La cinta de Jonás Trueba propone de manera divertida una forma de afrontar las rupturas celebrando a lo grande. Mientras tanto, la película de Klaudia Reynicke retrata la Lima de los años noventa, en la que dos hermanas a punto de abandonar el país junto a su madre se reencuentran con su padre, quien intenta reconectar con ellas.
Por Francisco Torres FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
Volveréis relata cómo Ale y Alex, una pareja con 15 años juntos, deciden separarse. Inspirados por una reflexión del padre de ella sobre las relaciones de pareja, optan por llevar a cabo una celebración inusual: una especie de matrimonio "al revés", según sus propias palabras.
Uno de los mayores aciertos de la obra es su manejo del humor, inteligente y preciso. Sin caer en lo burdo o extravagante, logra hacer reír de forma genuina. Todos los personajes contribuyen a la comedia, desde el padre que, irónicamente, no recuerda haber sugerido la idea de celebrar las rupturas, hasta el amigo que representa un estereotipo hilarante de cierto tipo de crítico de cine. Son excéntricos, pero de una manera que resulta extrañamente familiar.
Existe un interés evidente en desarrollar a los personajes más allá de su relación amorosa, especialmente en el caso de Ale. Aunque gran parte de su historia gira en torno a Alex, también se exploran sus dudas profesionales. Ale es cineasta y parece estar ante una última oportunidad para avanzar en su carrera o enfrentarse a un fracaso definitivo. Esta dimensión aporta una complejidad que facilita la empatía del público hacia ella.
Además, es destacable cómo se integran momentos de introspección y drama en la historia. A pesar del enfoque optimista en la ruptura, surgen dudas naturales sobre la decisión de separarse. En un momento intenso, ambos discuten abiertamente, aunque también hay escenas en las que se refleja el cariño que aún sienten. No es un proceso fácil, pero la forma en que plantean atravesar esta separación resulta sana. La obra también explora el cine como terapia: ciertas escenas juegan con la metaficción al entrelazar la vida real de Ale y Alex con la película que ella dirige, en la que ambos se representan como pareja y retratan el fin de su amor. Una película dentro de otra película.
La edición aporta un recurso interesante al alternar cambios de eje en cámara y momentos que parecen surgir de la imaginación de ambos protagonistas, con elementos simbólicos, como la aparición de pavos reales, que sugieren pistas sobre su estado emocional. Esto permite explorar cómo esa ambigüedad afecta sus relaciones personales y su vida profesional. A medida que se intercalan escenas de la película que Ale y Alex están realizando con momentos de su propia vida, se genera una sensación de simultaneidad entre la ruptura en tiempo real y la que experimentan dentro de la ficción. Después de todo, ambos han compartido estos años no solo como pareja, sino también como compañeros de trabajo.
En Reinas, en cambio, nos encontramos con una obra que logra ambientar muy bien un periodo histórico peruano. La música, la vestimenta, la estética de las casas, y otros detalles contribuyen a sumergir al espectador por completo en esa época. Entre apagones, toques de queda y escasez, la cinta retrata de manera auténtica lo que significaba vivir en tiempos de tanta incertidumbre.
Debido a esta situación, Lucía y Aurora, dos hermanas que viven en Magdalena, están a punto de emigrar junto a su madre a Estados Unidos. Sin embargo, la reaparición de su padre comienza a cambiar gradualmente el deseo de ambas de dejar el Perú.
Carlos, el padre de las chicas, se presenta como un supuesto actor que, debido a las circunstancias, se ha visto obligado a trabajar como taxista. Sin embargo, al involucrarse en la vida de sus hijas, les cuenta varias historias sobre su “trabajo” que revelan sus mentiras. Hay indicios de que se dedica al contrabando de abarrotes, aunque su vida parece más la de un “mil oficios”.
Por otro lado, Reinas es una historia coming of age que sigue a dos hermanas, cada una en una etapa diferente de su vida, mientras descubren quién es realmente su padre. Al inicio, las niñas se muestran reacias a conectar con él, pero con el tiempo se van abriendo, hasta verlo como una figura fundamental en sus vidas, de la que no quieren desvincularse. Es interesante observar cómo ambas logran vincularse con su padre, en parte de manera similar, pero también de forma diferente debido a sus edades: una es adolescente y la otra aún está en la infancia. Aun así, alcanzan un punto de unión en el que logran verse como una familia.
La historia alcanza un momento de quiebre cuando Lucía y Aurora enfrentan una situación difícil que desestabiliza la fantasía que habían construido alrededor de su padre. Esta "burbuja" se rompe, confrontándolas con la realidad de su vida en medio de una aparente calma, rota por el contexto de apagones y toques de queda. La nueva perspectiva que desarrollan sobre su padre marca una separación que, impulsada también por el contexto político del país, podría alejarlos nuevamente.
Aunque Reinas podría parecer un drama puro, está llena de momentos de humor que son bien logrados, en especial gracias a la actuación de Abril Gjurinovic como Lucía. También hay una calidez familiar, cargada de nostalgia, que se refleja en las escenas de reuniones familiares. Las interacciones entre los personajes le otorgan a la película un tono adecuado, con un final que, aunque algo meloso, es esperanzador y proporciona un cierre satisfactorio.
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