A pesar de polarizar a la audiencia a nivel global, la cinta protagonizada por Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gómez se asienta como candidata en los Premios Oscar tras haber sido galardonada en Cannes, los Globos de Oro y más.
Por Gustavo Vegas Aguinaga CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL
![“Emilia Pérez” (2024). Fuente: Le Devoir](https://static.wixstatic.com/media/f24c57_a684c4353af044969c73e7352243313d~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_551,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/f24c57_a684c4353af044969c73e7352243313d~mv2.jpg)
Con ¡13! nominaciones a los Premios Óscar, la película de Jacques Audiard ha generado todo tipo de comentarios en redes sociales, prensa y más. Si bien desde ya advierto que tengo mis reparos con la cinta, no se trata de las polémicas en Internet, sino de cuestiones de visión y realización. No podría juzgar a Jacques Audiard por querer poner en pantalla al México que se imaginó en el papel mientras escribía su guion; el asunto es que se siente totalmente vacío, caricaturizado. Es una carcasa falsa y floja que empieza con tres mariachis cantando para luego mostrar a Zoe Saldaña en plena redacción de documentos jurídicos en un puesto de “carnitas” mientras atrás acuchillan a alguien. Esa es la primera impresión de México que nos propone el director francés.
Tampoco es que un francés o algún europeo no pueda retratar México o algún otro país latinoamericano. Pensemos en la reciente Queer del italiano Luca Guadagnino y esa riquísima primera parte ambientada en CDMX con cantinas, moteles y tequilas. Hay un encanto que parte de la verosimilitud de lo que vemos; no como en el caso de Audiard que se siente extraño y hasta torpe. De ahí que la película falle en conectar con la audiencia, pues no logra establecer una realidad creíble. Claro, resulta tonto pedir realismo en un musical, pero sucede porque las canciones y demás deben caer como propias e inherentes a tal mundo y las asumimos así. Este no es el caso. Cuando se trata de hurgar en las heridas abiertas de un país Emilia Pérez no sólo hace un trabajo terrible, sino que pareciera no haber hecho trabajo alguno.
Ahora, reconozco que no descubro el fuego si digo que a nivel técnico la película posee elementos que destacan, sean algunas secuencias o números musicales bien dirigidos (Audiard ya ha enamorado a la crítica con Un profeta, Metal y hueso, entre otras); una fotografía que por momentos acompaña bien a los personajes y ayuda a contar la historia, pero en otras ocasiones se jacta de ser atrevida cuando más recuerda a la estética de los videoclips musicales de hace más de diez años; o finalmente la actuación de Zoe Saldaña, la única rescatable de entre Selena Gómez y Karla Sofía Gascón.
El rechazo incontrolable a la película ha llevado el debate hacia las polémicas que la rodean y no a la calidad cinematográfica de lo logrado por Audiard y compañía. Hay puntos altos, pero esos méritos, como las víctimas de Emilia, van desapareciendo y la misma cinta los olvida entre canciones y estereotipos flojos. Los méritos que puede tener la cinta son opacados con creces por los sinsentidos del guion y lo perezoso de la propuesta: de nada sirve tener aspectos técnicos decentes si narrativa y conceptualmente deja demasiado que desear. Los personajes no se desarrollan y parecieran no tener agencia ni motivaciones. Jessi (Gómez) es la esposa que tiene un affaire y nada más, no tiene peso alguno en la historia salvo al final y Rita (Saldaña) intercambia una vida gris por dinero, pero cuando por fin presenta un dilema (su vida romántica) nunca se vuelve a mencionar.
!["Emilia Pérez" (2024). Fuente: Vanity Fair](https://static.wixstatic.com/media/f24c57_72f644c70b914dd8bee05b3c7c9f90a5~mv2.webp/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/f24c57_72f644c70b914dd8bee05b3c7c9f90a5~mv2.webp)
La titular Emilia Pérez (Gascón), por su parte, pareciera tener una transición de género solamente para huir de la justicia y de su pasado. De manera vaga Audiard busca que tal transición signifique también una transformación de la moral de Emilia: si antes tenía una vida criminal ligada a las desapariciones, ahora funda una ONG para buscar a las víctimas. Lo que para la cinta es un encuentro con su verdadero ser termina por ser una búsqueda vacía de parte de Pérez como de Audiard. Me explico: la protagonista dice que se amó a sí misma cuando sintió las lágrimas y el dolor de una de las hermanas de un desaparecido, y en la escena del karaoke Jessi canta que ser mujeres es tener amor propio. Entonces, lo que finalmente establece a Emilia Pérez como mujer es el amor que se tiene a partir de la miseria de otros.
Tal conflicto resultaría de interés si fuese esto lo que motivase las acciones de Emilia y no al revés. Es decir, la ambigüedad moral funciona cuando el personaje actúa a partir de esta característica y no cuando se le fuerza desde el guion, dirección e interpretación a obrar de manera cuestionable para decir que tiene matices y dimensiones. La ambigüedad moral habría de ser el medio y no el fin, pero Emilia Pérez se empeña en (de)mostrar sus dos caras. Ejemplo: Emilia busca redención al encontrar el cuerpo de una de sus víctimas y vemos un fundido entre la excavación y la mano de la hermana del fallecido (mencionada arriba); después se aprovecha y busca afecto en la hermana de otra víctima y cuando le pasa la mano por la espalda se ve en contraste otro fundido que va ahora del cuerpo de esta mujer pobre a los barrios pobres llenos de color. Una figura floja que da fe que ahora Emilia es feliz. Pareciera que para Audiard la pobreza colorida es menos pobreza.
Finalmente, y para seguir con el descaro, el director francés elabora un tercer acto cuyo inicio era esperarse y su final fue de todas maneras imprevisto al tirar todo por la borda y licuar todos los estereotipos que le faltaban (drogas, armas de fuego, machismo y violencia de género) para que Emilia tenga su último momento de brillo (obvio, predecible) e imponer el tono triste de una escena que deviene en la miseria tanto de la vida criminal como de la vida trans. Meten a Emilia en la maletera de un carro (¡como alguno de los desaparecidos!) que explota y muere.
Lejos de plantear lecturas interesantes sobre la identidad de género (como lo hicieron en 2024 Vi el brillo del televisor de Jane Schoenbrun y, en menor medida, El jockey de Luis Ortega), Emilia Pérez falla en ser una entrada sustanciosa a dicha temática. En un país que parece México pero no es México y en los últimos segundos de desfachatez que le quedaban, Audiard pinta a su protagonista como santa popular, pero la intención es canonizar a Emilia Pérez personaje y Emilia Pérez película; un pedido sumamente inútil considerando los pecados de cada una.
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