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“Monstruo” (2023): las miradas de la distancia

La nueva película de Hirokazu Koreeda narra una historia desde tres perspectivas distintas. Ellas, exponen la naturaleza humana y distinguen la percepción del mundo por parte de adultos y niños. El 21 de junio ya estará disponible en streaming.


Por Daniela Gómez Oroza CRÍTICA / MUBI

¿Qué tienen en común un cerdo, un tifón, una escuela, un tren y un incendio? Pues mucho más de lo que parece a primera vista. Monstruo (Kaibutsu), la más reciente película de Hirokazu Koreeda y con guion de Yuji Sakamoto, explora a través de diferentes perspectivas y detalles la historia de Minato Munigo.


La película empieza presentándonos a Saori y a su hijo Minato, el cual empieza a actuar de forma extraña y a tener problemas con su profesor, el Sr. Hori. A modo de historia de misterio se nos presenta una mirada desde el punto de vista de un niño y los múltiples problemas que enfrentan en su día a día; problemas que los adultos suelen ver en partes inconexas e incomprensibles para ellos. Tocando temas tan diversos como la muerte, el bullying, la amistad, la culpa y el amor en diversas expresiones, Monstruo presenta con maestría los lazos entre niños y adultos.


Las sólidas actuaciones nos muestran las sutilezas del carácter humano a la vez que nos mantienen cuestionándonos si los personajes son tan buenos o malos como dicen ser. A lo largo del film no podemos evitar preguntarnos ¿Quién es el monstruo? y Koreeda nos lleva con maestría a responder de distintas formas esta pregunta, hasta quizás darnos cuenta que los monstruos no existen, se construyen en nuestra cabeza.


Con un planteamiento cuidadoso de detalles e hilos conductores, el montaje de la cinta sabe con precisión qué contar y qué dejar a la interpretación del espectador, valiéndose de algún plano adicional o un ligero cambio en la cámara para dejar muy en claro de quién es la versión de los hechos en pantalla. Cuando vemos los extraños comportamientos de Minato o del Sr. Hori se nos da justo la información necesaria en cada historia para creer diferentes versiones de lo que sucede. Pero también el montaje nos deja la tarea de descifrar misterios como por qué el padre de Yori dice que tiene cerebro de cerdo, quién incendió el bar, que pasó con el nieto de la directora o cuál es el secreto que Minato sopla en la trompeta (con el detalle que esta música sigue sonando mientras este corre en busca de Yori).


Un aspecto interesante de la puesta en escena es la diferencia entre el mundo de los adultos y de los niños, por ejemplo, cuando vemos la perspectiva de Saori sus interacciones con su hijo están bloqueadas de algún modo, sea la puerta del baño o el cuarto de rayos X; incluso el encuadre los separa, como pasa cuando van juntos en el auto, ella en primer plano y Minato apenas en foco, reforzando la sensación de que la madre está fuera del mundo de su hijo. Los encuadres se revierten cuando vemos la historia de Minato, donde parece ser que su madre emerge de la nada en el plano, casi como si no recordara que está ahí, como un personaje secundario en todo lo que está viviendo. Otro tanto pasa cuando el Sr. Hori aparece en escena, quien a pesar de estar más en contacto con lo que sucede en la escuela no llega a entender las cosas que realmente están pasando. Y es que mientras los adultos tratan de comprender y asumir qué pasa en el mundo de los niños, ellos están viviendo su propia historia, sin intentar entender a los adultos a su alrededor.


La separación del mundo de los niños se acentúa mediante el uso de tomas desde el hombro y planos contraplanos, donde los personajes no comparten el mismo encuadre o parecen distanciados, ya sea porque sus rostros no son visibles o por la disposición del espacio. Esto contrasta claramente con el mundo infantil de Minato y Yori, quienes frecuentemente aparecen juntos en pantalla, en planos más amplios y escenas que se desarrollan en espacios abiertos. De este modo, la película subraya la discrepancia entre las percepciones de los adultos y los niños: estos últimos compartiendo una misma realidad cercana entre sí, mientras que los adultos no logran comprender completamente lo que sucede en sus vidas, a pesar de sus esfuerzos por ser buenos cuidadores.


Otro detalle importante son las fuerzas de la naturaleza. El incendio y el tifón como elementos opuestos, empiezan y cierran la película. Y es que a partir del incendio comienzan los malentendidos y rumores sobre el Sr. Hori, siendo el fuego un elemento de engaño, como también pasa con el encendedor de Yori. El agua como contraparte se asocia a la verdad, el túnel que lleva al tren de Minato y Yori está lleno de agua y no es hasta que la lluvia llega y limpia todo que todas las piezas del rompecabezas se unen. Lo natural también cobra relevancia como espacio. Es en el bosque que los niños pueden ser simplemente ellos, fuera de las suposiciones, prejuicios y estructuras que plantea el mundo urbano.


Monstruo nos lleva en 125 minutos por un mundo complejo, buscando una verdad que parece ir cambiando por minuto, quedando claro que la realidad tiene muchos más matices e hilos de los que creemos, a simple vista, que tiene.






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