En la Semana del Cine se vieron dos películas cuyos espacios son rodeados por fantasmas y conspiraciones. Mientras una directora nos conduce por una enigmática ciudad argentina, otra transporta a las dimensiones aparentemente paranormales de un lago canadiense.
Por Marcelo Paredes FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
Pensar en Trenque Lauquen (2022) es pensar en los misterios de un lugar. La película argentina de Laura Citarella nos lleva a esta ciudad, cuyo nombre da título a la película y que pertenece a la provincia de Buenos Aires, donde tendrá lugar la desaparición de una mujer. Será su búsqueda lo que desencadenará una gran aventura que explorará de manera muy minuciosa todo lo que este espacio oculta, así como las distintas visiones que los involucrados tienen en torno a esta mujer, logrando así tener todo tipo de relatos contados en diversos capítulos.
Dividida en dos partes que en conjunto forman un intimidante metraje de poco más de cuatro horas, la cinta resulta fascinante por sus detalles. A pesar de no ser una película que se caracterice por un enorme despliegue técnico, resulta ser muy rica en cuanto al poder de su narración. Su magnífico guion forma un muy particular entramado hecho en base al misterio que hay desde un intenso romance por correspondencia oculto en libros, hasta una conspiración fuera de este mundo. Es así como la película, a medida que avanza, nos va sumergiendo más y más en cada una de sus vertientes, con la posibilidad de moverse libremente por toda una serie de géneros cinematográficos que lo único que hacen es enriquecer más y más el relato.
Citarella, consciente de ese estado cambiante, se las ingenia para nunca descolocarnos de la acción, manteniendo un mismo rastro en todo el recorrido, para no perdernos en su gran juego narrativo. La primera parte es la más lograda, ya que es la que tiene un mayor encanto. Saca lo mejor de su protagonista, una descomunal Laura Paredes. Es en la segunda parte donde todo ya se asienta más y muchos de los espacios en blanco que la parte anterior dejó se irán llenando. La referencia a una “criatura” proveniente del lago de la ciudad se diluye y se siente menos intrigante, aunque el final levanta con sus enigmáticos tiempos muertos.
A pesar de los desniveles, Trenque Lauquen no deja de ser una de las grandes películas no solo de la Semana del Cine, sino del año. Es una cinta que celebra el impacto que las historias tienen en nosotros, en contarlas, en escucharlas y siempre que regresamos a ellas, habrá algo nuevo por hallar o rescatar. Una muestra perfecta de que no se necesita “redescubrir” la forma de hacer una película. Con lo que se tiene se pueden llegar a nuevos horizontes.
De Argentina pasamos a Canadá. Luego de ver Falcon Lake (2022), ópera prima de Charlotte Le Bon, recuerdo una pregunta que a veces me hago después de ver algunas películas románticas del tipo coming of age: ¿Lo que vemos realmente termina marcando para siempre a sus protagonistas o será solo algo anecdótico, que quedará en el momento? La respuesta será nada predecible, y a la vez satisfactoria.
La cinta, a pesar de transcurrir en una época actual, posee una estética de aire nostálgico. Es así que se verá cómo usa el recuerdo como un medio para llegar a la trascendencia de lo que fue el romance entre un chico recién entrado a la pubertad y una chica algunos años mayor que él. Al desarrollo de ese vínculo se le añadirá un fuerte elemento fantástico, con la chica teniendo una estrecha conexión con los fantasmas, particularmente el de un niño que años atrás murió ahogado en el lago, cerca de la casa donde ambos pasan el verano.
Es con eso que Le Bon usa de un modo muy interesante el desplazamiento del encuadre tanto en interiores como en exteriores. La cámara está siempre es constante sigilo, con un rol observador que muchas veces se deslumbra ante la naturaleza imponente, cuya espesura guarda esos misterios en lo que nos iremos adentrando.
El fantástico y el romance harán una excelente combinación, con un vínculo sentimental que se irá formando de manera sugerente. El trabajo del fuera de campo sirve en cuanto a su manera de abordar con sutilezas el despertar sexual de chico, logrando así también una fascinante visión de la chica, personaje que va más allá de ser el típico objeto de deseo. En suma, Falcon Lake es un relato lleno de melancolía y, sobre todo, de un romance que supera lo terrenal.
Comments