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“Nosferatu” (2025): la maldad tras la sombra

Robert Eggers presentó su adaptación del vampiro clásico de Murnau, invitándonos a apreciar no solo las constantes de su estilo como director, sino también otras aristas en su perspectiva sobre el mítico personaje nacido de la imaginación de Bram Stoker.

Por Alberto Ríos                                                           CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

"Nosferatu" (2025). Fuente: IMDB
"Nosferatu" (2025). Fuente: IMDB

Dentro de los cineastas arthouse de terror, Robert Eggers es, quizás, el más conocido y popular. Se le conoce por su predilección por explorar temas relacionados con la superstición, el aislamiento, la psicología humana y los enfrentamientos con lo desconocido. Luego de debutar con La bruja (2015), cinta que aborda el fanatismo religioso y el miedo al mal sobrenatural, Eggers estrenó El faro (2019) y El hombre del norte (2022), películas que hablan del descenso a la locura y la venganza, respectivamente, en medio de adaptaciones de historias del folklore popular. Ahora, el cineasta aborda un remake de Nosferatu (1922) cargado de su impronta estilística y de pulsiones sexuales.


La historia es la conocida adaptación de Drácula de Bram Stoker, la cual sufrió diversos cambios por parte de F. W. Murnau debido a temas de derechos. En 1838, un joven agente inmobiliario llamado Hutter viaja a Transilvania para cerrar la venta de un castillo al excéntrico conde Graf Orlok. Tras un siniestro y complicado viaje, Hutter llega al castillo, donde pronto descubre un escalofriante secreto: el conde no es solo un cliente peculiar, sino un vampiro milenario conocido como Nosferatu. Mientras Orlok siembra el terror en la región de Wisborg, se obsesiona con Ellen, la esposa de Hutter, desatando una lucha por sobrevivir contra las fuerzas del mal.


Desde el comienzo de la cinta, el director deja en claro su visión acerca del interés sexual por parte de Orlok hacia Ellen. La cinta se abre con un primer plano de la joven, protagonizada por Lily-Rose Depp. Ella gime ante la cámara mientras el espíritu del vampiro toma posesión de ella. Como en las cintas anteriores del realizador, Eggers opta por el acercamiento directo y sin metáforas para dar su peculiar mirada a relatos y leyendas folklóricas. Ya desde un inicio, marca el terreno de lo que se verá más adelante en la pantalla.

"Nosferatu" (2025). Fuente:GQ México
"Nosferatu" (2025). Fuente:GQ México

Luego de ese corto prólogo, conocemos a nuestro protagonista, Hutter (Nicholas Hoult), un joven recién casado que deberá cerrar un negocio en medio de los Montes Cárpatos. Será dentro de su paso por los pueblos rumanos que Eggers demostrará lo mejor de su puesta en escena, siempre sobre estudiada y barroca. Una fotografía oscura, de sombras marcadas, el uso de lentes angulares, movimientos de cámara pronunciados y cortes de escena que no nos permiten saber qué es real y qué es un sueño, nos dan a entender que estamos en un lugar extraño, aprensivo y donde el mal reina.


Es en el castillo que se nos presentará al Nosferatu de Bill Skarsgård, el cual se aleja de la figura flaca, calva y de incisivos puntiagudos de las versiones de Murnau o Herzog y parece estar más basada en el conde alto, de bigote y de uñas afiladas de la novela de Bram Stoker. En esta primera aparición no veremos su cara, solo su silueta en sombras, tras el contraluz que otorga una fogata a sus espaldas. Será la voz ronca y llena de graves de Skarsgård la que nos imbuya de la presencia del vampiro. Posiblemente es en este espacio, entre la oscuridad, donde más amenazante se siente al Orlok de Eggers.


La puesta de escena del director norteamericano bebe por momentos del espíritu de la cinta original: una fotografía de noche que recuerda a blanco y negro, claroscuros y sombras que evocan el expresionismo alemán de los años 20 y espacios que oprimen a sus personajes. Y es que si algo sabe hacer el norteamericano es crear una atmósfera oscura, en la que sus personajes se sientan permanentemente amenazados por lo que acecha en las sombras.

El problema es que es su propia puesta en escena la que opaca los demás elementos de su propia cinta. Eggers es un cineasta que busca una impronta sumamente estilística de sus propuestas. La historia queda al servicio de la cámara y pareciera no poder seguir el ritmo al ejercicio de forma y fotografía que propone su director. Lo mismo sucede con los actores, que parecieran simples piezas posicionadas dentro de los planos y movimientos planteados por el cineasta norteamericano.

"Nosferatu" (2025). Fuente: IMDB.
"Nosferatu" (2025). Fuente: IMDB.

Quien sale mejor parado en esta situación es William Dafoe, cuyo Profesor Von Frantz, recuerda mucho al Van Helsing clásico, siempre al borde de la sobreactuación, pero sin caer en ella. Mientras que la Ellen de Lily-Rose Depp parece inspirarse en la Linda Blair del Exorcista (1973), con una actuación sumamente física, con convulsiones, espasmos y otros tropos clásicos de las posesiones demoníacas.


En el tercio final, la pulsión sexual entre Orlock y Ellen volverá a hacerse evidente. Con la mayor presencia del vampiro en pantalla, menos potente resulta su amenaza hacia los espectadores. Aquí no habrá ninguna poética visual gracias al juego de sombras que se presentaba en la Nosferatu original. El mal se encarna y hace todo obvio y directo. Eggers es el cineasta de las formas, pero aquí está lejos de la sutileza mostrada en La bruja. Nosferatu de 2024 es una adaptación cargada de una atmósfera opresiva, pero cuando el mal se hace evidente cabe preguntarse ¿acaso lo que vemos da más miedo que lo que nos sugieren los sentidos?



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