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En el marco de la Semana del Cine, toca comentar estas dos óperas primas que juegan con el género de terror. En un caso, de modo más tradicional; en otro, bajo recursos propios del cine de la modernidad.
Por José Carlos Cabrejo y Marcelo Paredes FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
Entre Tarr y el folk horror
Cordero (Dýrið, 2021) de Valdimar Jóhannsson es una película insólita. Su cruce de lo humano y animal parece salida de algún experimento de cinta de ciencia ficción serie B protagonizada por mad doctors. Sin embargo, el filme está en otro tono, y ello en parte tiene que ver con la fotografía. Sus paisajes y climas gélidos traen a la memoria algunos pasajes del cine de Béla Tarr (curiosamente él es uno de los productores ejecutivos de la película). Ello dota de una dimensión melancólica a esa visión intrusiva del ser humano en el mundo animal.
Cordero crea sus propias reglas de verosimilitud. Se naturalizan bajo las coordenadas del fantástico, y en su seno hay momentos de belleza maternal, como la escena en que el personaje de Noomi Rapace tiene al frente a ese “bebé” adoptado, en un escenario rural que apunta a un desenlace sorpresivo y de una violencia bruta y seca. Así, lleva al extremo las posibilidades del folk horror. Una de las películas más singulares de la Semana del Cine.
Cabrejo
Slasher a la española
Cerdita (2022), la ópera prima de la española Carlota Pereda, es una película que nos habla de la carne, de su debilidad. Esto claro no tanto en un sentido erótico (del cual también hay pinceladas, al haber un romance de por medio), sino más en una debilidad que busca potenciar la pulsión de muerte. Es ahí que el mal es presentado de forma psicológica, como una idea con la cual habrá que luchar, provocando un sendero de sangre y tripas de por medio.
Ese mal se presentará en una chica llamada Sara, quien constantemente tiene que afrontar las burlas de los chicos y chicas de su pueblo por su obesidad, así como la indiferencia de su familia. Será con la llegada de un misterioso asesino que sus pensamientos más oscuros en torno a la muerte comenzarán a tomar forma. Una seguidilla de acontecimientos trágicos nos introducirá de lleno en el código del slasher.
Es un alivio que la directora no haya convertido su película en una mera y clásica fábula anti-bullying. Bien que no haya sido así, porque de serlo, el resultado hubiera sido uno mucho más simplista, de carácter aleccionador y solo con algunos sustos de por medio. Pereda toma, a su modo, un camino similar al que Julia Ducournau tomó en su película Titane la cual, también en clave de slasher, hace gala de un despliegue de violencia, pero que en el fondo oculta sentimientos muy puros, de afectos dirigidos hacia personajes masculinos, comprensivos cada uno a su modo.
Mientras una exaltaba el poder de la máquina, la otra le da un especial protagonismo a la carne. La película española lo evidencia desde sus planos iniciales, en los que vemos distintos cortes de carne animal, sangrantes y expuestos. Un vistazo, simbólico desde luego, a cómo la carne, impulsada por la pulsión de muerte, será constantemente tentada a ser brutalizada y colgada.
Lo que hace a Cerdita una buena película es la forma amplia en que puede ser interpretada, tanto en su modo en abordar el terror como en sus cuestiones morales. Explora terrenos más perversos y hasta incorrectos, con toques de humor. Así, se torna en una cinta bastante estremecedora sobre la empatía por encima de la violencia descarnada.
Paredes
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