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27 FCL: “Eureka” (2023) y el Oeste de la angustia

La última película de Lisandro Alonso se acerca al wéstern y al policial, pero para introducirnos en la fe de sus personajes por la salvación en un mundo mítico mágico. Es una de las cintas más atractivas en la competencia de ficción del Festival de Cine de Lima.


Por José Carlos Cabrejo FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Eureka
“Eureka” (2023). Fuente: Otros Cines

En Eureka, Lisandro Alonso regresa a motivos y tratamientos ya presentes en su obra para darles otra dirección. Nos colocamos ante encuadres durativos y tiempos muertos, como los que se aprecian de forma notoria al inicio de su filmografía, pero también ante la referencia al wéstern, como se pudo apreciar en su película previa, Jauja (2014). En efecto, la primera parte de la película actúa en ese espíritu como un acid western, esa suerte de subgénero en el que pueden encajar, por su connotación lisérgica, películas como The Shooting (1966) de Monte Hellman, El Topo (1970) de Alejandro Jodorowsky o Dead Man (1995) de Jim Jarmusch.


Eureka empieza en blanco y negro, con Viggo Mortensen, al igual que en Jauja, inmerso en un escenario de violencia. Tanto el contraste expresionista de la fotografía como esos balazos que se disparan sin dejar marca en el cuerpo crean un clima enrarecido y surreal. Sin embargo, su narrativa es canónica, de búsqueda, con el protagonista al rescate de alguien, tal como lo hace el personaje de John Wayne en un clásico del wéstern como Centauros del desierto (1956) de John Ford. De pronto, a continuación, la película se abre a otra capa metacinematográfica.

Eureka
“Eureka” (2023). Fuente: Micropsia

En una segunda parte, Eureka gira al policial y con otro personaje. Ya no estamos ante los vaqueros de disparos certeros. Tenemos un personaje que si bien se haya en una búsqueda, está saturado por la rutina y lo previsible. Si el personaje de Mortensen se enfrenta a la aventura de lo inesperado, la policía se ve rodeada por esas voces telefónicas que parecen repetirse robóticamente, o las quejas incesantes de una persona esposada en un patrullero.

Ese contraste entre la ficción del Oeste vista en la pantalla por un personaje y el tedio de una vida policial cualquiera abre paso a una tercera parte. Estamos ante un pasaje de la película muy Lisandro Alonso pero que puede enlazarse con Apichatpong Weerasethakul (como ya hemos visto, una influencia central en varias películas de la competencia), por esos recorridos de encuadres dilatados en la selva, con personajes que hablan de sus sueños, o por esa conexión de lo animal con lo mítico mágico. De cualquier modo, ello de una manera u otra nos conduce nuevamente a territorios del wéstern.

Eureka
“Eureka” (2023). Fuente: Unifrance

Es la figura del indio, pero también esos espacios nevados, como en El gran silencio (1968) de Sergio Corbucci, que van vaciándose de las claves del género, en esa desdramatización que parece contener una honda angustia, y en esas mutaciones de los personajes en seres no humanos que tienen algo de humor del absurdo y del gusto de Buñuel por crear con animales las aproximaciones más insólitas.


Eureka es una película desconcertante. Lisandro Alonso retorna al mundo de los géneros para desmontarlos y hablar de un vacío que instala el deseo por la vuelta a los orígenes ancestrales.


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