DreamWorks presenta una historia fresca que pone sobre la mesa entretenimiento, lazos familiares y compañerismo. A través de su humor y sus momentos dramáticos, la película ofrece un mensaje optimista sobre la vida y las relaciones.
Por Francisco Torres CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL
La película de Chris Sanders narra la historia de Roz, un robot diseñado para cumplir tareas asignadas, que acaba en una isla habitada por animales. Allí establece un vínculo maternal con un ganso huérfano, al que cuida con dedicación. Los animales inicialmente la rechazan por ser ajena a su entorno. En ese contexto, un zorro llamado Flink decide ayudarla en la crianza del ganso al ver que podría beneficiarse. Con los años, el ganso, ahora llamado Brightbill, se prepara para la migración junto a los demás de su especie, pero el trato que recibe en la isla lo lleva a cuestionarse sobre su identidad y la crianza de Roz.
Los personajes destacan por sus personalidades en desarrollo a lo largo de la historia, lo que facilita la empatía con ellos. Roz, al inicio, es una máquina que percibe todo desde la lógica, pero al convertirse en madre, descubre gradualmente un lado emocional. De igual forma, la formación de Brightbill lo condiciona tanto en sus habilidades como ave como en su interacción social, lo que le genera dudas sobre sí mismo y sobre Roz, debiendo aprender a enfrentarlas. Por último, Flink, el zorro, se presenta como un depredador astuto que al principio ayuda por interés propio, pero con el tiempo, al formar un vínculo con los otros dos personajes, desarrolla empatía. Este es uno de los puntos más fuertes de la película, ya que los tres personajes se retroalimentan y cada uno aprende de los otros.
Otro aspecto positivo es la representación de la familia. Robot Salvaje (Wild Robot) explora lo que significa crecer siendo adoptado. Es enternecedor ver cómo Roz asume el rol de madre, aunque no fue creada para ello, cumpliéndolo de manera admirable, ya que nadie conoce el secreto para serlo; se aprende en el camino. Por su parte, Brightbill atraviesa un proceso de maduración, común en todo ser vivo, y la migración de las aves simboliza la independencia que llega con el crecimiento. La inclusión de Flink también refleja cómo se forman estructuras familiares que van más allá de los lazos sanguíneos. Un zorro, un robot y un ganso, tan distintos entre sí, pero su conexión funciona.
El resto del elenco también aporta a la historia y no son simples acompañantes. La zarigüeya, con su visión de la maternidad, refuerza el mensaje de la película; el castor aporta comedia y su habilidad resulta crucial en una situación complicada; y el halcón, que actúa como tutor de vuelo para Brightbill, entre otros personajes que tienen su momento para destacar y contribuir a la trama. En este sentido, hay un buen equilibrio en el peso que cada personaje tiene dentro de la película.
El humor en la cinta es infantil, por lo que, según los gustos, algunos chistes pueden funcionar mejor que otros. Personalmente, algunos me parecieron efectivos, mientras que otros no tanto. Aunque esto no afecta gravemente la película, es un aspecto a considerar, dado que el tono general es ligero, más allá de los momentos dramáticos, que están bien logrados por su desenlace.
La estética de Robot Salvaje está profundamente influenciada por el entorno natural en el que se desarrolla, combinado con el aspecto tecnológico de la corporación a la que pertenece Roz. Esta mezcla recuerda mucho al solar punk, una variante más optimista del cyberpunk, que muestra una armonía entre la tecnología y la naturaleza, ofreciendo una visión ecológica del futuro. Sin embargo, este enfoque es principalmente visual, ya que la misma corporación, por sus intenciones, acaba representando una amenaza para la isla en un punto de la historia.
En conclusión, Robot Salvaje ofrece una narrativa que resalta la fuerza de las relaciones familiares, sin importar el origen de quienes las componen, y cómo la unión permite la supervivencia. A través de las lecciones de sus personajes, transmite un mensaje de amor y solidaridad.