En estos tiempos de cuarentena, la productora argentina El Pampero Cine subió a la red varios de sus formidables títulos, entre los que podemos destacar La Flor, una película de casi 14 horas de duración que irradia amor por el cine y la literatura en cada encuadre. Los enlaces para verla se encuentran al final de la crítica.
Por José Carlos Cabrejo CRÍTICAS / KABINETT
Fuente: Revista GQ
Mariano Llinás es uno de los cineastas latinoamericanos más importantes de las últimas dos décadas. Su película Historias extraordinarias (2008) supuso una respuesta contundente a las actuaciones desdramatizadas, a los tiempos muertos y a la lenta dilatación del encuadre de ese cine minimalista de la región que terminó repitiendo dichos recursos hasta convertirlos en fórmulas de festival, tan predecibles como las convenciones de cualquier enlatado hollywoodense.
Aquella película de la década antepasada ya mostraba el gusto de Llinás por la larga duración (alrededor de 4 horas). La Flor, considerada una de las películas narrativas más largas de la historia (casi 14 horas), mantiene varias de las marcas de estilo de Historias Extraordinarias y de otras creaciones suyas como Balnearios (2002). Entre ellas, el afecto por la palabra. Hay en el cine del realizador argentino ese gusto por contar historias en un sentido muy clásico y literario, como los hacen personajes de obras como Las mil y una noches, Don Quijote de la Mancha o Jacques el fatalista de Diderot.
Pero ese amor por el relato verbal está íntimamente vinculado al amor por el cine. Son pasiones que se enriquecen. En muchas oportunidades, la palabra literaria ha potenciado el cine, como la de Marguerite Duras en las voces en off de las imágenes del horror en Hiroshima mi amor (1959) de Alain Resnais, y de los encuadres asíncronos y de recorrido nostálgico de India Song (1975), dirigida por la propia autora de la novela El amante.
Fuente: Cineteca Madrid
Llinás cruza esas pasiones de forma distinta. La riqueza en la entonación, en la vitalidad, en la descripción minuciosa de la voz literaria se aloja en la elipsis cinematográfica, en aquello que el campo visual no muestra. Esa voz puede ser la del propio director, que aparece en las primeras imágenes de la película explicando la forma en que se estructurarán los numerosos relatos que veremos y escucharemos, o la de algún personaje. Así, nos sumergimos en distintas experiencias sonoras memorables: la descripción animista de unos árboles que encuentra un realizador de cine, el duelo musical entre los miembros de una pareja disuelta al estilo de alguna vieja canción de Pimpinela (la balada romántica es una de las obsesiones de Llinás) o las palabras en silencio de un hombre secuestrado, a la espera de la muerte mientras siente la inmensidad del cielo.
Por la multiplicidad de relatos que articulan La Flor, se suceden varios géneros, a través de una momia salida de alguna película de Serie B, de experimentos con animales y sangre humana característicos de alguna ciencia ficción, o de espías de actuación contenida semejantes al Alain Delon del cine criminal de Jean-Pierre Melville. Además, en la propia construcción de la película se trasluce la cinefilia, por medio del collage con imágenes de pinturas o de carteles al estilo Godard, de secuencias que funcionan como “foto-películas” en la línea del Chris Marker de La Jetée (1962), o del director que actúa como alter-ego de Llinás dispuesto a capturar la llegada de la Primavera de la misma forma que Rohmer (otro amante de la palabra) trató de registrar el Rayo Verde.
Fuente: Revista Icónica
La Flor justamente es una película de dobles. En cada relato aparecen los mismos intérpretes cambiando una y otra vez del rol. Pero más allá del barroquismo narrativo, de los espejos y de las construcciones en abismo, estamos ante una cinta que retrata mundos esencialmente habitados por mujeres. Y no lo hace convirtiendo la imagen de la “mujer empoderada” en una caricatura ya transformada en cliché en buena parte del cine contemporáneo. Lo hace dando a los personajes femeninos una hondura emocional y humana.
Hay otros diálogos que establece la película: con la pintura de Edward Hopper para esbozar la soledad de un personaje en un viaje por tren, con las memorias de Giacomo Casanova y sus conflictos con el sexo opuesto. También con los textos de Arthur Machen o el gato negro de Edgar Allan Poe. O con los romances transgeneracionales de Woody Allen. La Flor posee varias capas (o “pétalos”) de comprensión y goce. Por eso, una vez que la terminamos de ver, dan ganas de algún día hacer el largo viaje de nuevo.
IMPORTANTE: A continuación, podrán encontrar los enlaces para ver La Flor, Historias extraordinarias, Balnearios y otras películas de El Pampero Cine, todas sumamente recomendables:
La Flor - 1ª Entrega
La Flor - 2ª Entrega
La Flor - 3ª Entrega
La Flor - 4ª Entrega
La Flor - 5ª Entrega
La Flor - 6ª Entrega
La Flor - 7ª Entrega
La Flor - 8ª Entrega
OSTENDE (2011)
LA MUJER DE LOS PERROS (2015)
EL LORO Y EL CISNE (2013)
EL ESCARABAJO DE ORO (2014)
LA VENDEDORA DE FÓSFOROS (2017)
BALNEARIOS (2002)
HISTORIAS EXTRAORDINARIAS I (2008)
HISTORIAS EXTRAORDINARIAS II (2008)
HISTORIAS EXTRAORDINARIAS III (2008)