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"Jojo Rabbit" (2019) y la mirada infantil del nazismo

Actualizado: 11 nov 2022

A propósito del último estreno de Jojo Rabbit (2019), película nominada al Óscar, Alejandro Núñez nos brinda su punto de vista acerca de esta mirada infantil al nazismo.


Por Alejandro Núñez Alberca CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

Fuente: Wake and listen


Nadie está libre de que lo tilden de ser un “producto de su tiempo”. Admitirlo es una realidad evidente, pero son los que oponen resistencia quienes parecen quedar mejor ante los ojos del tiempo. Es esto lo que ocurre con Johannes Betzler, a quien la película bautiza después como “Jojo Rabbit”, apodo que, en la historia, referencia un momento en que el soldadito volvió a ser niño. Pese a no ser su nombre real, lo representa mejor que cualquier título dentro del ejército.


Por donde sea que se le mire, el pueblo de Jojo está engullido por la propaganda. Declararle lealtad al Reich es una forma de sobrevivir más que un apoyo sincero, y saludar con un fingido ¡heil Hitler! es tan rutinario como ver a los ahorcados en la plaza, ya sean traidores o cobardes. Como toda buena sátira, la película expone reiteradas veces lo absurdo que se esconde en lo cotidiano, y recuerda que más de un personaje es capaz de ver el sinsentido de sus tiempos, dejándose mecer para evitar un final abrupto.


El talento del director Taika Waititi para la comedia y el drama es evidente. Lo trágico no está excluido de la inocente realidad del protagonista. Cuando llega, el juego se detiene, la banda sonora se silencia, y la cámara nos enfrenta con lo intolerable. El regreso a la comedia es sutil y medido, sumergiéndonos nuevamente en este mundo aparte, aunque no tan distante del que recuerda la historia.

Fuente: Premios cine


El pueblo alemán al que pertenecen sus personajes es una especie de fantasía, donde la guerra se convierte en materia prima de la propaganda, al menos hasta que el enemigo viene a golpear la puerta y nos despierta del ensueño. La presencia de un caricaturesco Hitler en la mente de Jojo traduce la ideología del nazismo ante los ojos de un niño que no sabe a qué se está metiendo. En su universo los judíos son ese amorfo saco de box que alimenta el imaginario colectivo, llenándolo de miedo y motivándolo a la defensa de la madre patria. Ya sea de golpe o gradualmente, la película de Waititi nos demuestra cómo esos ideales se derrumban y los profetas son reducidos a charlatanes.


Circula por internet una argumentación panfletaria, aludiendo que, en el siglo XXI, lo menos que necesitamos es una visión risible del líder máximo del nazismo, en especial (dicen) con el resurgir de la derecha nacionalista en más de un continente del mundo. Según estos dogmas (porque eso es lo que son) la mirada sobre el pasado solo puede ser una, por lo que Jojo Rabbit, a todas luces, es una profanación desde su misma génesis. Restringir en el arte no es nuevo, y condenar películas (a veces sin ver siquiera el tráiler) tampoco lo es. El trabajo más reciente de uno de los directores de What We Do in the Shadows (2014) no es una apología a nada. Está más próximo a ser una alegoría al crecimiento, a la maduración obligada, cuando los niños se convierten en jóvenes y los panfletarios son expuestos como ilusos ante una realidad que los interpela y neutraliza.


El Hitler de Waititi está lejos de ser el mejor del cine, incluso dentro de las parodias que se han hecho de él. Pero el relato que presenta ante la Academia esconde la historia de un niño que pierde su lugar en el mundo, solo para reencontrarlo de formas inesperadas. Esa, creo yo, es la mejor manera de ver la película.


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