Recientemente la Academia ha anunciado los nuevos requisitos a favor de la inclusión de disidencias en las producciones cinematográficas, que aspiran al reconocimiento de mejor película. Este artículo, publicado originalmente en nuestra edición Cine y LGBT, aborda el reclamo por un cine más inclusivo, y cuestiona acerca de lo que la Academia considera diversidad.
Por Marisabel Ato ESPECIALES / PREMIOS OSCAR
Fuente: La Vanguardia
Una amistad sin fronteras (Farrelly, 2018), La forma del agua (Del Toro, 2017), Luz de luna (Jenkins, 2016), En primera plana (McCarthy, 2015), Birdman (Iñarritu, 2014) y Doce años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) han sido premiadas en el Oscar a mejor película. Tres largometrajes tienen elencos afroamericanos, una es dirigida por un hombre mexicano y otra es la primera película LGBT en llevarse el premio a mejor película.
En términos de diversidad, podríamos pensar que estamos empezando a ver un cambio dentro de la academia, pero ¿es realmente este el caso? ¿Por qué es relevante cuando hablamos de cine? ¿Por qué la reacción de la academia a #OscarsSoWhite es importante para el cine LGBT?
En enero del 2015 empezó a circular el hashtag #OscarsSoWhite como una crítica a las nominaciones en categorías principales de la academia como la de mejor actor, mejor actriz, mejor director, dirección de fotografía, etc. Las nominaciones dentro de estas categorías eran en su mayoría, o incluso por completo, otorgadas a personas blancas. Y, en categorías como mejor dirección o dirección de fotografía, los nominados eran todos, o en su mayoría, hombres.
#OscarsSoWhite se refiere a todas las comunidades marginadas y no se trata de cuotas, sino de hacer preguntas inclusivas cuando se trata de buscar personal para una película, desde los actores elegidos hasta los operadores de boom y otros servicios contratados. Se trata de operar fuera de las mismas redes que se han utilizado durante años y, en su lugar, ofrecer oportunidades a realizadores talentosos de grupos que generalmente no están incluidos. (Reign, 2018)
El hashtag buscaba llamar la atención hacia una problemática que existe en la academia desde sus inicios: la falta de diversidad, no solo en el aspecto racial, dentro de las películas y personas a las que se da reconocimiento en los Oscar. La academia respondió a estos reclamos con tres iniciativas para diversificar la demografía de sus miembros, cuyos votos son los que deciden qué películas son nominadas y premiadas por los Oscar. En primer lugar, se asignaron tres nuevos miembros a la junta de gobernadores para solucionar su falta de diversidad, se formalizó la decisión de duplicar el número de mujeres y minorías dentro de la academia durante los próximos cinco años, y, por último, se busca trasladar a la categoría de no votantes a miembros de la academia que lleven varios años sin participar de la industria cinematográfica (Harris, 2016).
Ganadores de los Oscar 2013. Fuente: Vanidades
Si bien la falta de diversidad que hemos visto en las nominaciones es un claro reflejo de la falta de diversidad de los votantes de la academia, también lo es de cómo se ha escogido a los miembros de esta. Hasta inicios de la década de 2000, cuando la Academia empezó a hacer pública su lista de invitados, no era extraño que las invitaciones se hicieran más por pertenecer a cierto círculo que por tener méritos dentro de la industria cinematográfica (Harris, 2016). Siendo este el caso, uno pensaría que exigir un cuerpo de votantes que efectivamente se desenvuelva dentro del medio no estaría muy alejado de la realidad, pero en el caso de la Academia es claro que existe una élite ya establecida con ideas muy claras sobre cuál es el cine que escogen validar.
En una entrevista hecha por Vulture a algunos de los nuevos miembros de la Academia sobre la nominación de ¡Huye! (Get out, Jordan Peele, 2017) a mejor película, se encuentran comentarios que reflejan cuán grande es la problemática del jurado que conforma los Oscar. “Algunos de nuestros nuevos miembros dicen que se encontraron con la interferencia de un ala más antigua y más tradicional de la Academia cuando se trataba de evaluar la película de Peele. Tuve varias conversaciones con miembros que llevan mucho tiempo como parte de la Academia que decían: ‘Esa no es una película de Oscar’, dijo un nuevo votante” (Buchanan, Wilson y Lee, S.F.). Y es que una película de Oscar es simplemente una película que cumple los estándares impuestos por la mayoría de los votantes de la academia. Quienes han visto los premios durante años, o incluso quienes los han visto un par de veces, posiblemente puedan nombrar un par de ejemplos de películas de Oscar, películas que siguen cierta línea estética o temática que la academia considera merece reconocimiento.
Una película de Oscar no es sinónimo de una buena o mala película: es una consecuencia del gusto colectivo de los votantes que conforman la Academia. Y la realidad es que, hasta hace poco, una abrumadora cantidad de dichos votantes eran hombres blancos. Dicha afirmación no implica que esto los haga incapaces de premiar a una película de un cast diverso, pero si algo ha demostrado el alcance de una campaña como la de #OscarsSoWhite es que existe un sesgo a la hora de votar que da preferencia a historias sobre gente blanca heterosexual y que se ha hecho lo suficientemente evidente como para ameritar buscar cambios. Incluso, yendo más allá del problema de diversidad dentro de la academia, la realidad es que, si la lista de miembros que pueden votar permanece igual durante años, entonces también se verá que la lista de nominados permanece igual.
Oscar 2017. Fuente: Peru.com
Un género aparente
El cine LGBT se ha creado esta estética de cine de autor o de personaje, donde priman la sutileza y la contemplación. Y si bien no hay nada de malo con eso, debemos reconocer que, dentro del molde que han creado, los festivales se pasa por alto otro tipo de representaciones tanto estéticas como diversas. La mayoría de historias aún sigue siendo sobre hombres blancos de clase alta, y en casos como La vida de Adèle,incluso, las historias sobre mujeres siguen siendo contadas por hombres que continúan fetichizando a las lesbianas. En este último caso, las mismas actrices han comentado haberse sentido incómodas más por cómo se retrató la historia que por los temas y situaciones que abarca (Aftab, 2013).
Esta estética del cine LGBT ha extendido la imagen del queer melancólico, donde la exploración de la sexualidad es siempre parte del eje dramático e, incluso, es muchas veces castigada. Nuevamente, no es que todas estas películas sean malas, a pesar de que si podamos discutir si algunas de estas realmente contribuyen a crear representación o solo perpetúan estereotipos tóxicos, pero si uno quiere echarse a ver una comedia romántica que no sea heterosexual, no queda mucho de dónde escoger. Y de manera similar a como sucede en otras partes de la industria del cine, la lista de películas sobre gente de color es aún más corta si estamos buscando ver una película LGBT. El estreno de Locamente millonarios (Crazy Rich Asians, 2018) es un muy buen paso en el aumento de la diversidad dentro de la industria del cine, pero posiblemente falten algunos años para que podamos ver una película similar centrada en temáticas LGBT.
¿Cómo han evolucionado con el tiempo las películas que representan personajes LGBT, o que quieren tratar los temas LGBT? Una respuesta adecuada probablemente sería la longitud del libro. Sin embargo, cuando llega la temporada de premios, se trata de reconocer qué películas LGBT son reconocidas y cuáles no. (Loayza, 2018)
Si bien Moonlight es la primera película LGBT en llevarse el premio de mejor película, no está cerca de ser la primera en ser nominada y tampoco es la primera considerada con posibilidades de ganar el premio. Pero si estamos contando a Moonlight como consecuencia de los cambios realizados a la demografía de los miembros de la Academia, entonces necesitamos otros ejemplos para hablar de qué ocurría con las películas LGBTQ+ antes de 2016. Si revisamos la categoría de mejor actor, por ejemplo, vemos cómo:
[…] en el último par de décadas se ha convertido casi en un cliché recompensar a los actores que interpretan a personajes homosexuales con una nominación, junto con cualquiera que interprete a alguien con una discapacidad y alguien cuyo nombre sea Meryl Streep. Más de cincuenta actores han sido nominados para interpretar personajes LGBT. Si bien la sexualidad y la identidad de género de estos actores no es asunto de nadie, es triste que solo dos de esos actores se identifiquen abiertamente como LGBT. (Davidson, 2017)
Miradas heterosexuales
Si tomamos en cuenta que pocos actores en Hollywood se identifican abiertamente como LGBT, nos quedamos con que muchas de estas nominaciones siguen con la costumbre de contar experiencias LGBT desde una perspectiva heterosexual, en muchos casos perpetuando estereotipos tóxicos. Nominaciones como las de Moonlight y Llámame por tu nombre nos demuestran que sí existen películas contadas por gente LGBT capaces de ser reconocidas y que no bajan los estándares de la producción cinematográfica en búsqueda de un aumento en diversidad. En el caso de Moonlight, el guion fue co-escrito por Tarell Alvin McCraney, autor de la obra teatral en la que se basa la película, quien es abiertamente homosexual. Y en el caso de Llámame por tu nombre, tanto el director, Luca Guadagnino, como quien adaptó el guion, James Ivory, son abiertamente homosexuales. Ambos fueron nominados sus respectivas categorías como mejor director y mejor guion adaptado. Tanto Moonlight como Llámame por tu nombre ganaron el Oscar a mejor guion adaptado.
Nominadas a mejor película. Fuente: propia
Si bien incluso cuando hablamos sobre qué películas LGBT son reconocidas dentro de los circuitos de premios y festivales aún vemos una mayor predominancia de historias de hombres blancos contadas por hombres blancos, no por ello se puede decir que no exista representación o diversidad. La discusión no es sobre cuándo podemos decir que la representación ganó y ya no existe la discriminación, sino de darnos cuenta de que esto se trata de un proceso constante. Pequeños cambios, como modificar parte de la demografía de los miembros de la Academia, pueden llevarnos a grandes cambios.
La validación de los Oscar (o la falta de ella) puede ser un signo de los tiempos, aunque durante gran parte de su existencia la Academia no ha demostrado estar exactamente al día con los problemas culturales y sociales, y por el contrario mantiene lo ya aceptado (Loayza, 2018).
Si bien la demografía del jurado cambia, es importante tener en cuenta que todo grupo tiene sus propias élites y forma sus propios intereses y gustos. Dado el alcance que tienen, no podemos descartar a los Oscar solo porque no estemos de acuerdo con las películas que deciden nominar. Si las nominaciones que vemos en los Oscar son sintomáticas de lo que se está produciendo como industria, entonces con mayor razón debemos ser críticos de los productos que se escoge validar.
La edición número 91 de los Oscar trajo consigo tanto cambios interesantes, como la repetición de patrones ya conocidos. Por dar unos breves ejemplos, Spike Lee ganó en Oscar a mejor guion adaptado por El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) y Ruth E. Carter y Hannah Beachler ganaron el Oscar a mejor diseño de vestuario y mejor diseño de producción por Pantera Negra (Black Panther, 2018), convirtiéndose en las primeras mujeres afroamericanas en ganar dentro de sus respectivas categorías (The Representation Project, 2019). Es interesante ver cómo en unos pocos años, desde el inicio de #OscarsSoWhite y sus consecuencias dentro de la estructura de la Academia, hemos dejado de contar estos ejemplos con los dedos de una sola mano. La nominación de Roma (Alfonso Cuarón, 2018), tanto a mejor película como a mejor película en lengua extranjera podría significar que sigamos viendo cambios interesantes dentro de la categoría de mejor película. La sorpresiva victoria de Una amistad sin fronteras (Green Book, Peter Farrelly, 2018) sobre nominadas como El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, Spike Lee, 2018), La favorita (The Favourite, Yorgos Lanthimos, 2018) y Roma (Alfonso Cuarón, 2018), sin embargo, nos recordó que los cambios realizados dentro de la Academia no pueden esperar corregir en un par de años un sistema ha tenido casi cien años para consolidarse y colocar a su élite en posiciones de poder, e incluso más años si tomamos en cuenta la historia del cine desde sus inicios y no solo los de la Academia.
Una amistad sin fronteras, como ya se ha dicho de otras películas mencionadas, no es necesariamente una mala película, pero es un ejemplo más de lo que la Academia acepta como diversidad. La cinta aborda el tema del racismo y otros temas de discriminación, de manera bastante superficial y perpetúa la idea de redimir a un personaje racista. A la inesperada victoria de Una amistad sin fronteras le podemos sumar que la película más premiada de la noche fue Bohemian Rhapsody, la historia de Freddie Mercury (Bryan Singer, 2018), el biopic de Freddie Mercury que acabó siendo preocupantemente bifóbico y homofóbico, y que es el filme más taquillero con un protagonista homosexual (Montgomery, 2018). Bohemian Rhapsody, la historia de Freddie Mercury elimina la bisexualidad de Freddie Mercury de la historia para establecer a la homosexualidad y heterosexualidad como opuestos morales. La película hace un esfuerzo tan grande en mostrar la homosexualidad como la raíz de los problemas en la vida de Freddie que, para cuando llegamos a la parte en que le diagnostican el VIH, esto parece casi un castigo al personaje por no ser heterosexual (American Institute of Bisexuality, 2018). Tomando en cuenta que desde la reacción de la Academia a #OscarsSoWhite hemos visto las nominaciones de Moonlight y Llámame por tu nombre en los premios de 2017 y 2018 respectivamente, la nominación de Bohemian Rhapsody, la historia de Freddie Mercury casi se siente como un retroceso, regresándonos a la tendencia a premiar películas que retratan historias LGBT desde una posición heteronormativa. Casos como el de estas últimas dos películas demuestran que, si bien ha habido un aumento en la diversidad de las cintas que se escoge reconocer, algunos de estos ejemplos de representación siguen reproduciendo los sesgos de la parte más tradicional de la Academia.
Incluso si no podemos hablar de mal o buen cine y si dejamos de valernos de los criterios impuestos por élites cerradas, aún podemos ejercer nuestro propio criterio a la hora de evaluar el cine. Es muy fácil separarse por completo de la conversación y decir “yo no veo los Oscar”, pero la realidad en eso es que no estamos generando ningún cambio, sino simplemente dejando que las mismas personas nos sigan diciendo qué es o qué no es buen cine. Los Oscar podrían incluso bajar su número de audiencia, pero mientras sigan en el centro de la discusión cinematográfica seguiremos viendo cómo la gente sale al cine en enero a completar su checklist de las nominadas antes de la ceremonia. Y si bien existen nichos para otros tipos de cine, las taquillas siguen siendo las que establecen qué películas reciben presupuesto y, por ende, qué historias contamos.
Este artículo ha sido editado para la versión web, puedes leer la versión original aquí.
Moonlight (2016) gana el reconocimiento a mejor película.
Σχόλια