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“El mal no existe” (2023): naturaleza, metáforas y minimalismo

Actualizado: 14 jun

La más reciente cinta de Rysuke Hamaguchi aún puede verse en el marco del Festival Al Este. Es otro título destacado en la obra del director de Drive my car.


Por Alberto Ríos                                                                             FESTIVALES/AL ESTE

"El mal no existe" (2023). Fuente: El antepenúltimo mohicano

Luego de ganar la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes y el premio Oscar a mejor película extranjera por Drive my car (2022), el cineasta japonés Rysusuke Hamaguchi regresa a la gran pantalla con El mal no existe (Aku wa sonzai shinai), cinta con rasgos de slow cinema que mediante metáforas explora la conservación de la naturaleza frente a los intereses comerciales de las empresas capitalistas.


La película sigue a Takumi y a su hija, Hana, quienes viven en un pueblo cercano a Tokyo. Su vida se verá profundamente afectada cuando descubren que cerca de su casa se va a construir un glamuroso camping para que los habitantes de la ciudad hagan escapadas cómodas a la naturaleza. Cuando dos representantes de una empresa de Tokio llegan al pueblo para celebrar una reunión, queda claro que el proyecto tendrá un impacto negativo en el suministro de agua local y provocará problemas.


La película inicia con un largo travelling del bosque en invierno, al final del cual se nos presenta al protagonista. Takumi vive cerca del bosque y es el “mil oficios” del pueblo. Además, tiene un gran respeto y conocimiento de la naturaleza, sabe el nombre de todos los árboles que allí se encuentran, distingue las plantas comestibles y puede seguir el rastro de los diversos animales que atraviesan sus parajes. De la misma forma, su hija ama jugar y explorar en medio de la naturaleza. Hamaguchi se toma su tiempo para empezar a contar su historia, ya que se regodea en los planos de Takumi y Hana entre los árboles y la nieve, estableciendo su conexión con la tierra y el entorno. El director japonés disfruta de mostrar la vida rural en esta pequeña comunidad japonesa, y gracias a su minimalismo poético de imágenes depuradas y diálogos breves, logra transmitir el respeto que siente por este estilo de vida.


Aunque no todo es armonía. El mal no existe es una película sobre luces y sombras. Estás últimas llegan con el “progreso” y la empresa que quiere lucrar con el bosque para hacer una zona de camping exclusivo. Luego de que Takahashi y Mayzumi, representantes de la compañía, hagan una reunión informativa con los habitantes del lugar, quedará demostrado que el proyecto tiene diversas fallas y que afectará la fuente de agua del pueblo y la vida de sus residentes. A partir de esta reunión, ellos buscarán a Takumi para poder aprender más sobre el lugar en el que van a construir.

"El mal no existe". Fuente: Neo2 Magazine

Hasta allí podría parecer un drama ecologista tradicional, pero no lo es. Hamaguchi esquiva las representaciones típicas en sus personajes y, sobre todo, narrativamente se escapa de los característicos. La cinta se torna de cierta manera metafórica y, acompañada por la música de Eiko Ishiba (que fue la base para crear esta historia), carga dramáticamente su desenlace.


Takumi menciona a los empresarios sobre los ciervos que habitan en la zona que “nunca atacan a los humanos a menos que estén heridos o lo estén crías”. Estas criaturas aparecen durante la cinta en los sueños de Hana o a la distancia mientras los protagonistas pasean por el bosque. Sus visiones dan la sensación de ser oníricas, entre el blanco de la nieve y lo borroso de la niebla, como ya los representara Ildikó Enyedi con En cuerpo y alma (2016). Pero aquí estas criaturas (usualmente vemos una macho y una cría) están más cerca de representar la relación de Takumi y Hana con esta naturaleza herida de lo que parece. Puede que incluso puedan representar a la naturaleza misma.


De hecho, todo el entorno recuerda al novelista japonés Yasunari Kawabata y como este puede representar las emociones de sus personajes. El primer travelling ocurre en medio del sol y el bosque parece espacioso y amplio mientras Takumi realiza sus labores cotidianas. Sin embargo, ante la llegada de los empresarios este se torna oscuro, denso y sus ramas son capaces de herir a quienes lo profanen. Hamaguchi busca impactar con la escena final que seguro dejará helado a más de alguno y confundidos a trozo. Y es que tal vez en este paraje no hay espacio para el mal alguno.



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