cotidiana con una mirada contemplativa y profunda. Además de él tomamos la idea de utilizar la cámara desde un ángulo bajo, cómo si mirara un niño. También hemos explorado el trabajo de Kaneto Shindō, cuyas películas Onibaba y Kuroneko nos impactaron por su capacidad para crear una atmósfera de misterio y terror utilizando recursos visuales sutiles.
También soy bastante fanático del cine de Wong Kar Wai y siempre trato de pensar cómo el filmaría sus cenas. Además, hemos encontrado influencia en el trabajo de directores contemporáneos como Paweł Pawlikowski, cuya película Ida nos impresionó por su uso del espacio vacío y su capacidad para sugerir significados más profundos a través de la composición visual.
Yo siempre he valorado mucho a los maestros del cine y a aquellos que han dejado un legado significativo. Sin embargo, en la actualidad, veo que hay una falta de innovación en Hollywood. Por eso, cuando pienso en cineastas contemporáneos que han aportado algo nuevo y fresco, pienso en Quentin Tarantino. Aunque algunos críticos pueden argumentar que su estilo es derivado o que simplemente copia de otras fuentes, creo que su verdadero aporte está en la forma en que ha roto con las convenciones tradicionales de narración cinematográfica lineal.
El manejo del sonido en Yana-Wara, sobre todo el fuera de campo, parece representar tanto a la naturaleza como a violencia. ¿Cómo influyeron estos elementos sonoros en la narrativa y la atmósfera de la película?
Es nuestra propuesta. Esta decisión se basa en nuestra concepción de que, en entornos naturales como un río o un lago, no hay música de fondo; simplemente se escuchan los sonidos de la naturaleza. Por lo tanto, estos se convirtieron en nuestra banda sonora. Además, a mí me gusta ser provocador e ir fuera de lo establecido
En la película se aborda la violencia hacia la mujer. ¿Cómo nace el querer trabajar esta temática?
Surge de nuestra conciencia sobre la constante postergación y relegación que ha sufrido la mujer en todas las culturas, incluida la andina. Reconocemos que ninguna cultura es perfecta, y queríamos destacar esta problemática, especialmente al tomar a una mujer como protagonista.
Nuestra intención era generar un impacto profundo en el espectador, transmitiendo la magnitud del sufrimiento causado por actos inmorales, como la violación. Queríamos destacar la inmoralidad de estas acciones y hacer que el espectador sintiera el peso de sus consecuencias. Por eso, decidimos que la protagonista fuera una niña, para resaltar aún más la crueldad y la injusticia.
Esta elección no fue tomada a la ligera, sino como parte de nuestra propuesta artística para crear una historia original y provocativa. En el contexto del cine peruano, donde este tipo de temas a menudo se abordan de manera superficial, queríamos enfrentarlos de frente y provocar una reflexión profunda en el público.
Al ver la película, uno no puede evitar pensar sobre lo que podría haber sido si Óscar Catacora no hubiera fallecido. ¿Qué cree que ha perdido el cine peruano su partida?
Óscar era diferente, éramos complementarios. Él era más emotivo, un artista nato, mientras que yo tiendo a ser más racional, pragmático y objetivo. Si Óscar hubiera completado Yana-Wara, estoy seguro de que el resultado habría sido distinto. Quizás más emocional, no tan agresivo como lo percibo en la película final. Sin embargo, somos seres humanos y cada realizador tiene su propia mirada y estilo. Se perdió una voz con mucho oficio para lo que quería contar.
Ustedes estaban trabajando en otro proyecto antes de su fallecimiento?
En cuanto al proyecto en el que estábamos trabajando juntos, se trata de Los Indomables. Ha sido un sueño desde 2010, pero el guión ha pasado por múltiples revisiones y ajustes. Estaba en etapa de desarrollo y teníamos un presupuesto asignado para llevarlo a cabo después de Yana-Wara. Sin embargo, tras el fallecimiento de Óscar, tuve que asumir la responsabilidad de retomarlo y llevarlo a cabo solo. La película ya está culminada y es una epopeya que espero que honre el legado de Óscar y contribuya al cine peruano.
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