La película presenta una narrativa inusual y emocionalmente potente sobre relaciones tóxicas. Es una propuesta original que ofrece una reflexión profunda sobre el impacto de los recuerdos y el amor materno en condiciones extremas.
Por Sebastián Zavala CRÍTICA / CARTELERA INTERNACIONAL
Los “hoarders” son aquellos que se dedican a acumular cosas en casa; ya sea compradas, prestadas, alquiladas o hasta recogidas del basurero. Por ende, el título Hoard nos dice que la película de Luca Carmoon trata efectivamente de eso: del acto de acumular. Pero por supuesto, si el filme funciona, es precisamente porque aquel concepto es utilizado como punto de partida para algo más; para la historia de una madre y su hija, y de cómo el amor de la primera termina afectando a la segunda, quizás no de la forma que le hubiese gustado. El resultado es una producción atípica, emocionalmente potente, y excéntrica de la mejor manera posible.
Al comenzar Hoard nos centramos en la vida de Cynthia (Hayley Squires) y su pequeña hija Maria (Lily-Beau Leach), quienes viven en una pequeña casa en un barrio tradicional de Londres en los años ochenta. Pero nada de su vida puede ser considerado como tradicional. Tal y como se ha dado a entender ya, Cynthia es una acumuladora: alguien que se dedica a rebuscar entre la basura para encontrar “pequeños tesoros”, los cuales le dice a su hija conservan recuerdos, o pueden servir para desarrollar nuevas memorias. Pero la obsesión de Cynthia va más allá de eso. Por ejemplo, también le pide a María que guarde todas las envolturas de su lonchera, ya sean de plástico o de aluminio, porque todo puede ser útil para sus vidas.
Es una existencia curiosa, la cual lamentablemente concluye de forma trágica. Es por eso que la película se adelanta unos diez años, a la década del noventa, para mostrarnos a una Maria adolescente (Saura Lightfoot-Leon), viviendo ahora con una nueva madre llamada Michelle (Samantha Spiro) en una casa común y corriente. Maria está a punto de terminar el colegio, se lleva muy bien con su mejor amiga, Ellie (Pena Iiyambo) y parece haber olvidado todo lo relacionado a su infancia. Pero toda esta relativa normalidad se ve interrumpida por la llegada de Michael (Joseph Quinn, de Stranger Things y la próxima a estrenarse Los 4 fantásticos: primeros pasos), un chico que antes fue criado por Michelle, y que al trabajar como basurero, comienza a destapar los recuerdos y sensaciones oprimidas de la infancia de Maria.
Hoard está claramente dividida en dos partes. Como se ha mencionado ya, la primera está centrada en la infancia de Maria, y hace un excelente trabajo estableciendo el tipo de existencia que tiene, y la relación que mantiene con su madre. Cynthia claramente ama muchísimo a su hija, y la película nunca lo pone en duda; le gusta jugar con ella, la gusta cantar con ella, le gusta hacer que su vida sea más divertida, tratando de ocultar la evidente oscuridad que las rodea y que absorbe a Cynthia desde dentro. Y sin embargo, también resulta interesante ver como la mujer justifica la vida tan extraña (y poco higiénica) que ha construido para las dos, otorgándole valor y significado a la basura que acumula, y tratando de inculcarle valores similares a Maria.
Esto, pues, le otorga mucha complejidad al personaje de Cynthia, y por ende, a la forma en que Maria la va recordando ya de grande. Por un lado, se trata de una madre irresponsable, que está poniendo en peligro a Maria e incluso a sí misma (esto último tiene graves consecuencias para ambas). Pero por otro, no es que la maltrate ni le pegue ni le grite. El problema es que Cynthia ha decidido trasmitir su amor de la forma más extraña y sucia posible, lo cual, por más de que haya buenas intenciones, simplemente no es bueno para la niña. Por ende, como espectador, uno termina juzgando a Cynthia hasta cierto punto, pero también le tiene compasión. Después de todo, queda claro que se trata de una mujer con un desorden mental no diagnosticado, que mucho tiempo atrás debió haber recibido ayuda.
Todo esto es presentado, pues, a través de una narrativa atípica, en la que nos centramos en relaciones tóxicas, muchas de ellas de codependencia. Cynthia dependía hasta cierto punto de Maria; esta última se separa de la primera, pero luego comienza a depender de los recuerdos de su madre, y el recién llegado Michael comienza a depender de Maria, llegando a rogarle por su amor (el cual claramente la chica no siente por él). Son personas rotas, incompletas, que reciben ayuda de otros pero que no siempre la aceptan, y que están en busca de recuerdos que los llenen, o que al menos lo remonten a mejores épocas. En el caso de Michael, además, tenemos a alguien que regresiona y que causa la regresión en Maria, haciendo que ambos se conviertan de nuevo en niños (figurativamente, claro está) por un tiempo.
La dirección de Luna Carmoon ayuda a que todo esto resulte digerible; entendible, pero no por eso menos extraño. Hoard está llena de momentos francamente asquerosos —especialmente durante la primera mitad de la historia— que causaron reacciones viscerales en mí, pero también de escenas de belleza, en las que entendemos la perspectiva de Maria pero especialmente la de Cynthia. No se trata de un filme que romantice la acumulación ni mucho menos, pero sí de una historia que nos invita a empatizar con sus protagonistas —pero también a juzgarlos y a considerar las diferentes maneras en las que están afectado a quienes los rodean.
Como Maria, Saura Lightfoot-Leon está excelente, desarrollando a la chica como alguien que ha reprimido todos los recuerdos de su infancia, pero que gradualmente va regresionando y convirtiéndose en lo que alguna vez fue su madre. Se trata de una interpretación verosímil en medio de un contexto muy curioso, que logra convertir a Maria no en una mera idea o representación de los temas principales de Hoard, sino más bien en un ser humano tridimensional. Y como Michael, Joseph Quinn nos otorga una interpretación que, a pesar de comenzar de forma bastante sutil, poco a poco se va tornando más patética, como un castillo de arena que se desmorona mientras el tsunami de Maria va chocando contra él. Es una actuación vulnerable que complementa el trabajo de Lightfoot-Leon a la perfección.
Hoard no será para todo el mundo. Hay, seguramente, quienes no aguantarán la caracterización de Maria y su madre, especialmente durante la primera mitad de la historia, cuando las vemos viviendo en condiciones francamente deplorables. Pero si deciden darle una oportunidad a la película, se encontrarán con una narrativa fascinante sobre relaciones complejas entre madres e hijas, y sobre la importancia de los recuerdos, por más de que uno se pueda volver dependiente a ellos. La basura es, pues, una suerte de metáfora para los recuerdos del pasado; algo que no debe ser acumulado, y cuya exagerada presencia puede traer terribles consecuencias para la gente. Hoard es de lo más original que haya visto este año; espero que pronto esté disponible globalmente para que un mayor público pueda acceder a ella.
Nota: vi Hoard gracias a un screener provisto por Sicily Publicity.
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