Una revisión de las adaptaciones al cine que se han realizado del clásico de Louise May Alcott.
Por Alberto Servat ESPECIALES / MUJERCITAS

Mujercitas (2019).Fuente: ESPINOF
“Navidad no será Navidad sin regalos”. Así comienza Mujercitas (Little Women), en la novela de Louise May Alcott, que tanto éxito tuvo en el mundo editorial del siglo XIX y cuya popularidad se vio tremendamente reforzado con la llegada del cine. Porque si un argumento ha sido efectivo en la pantalla y tan querido que, al parecer, cada generación merece su propia versión, es este. Es la historia de una familia de clase media en los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión. El clan de los March, que en realidad es un mundo enteramente femenino, porque el padre de las cuatro hijas se encuentra en la guerra peleando del lado de los abolicionistas. Son las niñas la columna vertebral de un cuento que ha sido contado en el cine en cinco oportunidades [1]. Todas ellas consideradas un clásico de su tiempo y también considerables éxitos de taquilla.
La primera versión sonora de Mujercitas fue dirigida por George Cukor en 1933, un especialista en crear escenarios idóneos para el desarrollo de historias de mujeres. Aunque el director confesó no haber leído la novela, el resultado es una película encantadora, donde la complicidad de las hermanas lo es todo. La cinta obtuvo el Óscar a la Mejor Adaptación y otras dos nominaciones.

Mujercitas (1933).Fuente: Fotogramas
Fue Mervyn LeRoy el encargado de dirigir la nueva adaptación en la posguerra. Mujercitas (1949) se rodó en technicolor y con una suntuosa dirección artística que se hizo acreedora al premio de la Academia. Es cierto que LeRoy no era un gran conocedor del universo femenino, pero supo imprimir la nota capaz de enaltecer a las familias que lo acababan de sacrificar todo. Justo lo que la nación necesitaba, en opinión de la Metro.
A mediados de los noventa, la australiana Gillian Armstrong tuvo el honor de ser la primera mujer en llevar esta novela al cine. Ya entonces se habló de incorporar elementos del discurso femenino en esta historia aparentemente universal. Pero ese toque contemporáneo se concentró en la elección de Susan Sarandon, que se encontraba en el mejor momento como actriz y activista, para el papel de la madre. A diferencia de las actrices que hasta entonces la habían interpretado (Spring Byington y Mary Astor) Sarandon lucía audaz, dinámica, emprendedora, muy lejana a la madre de casa a la espera del sacrificio. Esta Mujercitas (1994) obtuvo tres candidaturas al Óscar.
Pero las mujercitas de la señora Alcott no se resignaron a permanecer en el pasado. Resurgieron en el siglo XXI, demostrando que pueden actualizarse sin traicionar su esencia. El turno ahora es de Greta Gerwig, una actriz y directora que surgió del cine independiente, y cuya carrera viene despertando mucho interés. Asumió así un reto que la vinculaba con sus propias aspiraciones como cineasta y la enfrentaba a una larga tradición. Seis nominaciones al Óscar respaldan esta decisión.
La última versión de Mujercitas (2019)
Pues bien. Para comenzar, Greta Gerwig altera la estructura tradicional y cuenta la historia de las hermanas March en dos tiempos. El presente, cuando ya convertidas en mujeres cada una enfrenta a su destino, y el pasado, donde las cuatro mujercitas de la historia comienzan a afirmar sus respectivas identidades. Pero el relato en dos tiempos no es precisamente original. El cine de los últimos años exagera este recurso e impide una narrativa fluida, distrayendo a la audiencia en vez de afrontar un reto tan difícil como es plantear una efectiva narración cronológica. En el caso de esta versión de Mujercitas funciona solamente cuando llegamos al final y descubrimos que Gerwig quiere enfatizar en la identidad de la autora de la historia frente a las exigencias de su editor. Aquí finalmente entendemos hacia dónde nos llevaba, cuestionando el final original y ofreciendo una alternativa al público contemporáneo. Es en este planteamiento, que la directora se distancia realmente de las versiones previas.
Por supuesto, en su segunda película como directora, Gerwig ha tenido a su servicio una maquinaria de producción espectacular, capaz de recrear la época y orquestar los elementos con mucha precisión, ofreciendo un gran espectáculo así como una drama convincente. Aunque sin posibilidad de eludir, y tampoco creo haya sido su intención, el tono eminentemente sentimental que proviene de la novela misma.

Mujercitas (2019) . Fuente: La voz de Asturias
Jo y sus hermanas
Es obvio también que estamos frente a la versión #MeToo de Mujercitas. Y se traduce en muchos de los parlamentos con puntos de vista muy convincentes sobre la condición de mujer. En ese sentido, un personaje como el de Amy ha ganado en esta adaptación. La menor de las March siempre fue retratada como la frívola del clan, absolutamente centrada en su propia belleza y las ganas de casarse con un buen partido. Su afición a la pintura siempre fue eso, una afición. Pero en esta oportunidad, su propio peso en la historia va más allá. Se mantiene como la más egoísta del grupo, pero también como una aspirante a artista que renuncia a sus sueños conscientemente de su incapacidad para ser mejor pintora.
Luego, entiende su posición dentro del tablero social y reflexiona sobre ello en un buen monólogo que pese a su carga feminista no estorba dentro de una película de época. Amy logra elevarse dentro del conjunto. Algo que no pudieron hacer Joan Bennett, Elizabeth Taylor y Kirsten Dunst en el pasado. La británica Florence Pugh toma la posta en esta oportunidad y lo hace con gran estilo, convirtiéndose en lo mejor del espectro humano de la cinta. No es un descubrimiento, porque ya Pugh había dado sólidas muestras de talento en Lady Macbeth (2016).
Por su parte, Saoirse Ronan, una actriz tan correcta como predecible, se esfuerza en componer una Jo March viva y entusiasta. Y lo consigue en gran parte, aunque sin sorprender. Es el personaje que todos esperamos y con el que, obviamente, Greta Gerwig se identifica. Una joven mujer en el alba de las reivindicaciones feministas a punto de emprender una gran tarea. Katharine Hepburn, en una de sus actuaciones más famosas y disforzadas convenció al mundo durante décadas que era la Jo ideal. Más adelante y de manera inexplicable, June Allyson fue la encargada de dar vida al personaje con su habitual almibarada simpatía. En los años noventa, Winona Ryder sumó a su colección de heroínas de época una Jo menos consciente de sí misma pero muy efectiva. Saoirse Ronan no me despierta demasiado interés en la nueva versión. Tal vez por asumir el personaje con calculada sencillez sin olvidar ni por un instante la tarea que debe cumplir.
Menos oportunidades han tenido las actrices a cargo de Meg y Beth, dos víctimas ideales del sistema patriarcal de su tiempo. La primera, condenada a ser un ama de casa con tremendos problemas económicos. Y la segunda, un alma en pena de comienzo a fin de la historia. Emma Watson y Eliza Scanlen no están mal, aunque difícilmente podrían hacer más con los papeles que tienen a cargo.
Cierra este universo femenino dos arquetipos de femineidad del siglo XIX. La madre abnegada, a quienes sus hijas llaman cariñosamente Marmee, y la tía March, rica y solterona. Laura Dern y Meryl Streep asumen con paciencia y buen humor sus papeles, interpretándolos con gran efectividad pese a lo cortos que resultan.
Los caballeros del universo creado por la señora Alcott mantienen el perfil bajo de siempre. Solo destaca el intento de Gerwig por conferirle a Laurie (Timothée Chalamet) una condición más humana. Así como haber creado a Mr. Dashwooe, el viejo editor, que a la larga resulta pieza clave en la nueva narrativa. Un personaje oportunamente encomendado al escritor, director y actor de teatro Tracy Letts.
Mujercitas se reinventa para nuestros tiempos. Mantiene así la esencia de una novela que ha sido clave desde su publicación en 1868. Louisa May Alcott creó a partir de sus propias experiencias una efectiva arma de propagando capaz de dar a conocer los principales valores de la familia americana. Este grupo de mujeres, liderados por una madre ejemplar mientras el padre lucha en contra de la esclavitud, es el modelo sobre el que se desarrollaría más adelante la publicidad del cine de Hollywood. Exportando así los valores y el estilo de vida americanos al mundo entero.
Con la consolidación del séptimo arte, esta versión de Mujercitas encontraría una manera de trascender fronteras. Y la ejemplar familia March, el legado de la señora Alcott, habría de llegar a los lugares más alejados en alguna de sus versiones fílmicas. Hoy vuelve a cumplir esa misión, sumando además el espíritu femenino más elevado sin con ello traicionar el texto original. Probablemente en unos diez años veremos una nueva adaptación. Movida por otros sentimientos o causas, pero enarbolando los incuestionables valores de la familia adecuados a las exigencias de su tiempo.
[1] Cinco versiones consideradas oficiales. Pero en realidad hay más. Tantas producciones para cine, televisión y norteamericanas, británicas y hasta una adaptación japonesa. El año pasado también se estrenó en un circuito limitado una versión de Little Women (2018), adaptada a nuestra época y bajo la dirección de Clare Niederpruem.
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