La precuela de El Hoyo deja más dudas que certezas en un intento de traer una trama que busca profundizar e ir más allá de los temas planteados en la primera entrega. Hay ideas que de base son interesantes, pero tiene un desarrollo pobre.
Por Francisco Torres CRÍTICA / NETFLIX
La película comienza con una introducción en la que se intenta establecer una metáfora entre los niños y los prisioneros que se encuentran en el hoyo. Poco después, a través de entrevistas entrecortadas, se presenta un poco a los personajes principales: Perempuan, una artista, y Zamatin, quien fue enviado allí por su comportamiento errático. Uno de los problemas principales es que estos personajes no generan ningún tipo de empatía, lo cual es grave, ya que hace que el espectador pierda el interés en lo que les sucederá.
Hay un sentimiento de despreocupación que desvía la atención que debería generarse. En un momento, Zamatin cuenta su pasado, mientras que Perempuan lo hace a través de una entrevista previa, en un intento de darles un trasfondo que resulta superficial. En otro momento, se explica una regla que los prisioneros deben seguir en relación con la comida diaria, y quienes no cumplen son considerados bárbaros. Estos prisioneros son ajusticiados por los llamados "ungidos". Es aquí donde se establecen dos bandos. Al principio, Perempuan apoya a quienes siguen la regla, pero ciertos eventos le cambian la perspectiva. Esto sugiere una crítica a la figura de autoridad y a la represión que puede surgir al intentar imponer un orden.
La aparición de Dagin Babi, uno de los "ungidos", ejemplifica de manera vaga esta dinámica. Es una especie de figura mesiánica que defiende la ley y el orden absolutos para la supervivencia. En contraste, los llamados bárbaros son inicialmente percibidos como una amenaza, aunque sus motivos y comportamiento se logran comprender un poco mejor.
La película intenta ofrecer una lectura social sobre las estructuras de poder y la cosmovisión de algunos personajes en el hoyo, pero estos elementos resultan bastante básicos. Se sienten como un agregado adicional destinado a darle un contenido más profundo más allá de la sangre y la acción. El problema radica en que se banaliza el culto a la autoridad, representado por Dagin Babi, así como el aspecto religioso en torno a la adoración de ese sistema de poder que rige en el hoyo, el cual finalmente queda sin mayor desarrollo.
Narrativamente, la cinta sigue una estructura similar a la de la primera película, en la que los personajes principales terminan descendiendo hacia pisos inferiores. La diferencia notable es que, debido a esta repetición, el misterio es mucho menor. Hubiera sido preferible explorar los orígenes de la creación de ese sistema y los primeros individuos que tuvieron que experimentar esa prisión. Al seguir una trama que ya no puede sostenerse tanto en el misterio o la tensión, se recurre a la acción de una manera que no aporta un ritmo adecuado. Esto afecta la relación entre los protagonistas, que no se siente orgánica. El vínculo de hermandad que forman surge demasiado pronto y no se desarrolla lo suficiente.
La acción no ha sido filmada de una manera visualmente atractiva; no hay planos que busquen comunicar algo más allá de simplemente mostrar al personaje frente a la cámara. No se percibe una propuesta fotográfica que contribuya a la historia a través de la imagen. La presentación visual es monótona, incluso en momentos donde la tensión aumenta y se culminan arcos argumentales, lo que deja este aspecto sin ningún elemento destacable.
En conclusión, El Hoyo 2 presenta grandes fallos narrativos que la vuelven monótona y con personajes poco atractivos. Aunque tiene algunas bases para generar un discurso social que invite a la reflexión, este termina siendo un simple añadido sin mayor profundidad.
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