Tras un breve paso por los cines peruanos y ahora disponible en Prime Video, la película animada japonesa es una adaptación de una historieta del artista Tatsuki Fujimoto, escrita y dirigida por Kiyotaka Oshiyama, quien previamente había trabajado en la adaptación de 2018 de Devilman Crybaby.
Por Hitoshi Isa Kohatsu CRÍTICA / PRIME VIDEO
Fujino (Yūmi Kawai) es una niña que dibuja historietas para el periódico de su escuela, algo que atrae los cumplidos de la gente a su alrededor. Cuando Kyomoto (Mizuki Yoshida), una retraída niña de su edad, empieza a también publicar sus ilustraciones mucho más detalladas y avanzadas, Fujino decide tratar de mejorar sus propias habilidades artísticas por una mezcla de envidia y sentimientos de inferioridad.
La relación de estas dos chicas, empezando en la niñez, atravesando la adolescencia y culminando en la joven adultez forma los huesos de la historia. Lo fascinante es la manera en la que una se alimenta creativamente de la otra, cómo cada una se relaciona con sus pasiones artísticas y ambiciones, así como qué hacen frente a la ausencia de la otra. Mientras vemos ello se explora la motivación de todo el esfuerzo y dedicación que las jóvenes le ponen a su arte. Así, la pregunta que abre la historia es “¿para qué dibujan?”.
Basada en una historieta semiautobiográfica, la obra presenta a dos protagonistas que actúan como avatares del autor, incorporando “sutiles” referencias a su carrera, aún más explícitas en su adaptación animada. La narrativa explora de manera cruda y personal el conflicto interno del autor respecto al valor de su trayectoria profesional. Frustraciones, arrepentimientos y pasiones son transmitidos con precisión a través de estos personajes, que logran volverse profundamente entrañables para el espectador.
Aunque a primera vista podría parecer una más entre las tantas narrativas autoafirmativas sobre el poder de la creación artística, Look Back (Rukku Bakku) ofrece una perspectiva mucho más desilusionada. La obra es intencionalmente contradictoria: sus personajes sufren a causa de su pasión por el dibujo, son conscientes del dolor que les provoca y constantemente cuestionan las razones que los llevan a seguir adelante. Sin embargo, persisten, ya sea por los demás o por sí mismos. Al final, la pregunta evoluciona hacia “¿vale la pena esto?”, una interrogante que la película evita responder de manera concluyente.
En el aspecto visual, la película destaca por su impresionante animación, que presta una atención meticulosa a los movimientos naturales y realistas de los personajes, así como a las sutilezas del ambiente y la atmósfera, con especial énfasis en la iluminación. También merecen mención los diseños de los personajes, fielmente replicados de la historieta de Fujimoto. Estos diseños se alejan con acierto del estilo homogéneo que domina gran parte de la animación japonesa contemporánea y su obsesión por la estética kawaii.
De hecho, el filme traslada la historieta con una fidelidad extrema, incluso intentando replicar su lenguaje gráfico hasta el más mínimo detalle. Esto me genera dudas, ya que en varios momentos esa devoción por la precisión se convierte en una mera repetición de una historia que es tan sobre su medio como sobre sus personajes. Esta limitación, podría argumentarse, da como resultado una obra que no es tanto una película como una historieta forzada a moverse.
Tatsuki Fujimoto tiene un estilo particular, inmediatamente reconocible, no solo en lo estético, sino también en los elementos formales de la narrativa gráfica secuencial. El director Kiyotaka Oshiyama se esfuerza por reproducir ese estilo refinado, trasladándolo de un medio específico a otro completamente distinto. Lo hace en su mayoría sin desviaciones, sin añadir ni restar nada. Es una adaptación fiel a una historia que no se beneficia en absoluto de la animación o del lenguaje audiovisual.
Por otro lado, los pocos cambios incorporados no enriquecen la narrativa. La banda sonora —inexistente en el medio gráfico y casi indispensable para una producción de este tipo— es el ejemplo más claro de ello. La música, en lugar de complementar la trama, le resta sutileza al hacer lo obvio para manipular las emociones del espectador. Los momentos más intensos se acompañan de la música más sentimental y manipuladora imaginable, diseñada para arrancar lágrimas a la audiencia.
A pesar de estas reservas, es innegable la calidad de la producción; hay un gran talento detrás de la animación y la dirección. La forma en que se ha traducido el relato de la página a la pantalla es obsesivamente fiel, hasta el punto de carecer de una identidad propia. Sin embargo, esta falta de originalidad difícilmente resulta molesta para quienes no están familiarizados con el trabajo previo.