La película de Mike Cheslik combina diversos elementos narrativos influenciados por caricaturas, gags visuales y kaijus. Así, se ofrece una historia que parece bastante simple, pero que se va complejizando con el desarrollo de la trama.
Por Sebastián Zavala CRÍTICAS / VIDEO ON DEMAND
El título no miente: Hundreds of Beavers realmente nos presenta una historia centrada en "cientos de castores", o mejor dicho, en la búsqueda de dichos castores. Es una premisa que solo podría funcionar en una propuesta como esta, que mezcla elementos de acción en vivo con animación en 2D, títeres, locaciones reales, maquetas y, por supuesto, varios extras disfrazados de castores (y otros animales como conejos o lobos). Combinando slapstick al más puro estilo de Buster Keaton, con el sentido del humor de los Looney Tunes y hasta aspectos narrativos que recuerdan a videojuegos clásicos, Hundreds of Beavers es de lo más excéntrico y osado que podrán ver en 2024.
La película comienza con un número musical centrado en Jean Kayak (Ryland Brickson Cole Tews, de la también alocada Lake Michigan Monster), un productor y vendedor de aguardiente de manzana del siglo XIX, quien accidental y explosivamente acaba con su negocio. No obstante, nuestro personaje resurge de entre las cenizas (o la nieve), preparado para sobrevivir en un duro invierno en medio de lo salvaje.
Para ello, primero tiene que encontrar calor, refugio y comida. Por estas mismas razones, se enfrenta a las diferentes criaturas que lo rodean en el bosque y otros parajes desolados y fríos: conejos y castores. Es entonces cuando llega a la tienda de un viejo peletero (Doug Manches) que Jean encuentra la motivación correcta para seguir adelante. No solo se da cuenta de que tendrá que encontrar todo tipo de recursos para comprar los bienes que el viejo está vendiendo, sino que también se enamora de su hija (Olivia Graves), quien por momentos parece estar atraída a él y en otros lo molesta. ¿El problema? La única forma de que el viejo le conceda la mano de su hija es si Jean le entrega cientos de castores para hacerse de sus pieles.
¿Simple, no? Pues no tanto. Porque Hundreds of Beavers se lleva a cabo en un mundo surrealista, donde los animales son increíblemente perceptivos e inteligentes, y donde las leyes de la física no importan demasiado. Es ahí, por ejemplo, donde el filme muestra sus claras influencias de las caricaturas clásicas de Warner Bros., especialmente el Correcaminos y el Coyote (con las trampas que Jean tiende a los animales que quiere cazar) y Bugs Bunny (con las distintas persecuciones que vemos en pantalla). Hundreds of Beavers demuestra desde su primer fotograma que se desarrolla en un mundo de caricatura, en el que es imposible tomarse nada en serio.
Esto es una buena noticia, porque lo que tenemos aquí es una cinta hilarante. Lo que inicialmente parece ser un concepto extremadamente simplista a nivel narrativo, termina demostrando ser algo mucho más complejo y bien construido a nivel humorístico y estilístico. Hundreds of Beavers cuenta con una gran cantidad de gags, y sorprendentemente, la mayoría funcionan: desde las trampas al estilo de Rube Goldberg que Jean construye para atrapar tanto a conejos como a castores, hasta chistes repetidos (pero siempre graciosos) como las caídas en los huecos que los conejos cavan en el suelo, y, por qué no, los planes extremadamente enredados —que dependen, por supuesto, de la lógica de caricatura— que Jean inventa para cumplir su misión. Es todo muy exagerado y excéntrico.
Y a la vez, se siente familiar. Si crecieron con las caricaturas ya mencionadas y son fanáticos del slapstick de las comedias clásicas de principios del siglo pasado, encontrarán mucho que disfrutar en Hundreds of Beavers. No lo mencioné antes, pero el filme es prácticamente “mudo”, dependiendo más de los actos físicos de sus personajes y de gags visuales que del diálogo para hacernos reír. Y, por supuesto, también hace uso de una excelente banda sonora que mezcla temas originales con algunos clásicos estilo jazz u orquestales, para desarrollar este mundo poco serio y muy original.
También encontré, curiosamente, claras influencias de videojuegos clásicos de aventuras, como RPGs japoneses de finales de los noventa o principios de los dos mil, o sagas como The Legend of Zelda. Consideren, si no, la lógica detrás del negocio del viejo vendedor: acepta no solamente monedas, sino también diferentes cadáveres de criaturas, como castores o conejos, en diferentes cantidades o combinaciones, dependiendo de lo que se quiera. Y con cada nuevo objeto que le vende a Jean, este puede avanzar en su búsqueda, comprando cosas más caras y eventualmente entregando los cientos de castores al viejo. Es un sistema de progreso similar al de un videojuego —con “sidequests” y todo— que funciona perfectamente en una propuesta tan distinta y encantadora como esta.
Ayuda, por supuesto, que la película “luzca” tan bien, ya que se trata de un proyecto de bajo presupuesto (costó tan solo 150,000 dólares) y, sin embargo, el director y coguionista Mike Cheslik aprovecha todos sus recursos al máximo para desarrollar un universo distinto y creíble dentro de su propuesta tan expresiva y caricaturesca. La fotografía en blanco y negro ciertamente ayuda a esconder algunos defectos de efectos chroma o composición de imágenes que se verían peor en una película a colores, pero en general, como Hundreds of Beavers jamás busca ser realista en el sentido tradicional de la palabra, se puede salir con la suya, combinando diferentes técnicas narrativas y visuales para desarrollar algo, a falta de una mejor palabra, único.
Después de todo, los hombres con disfraces baratos de castores, conejos y lobos no funcionarían en otra película. Tampoco el uso de animación en 2D, maquetas que lucen como maquetas y títeres inesperadamente tiernos. Pero la combinación de todo esto convierte a Hundreds of Beavers en una experiencia constantemente sorprendente, que gradualmente va aumentando en exageración y excentricidad para concluir con una secuencia que, inesperadamente, parece influenciada por el cine de kaijus y criaturas gigantes en general. El filme, pues, tiene de todo: desde castores capaces de construir una represa más grande que la Hoover Dam, hasta intereses amorosos que se convierten en strippers por unos segundos, y, por qué no, escenas de pelea aparentemente influenciadas por películas como Matrix Recargado.
No obstante, la verdadera estrella de todo esto es Ryland Brickson Cole Tews, quien estuvo bien en la similarmente absurda y ya mencionada Lake Michigan Monster (la cual también dirigió), pero que está mejor acá. Si su personaje, completamente real, combina bien con los extras disfrazados de animales y las criaturas animadas en 2D, es porque Cole Tews parece haberse convertido en un experto en slapstick, cayéndose, tropezándose, corriendo, saltando y expresándose como una suerte de Buster Keaton del siglo veintiuno. Se trata de una actuación impresionante, especialmente considerando que muchas escenas las tiene que manejar él solo y que nos tiene que enamorar, básicamente, a través de lenguaje corporal y expresiones faciales. En cuanto al resto de actores reales, el vendedor, su hija, y un maestro peletero interpretado por Wes Tank también están a la altura.
Al comenzar Hundreds of Beavers, no sabía qué esperar. Evidentemente, haber visto Lake Michigan Monster hace casi cuatro años me había preparado un poco para esta experiencia, pero si aquella cinta fue un experimento fallido (pero entretenido), lo que tenemos acá es un producto mucho más redondo, extremadamente seguro de su propia ridiculez con exageración y excentricidad. Hundreds of Beavers no está interesada en ser convencional, sino más bien en utilizar todo tipo de influencias del cine clásico mudo, slapstick, caricaturas y videojuegos para desarrollar una historia sorprendentemente dulce, donde los castores, conejos y lobos son los malos, y donde un hombre tiene que hacer de todo —y literalmente de todo— para sobrevivir en un mundo absurdamente hostil y casarse con la chica de sus sueños. Si deciden ver Hundreds of Beavers con la mente abierta, se encontrarán con una de las experiencias cinematográficas más hipnotizantes, hilarantes y fascinantes del año.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Justin Cook PR.
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