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“Sube a mi nube” (2024): entre sueños y pesadillas

La reciente película de Sergio Barrio busca explorar la vida de Mónica Santamaría de manera que se pueda conocer como fue ella más allá de su participación en el icónico programa de los noventa. Marcada por la tragedia y el tormento que padeció, la cinta en su intensión de concientizar sobre la salud mental tiene tanto errores como aciertos.


Por Francisco Torres                                                   CRÍTICA /CARTELERA COMERCIAL

Contar esta historia no resulta fácil pues la presentadora de Nubeluz ha sido un ícono para grandes y chicos. Acá lo que se busca es mostrar como ella fue, con las luces y sombras que implica. De esta forma es que se hace el recorrido de lo que fueron aquellos tiempos que duró el show y las vivencias de la protagonista. Hay que entender que cuando se hace una biopic, no todo es tal cual la realidad, pero si se transmite la esencia de lo que es la persona real se logran grandes resultados. No es cuestión de glorificar a la persona en cuestión, pero mucho menos dejar una mala imagen que no se sea fidedigna.


Como bien se explicó al inicio hay errores que son evidentes. El mismo ritmo de la historia no está llevado de la mejor manera, ya que hay varios saltos en el tiempo que no dan paso a un desarrollo coherente, y diálogos poco naturales que se dan bastante a notar. Son estos aspectos que generan cierto rechazo al querer sumergirte en la trama.  Esto es un gran problema que está muy generalizado con varias películas, pero resuena más con esta porque se supone que se busca retratar algo que sucedió.


Respecto a como se construye el personaje de Silvana Cañote, se ha generado un debate importante por cómo es que se ha presentado a Mónica. Algunos dicen que es una falta de respecto por dejarla a ella como una simple “loca” y que es difícil empatizar con ella. Considero personalmente que si siento por momentos cierta caricaturización de alguien con una enfermedad mental, y es comprensible que haya un fuerte señalamiento a esto. Sin embargo, sí noto que hay ciertos rasgos y actitudes que se dan con aquellos que padecen de estos problemas. Se establece (vagamente, pero se hace), como es la relación que tiene Mónica con sus padres. No son pues personas que se preocupen mucho por su hija, y por tanto se asume que ella creció con un sentimiento fuerte de soledad. Esto le genera profundas inseguridades, que se agravan aún más debido a sus problemas de sueño. Su depresión se entiende desde esta perspectiva, y su actitud 'tóxica' resulta ser un arma de doble filo: por un lado, es coherente con el pasado que ha vivido, pero si se lleva a una exageración desmedida, puede terminar desvirtuándose.


Querer hablar de salud mental tratando con cierta ligereza lo que pasaba con Mónica es todo lo contrario a lo que se supone que debe aspirar la película. Hay momentos bien logrados, como cuando ella expresa su sensación de soledad a pesar de ser adorada por todos, lo cual refleja cómo pueden sentirse quienes padecen depresión o la presión de tener que mostrarse siempre feliz ante el público. Sin embargo, en otras ocasiones, su comportamiento la hace parecer manipuladora y egoísta, al no considerar cómo se sienten las personas a su alrededor. Este constante contraste es lo que provoca que su personaje sea visto tanto de forma positiva como negativa, según cómo se presenta a la protagonista.

Hay que destacar la actuación de Silvana Cañote. Se mete totalmente en el papel de Mónica, y se siente como si efectivamente fuera la persona a quien interpreta. Su alegría, su tristeza y todas las emociones por las que pasa son creíbles y le dan un soporte que necesita la historia. Se puede decir que es el punto alto de la película. Además, la fotografía hace que uno se sumerja bien en la atmósfera de los años noventa por la puesta en escena y la manera de mostrar los ensayos y programas en vivo. Eso genera cierta nostalgia y también recuerda mucho lo que se vive dentro de un set de grabación.


El mensaje sobre la prevención, aunque fuera de contexto, es positivo, ya que es importante generar conversaciones sociales en torno a este tema. Sin embargo, al observar el desarrollo de la película, uno se cuestiona si el enfoque dado a los problemas de Mónica refleja realmente la realidad o si se exageró en busca de un mayor dramatismo.


En conclusión, esta película tiene aspectos verdaderamente positivos que impiden calificarla como mala, pero los errores de guion y el tratamiento regular de la salud mental hacen que Sube a mi Nube no cumpla del todo con lo que promete.



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