Samichay es parte de la competencia de ficción del Festival de Cine de Lima. La película, que ha sido comparada con Wiñaypacha, desarrolla la historia de Celestino, un campesino viudo que carga con la pérdida de su esposa. Mientras espera que su única vaca, en algún momento, pueda ser productiva.
Fuente: Festival de Cine de Lima
El primer largometraje de Mauricio Franco Tosso, Samichay, en busca de la felicidad (2020) cuenta la historia de Celestino, un campesino viudo que vive junto a su hija, Yaquelín, y su suegra, Mamá Augusta. La historia se desarrolla en las alturas de los Andes. Al igual que Wiñaypacha (2017) de Óscar Catacora, Celestino y su familia viven aislados, en una casa construida a base de piedras e ichu. No obstante, este aislamiento no es total. La primera escena que nos ofrece el director es un mercado itinerante a plena luz del día. Los lugareños exhiben, ofrecen y compran ganado, mientras los niños corren y juegan por los alrededores. Celestino participa de esta dinámica social activamente, vende botellas de agua y, concluido el trajín, se dirige a su recinto a pie.
A lo largo de casi toda la película, observamos a este solitario campesino recorrer largos kilómetros sin utilizar movilidad alguna. Acompañado de Samichay, la única vaca que posee, y el fantasma de su difunta esposa, Celestino cruza carreteras y parajes naturales, en búsqueda de su buena fortuna (no es casual que “Samichay” signifique, en quechua, “en busca de la felicidad”). Esto lo lleva a adoptar una vida nómada, pues está en constante movimiento, viajando de un punto a otro.
Fuente: Festival de Cine de Lima
Por ello, la ópera prima de Franco Tosso puede verse como la historia de un viaje –que, en lugar de concluir, se extiende con la escena final. Pero también es una película sobre el duelo. Celestino no solo debe lidiar con la ausencia de su amada, Dina, sino también con la pérdida progresiva de otros personajes igual de importantes para él.
Desde el inicio, se plantea una serie de faltas materiales. La tierra no produce alimentos, Samichay no es capaz de brindar leche y los ahorros de Celestino son exiguos para proveer y mantener a su familia. Ante esta situación, Yaquelín y Mamá Augusta se muestran disconformes y piden que la vaca –ahora equivalente a una causa perdida– sea vendida. No obstante, Celestino rechaza tal opción, porque confía que Samichay, tarde o temprano, producirá leche y crías. Simboliza, en otras palabras, la promesa de un buen porvenir: un tiempo-espacio donde la falta –y, por qué no, la soledad– no tendrán dominio sobre su vida.
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