La última película de Matías Bize apela al escenario exterior y el plano secuencia para reflexionar sobre ciertos roles familiares. Es parte de la competencia de ficción del 27 Festival de Cine de Lima PUCP.
Por Marcelo Paredes FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA
El castigo es la nueva película de Matías Bize, director que realizó el largometraje En la cama. La cinta del año 2003 transcurre en una sola locación en interiores, mientras que esta se desarrolla en una sola locación exterior que es la entrada de un bosque, donde una pareja pierde a su hijo y su desesperación por encontrarlo, sumado a las tensiones de su propia relación, irá aumentando de a pocos.
Con el uso del plano secuencia como motor de toda la acción, el director cuenta este relato que, a pesar de su corta duración, opta por un ritmo pausado y contemplativo, distinto a muchos ejemplos emblemáticos de este recurso, para que el espectador sea absorbido por su atmósfera laberíntica. Las interacciones entre los personajes, junto al uso del bosque como ambiente, en un inicio se van disipando entre miradas y frases cortantes, pero a medida que el metraje avanza, la verdad sobre deseos ocultos tras las apariencias se va revelando.
En guion y puesta en escena, la película en buena parte funciona. El plano secuencia encuentra un real sentido más allá de ser algo meramente efectista, para que como audiencia nunca nos separemos de esta pareja. Los diálogos van soltando muchas pistas que logran una interesante sutileza. Sin embargo, el problema de El castigo está en el final. Dicha sutileza sobre la maternidad en estos tiempos, encarnada en la buena actuación de Antonia Zegers como Ana (la madre), se va perdiendo.
Lo que en un inicio era un buen drama íntimo, lamentablemente no termina de cerrar. Gana el afán discursivo y el subrayado, que se expresa en todo su esplendor a través de un monólogo cerca al final. No es algo que la haga una mala película, pero sin duda le hace perder muchos puntos.
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