En la décima Semana del Cine se vieron dos cintas europeas con protagonistas adolescentes en entornos difíciles que condicionan su modo de vida. Una busca desentrañar aquella antigua Yugoslavia que vivió un periodo de protestas contra el régimen de Slobodan Milošević, focalizándose en un conflicto familiar que afecta la relación de un hijo y su madre. Por otro lado, la ganadora de Locarno hace una disección de la vida de dos jóvenes de Lituania que sueñan con huir de su lugar de origen al tratar de ingresar al mundo del modelaje.
Por Francisco Torres FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
La obra de Vladimir Perišić funciona en dos sentidos. En primer lugar, es un drama político que pone bajo la lupa la Serbia de finales de los noventa. Entre crisis política y represión la cámara va recorriendo la decadencia del país que se sumerge en el caos. Todo esto en la perspectiva de Stefan, un joven cuya madre es vocera de la dictadura. Esta misma posición y las acciones que conllevan provocan un deterioro en la confianza y cariño que se tienen. Se muestra lo complicado que es tener a un familiar tan cercano metido en asuntos turbios que van en contra de los ideales de uno. El mimo protagonista cuestiona el trabajo de su madre, pero también trata de encontrar motivos para creer que ella no es cómplice de lo que sucede. Como si de esta manera pudiera seguir viendo a su madre con los ojos de siempre.
En segunda instancia, La Patria Perdida (Lost Country) puede verse como un coming of age en que el protagonista ve su vida desmoronarse por el mismo trabajo comprometedor de su madre en la política. Stefan va perdiendo amistades, un interés amoroso y de igual forma entra en conflicto con su progenitora. Es asfixiante el hecho de que se ve sin una posible salida. Enfrenta por tanto dudas de su misma posición como ciudadano y de la manera en que es percibido, como un indeseado para quienes eran sus más cercanos.
Un aspecto interesante es el contraste en la figura de la madre de Stefan. La cinta nos la muestra en su hogar como una madre amorosa y preocupada por el bienestar de su hijo, pero al mismo tiempo, revela su lado oscuro, ya que aparenta ignorar las acciones negativas del régimen. Se explica que su padre, un soldado e ideólogo socialista durante la Segunda Guerra Mundial, le transmitió esta lucha a su hija. Sin embargo, en Stefan esta herencia se interrumpe, pues él no comparte esas ideas; aun así, sus compañeros lo perciben como cómplice de las atrocidades del gobierno. Es un peso generacional que lo persigue, sin importar lo que haga.
La Patria Perdida plantea una reflexión sobre el surgimiento de las revoluciones, criticando promesas incumplidas y mostrando un autoritarismo que se tambalea ante el cambio. Esta tensión se yuxtapone con las primeras escenas entre el protagonista y su abuelo: el abuelo, ligado a una vieja guardia de ideales que no se adaptan a los tiempos modernos, y Stefan, quien representa una perspectiva contemporánea. Es un choque simbólico entre dos generaciones, cada una anclada en su propia época.
Visualmente se percibe la elección de haber rodado la película en 16 mm. Da una textura en la imagen granulada propia de las Kodak. Aporta a recrear bien la época de los noventa. Adquiere un aire nostálgico, pero también de melancolía por el uso de colores opacos. Refleja el pesimismo de la sociedad de los Balcanes en esos años.
En Tóxico (Akiplėša) se percibe una propuesta que combina dos elementos visuales muy marcados. Por un lado, hay un acercamiento algo cercano al documental, con planos largos y contemplativos, pero que juega mucho también con ángulos de cámara aberrantes, cenitales y movimientos de cámara más estilizados. Este sentido obedece a una manera de ver la vida por parte de las protagonistas de esta historia. Están claramente en un entorno duro, pero ven ese anhelo y fantasía construida por una empresa de moda que les vende la idea de una mejor oportunidad.
Esta película tiene elementos de un coming of age que incluye un cuestionamiento de la misma identidad de estas chicas, que se ven influenciadas por la idea dañina de tener el cuerpo perfecto. Tan es así que una de ellas llega a extremos que ponen en riesgo su salud con procedimientos que rozan lo ilegal. Asimismo, se refleja el grado de vulnerabilidad social que las hace realizar trabajos riesgosos que son inapropiados en busca del dinero necesario que les exige en un punto la agencia de modelos en la que participan.
Es por tanto una obra dura de ver en ocasiones por el grado de realismo que ofrece, pero hay cierta sensibilidad y momentos cómicos que alivian y ayudan al ritmo de la película de modo que sea digerible. Hay ratos que resulta incomoda, pero sin caer en lo grotesco o explícito. En ciertos tramos de la historia hay acciones que no se ven en pantalla pero que al sugerirse son impactantes.
En un momento clave, la agencia de modelos queda en evidencia, revelando las verdaderas intenciones que oculta y mostrando que ese camino no ofrece ninguna salida esperanzadora. Sin embargo, el desenlace no es completamente desalentador; en cambio, adopta un tono agridulce a través de una secuencia final que simboliza la persistencia de cierta inocencia y el sentido de comunión entre los jóvenes de ese pueblo.
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