La historia de un ejecutivo publicitario de gran éxito, quien se ve obligado a mudarse por una crisis, ahora le depara una nueva historia en su nuevo hogar.
Por Rodrigo Bedoya Forno CRÍTICAS / NETFLIX
Fuente: Depor
Hogar es la historia que sueña con una vida que ya no puede tener: Javier Muñoz (Javier Gutiérrez) es un creativo que tuvo un pasado exitoso, pero que ahora es tan solo un nombre, alguien cuya relevancia ya es no existe en la publicidad moderna. La crisis económica lo golpea: por no tener trabajo, debe dejar su departamento lujoso y mudarse a uno más chico, de clase media. Su esposa y su hijo (con sobrepeso, algo que tortura al protagonista) no son mucho consuelo para él.
Por ese motivo, comienza a ir a su antiguo barrio y mirar, a lo lejos, desde su carro, su viejo departamento. Y a espiar a los nuevos ocupante: un matrimonio compuesto por el gerente de una empresa de transportes, su esposa (cuyo padre es dueño de la empresa) y su hija. Poco a poco, el personaje comenzará a acercarse a esa familia, y esa situación comenzará a generar situaciones cada vez más y más oscuras.
El thriller que plantean los hermanos David y Álex Pastor, directores del filme, tiene su punto de origen en la cultura del éxito: Javier sueña no solo con la holgura económica que alguna vez tuvo, sino con la idea de la familia perfecta: una esposa atractiva y una hija deportista (a diferencia del hijo obeso). Esa importancia de las apariencias es esencial para el protagonista, quien está dispuesto a todo para acercarse a esa familia.
Fuente: Telva
El filme nos va mostrando con clínica precisión cada uno de los desconcertantes pasos del personaje: cada acción que toma es un avance más hacia la incertidumbre, hacia un peligroso juego del que nunca termina por quedar claro si Javier lo tiene pensado o si simplemente se trata de una situación que se le comienza a salir de las manos, y frente a la cual no queda otra que seguir actuando.
Lo mejor del filme está, pues, en cada una de las acciones que van deshumanizando al personaje, que lo van transformando del padre de familia normal al sucio impostor y, quizá, algo mucho peor. El punto de vista es esencial en la película: la situación en la que arranca Javier (desempleado y ninguneado por una nueva generación de publicistas) hace que nos identifiquemos inmediatamente con él. Y, de cierta manera, ese identificación nunca desaparece del todo, incluso en los momentos más turbios e inquietantes del filme.
Es cierto que la película depende demasiado de los trucos y trampas de su guion, que giran una y otra vez; y acaso Hogar no sea más que la ilustración correcta y aplicada de esos giros. Pero también es cierto que el hecho de ponernos del lado de un villano que se va construyendo en el camino, de manera cada vez más y más perversa, genera la suficiente inquietud como para mantenernos atentos un buen rato.
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