La época navideña ha sido siempre la ocasión perfecta para esperar unión, amor, regalos y ¿la llegada del Anticristo? Este es un repaso por la comedia satánica y festiva de Alex de la Iglesia que se convirtió en un clásico del cine español.
Por Mariano Soto CRÍTICA / YOUTUBE

Con un guion que horrorizó a los propios hermanos Almodóvar y su productora El Deseo, quienes decidieron rechazar el proyecto, Alex de la Iglesia, contradiciendo a su apellido, trajo en 1995 un filme que mezcla la Navidad, el satanismo, la llegada del Anticristo y el fin del mundo, y que sirve como una radiografía de una sociedad azotada por el consumismo, la desigualdad, la indiferencia, el auge de grupos fascistas y el poder de los medios de comunicación. Una realidad apocalíptica que no se alejaba mucho de la demoníaca representación que el director bilbaíno proponía, un alboroto y desenfreno propios de la época, pues nunca estuvimos tan cerca del apocalipsis como a fines del milenio pasado.
Uno de sus grandes aciertos está en su acercamiento a las calles de Madrid, mostrándola de una manera que resulta familiar, una ciudad sucia e injusta, repleta de mendigos y vagabundos, así como de violencia y crimen bajo la mirada de un pueblo cínico que, en realidad, mira hacia otro lado; pero a su vez, rodeada de grandes edificios con publicidades millonarias. En cierto modo, un lugar al que todos podemos reconocer, a pesar de que se sienta profundamente madrileño, partiendo desde los lugares en que se filma hasta el lenguaje repleto de jergas locales que se usan. Se forma, así, una reminiscencia al camino de Travis Bickle por Nueva York en Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese. De la Iglesia plantea desde el inicio una interesante aproximación a los contrastes de la sociedad, poniendo a una cabra negra al lado de indigentes en uno de los planos secuencia que presenta la ciudad, el mal está con ellos desde el inicio, como si de una especie de condena se tratara. Se muestra, así, la convergencia entre el caos y la resignación, vemos a la gente ocupada viendo la televisión o preocupándose por las fiestas navideñas mientras la ciudad está siendo vandalizada y hay gente muriendo de hambre en las calles.
Quien nos lleva por este viaje es el padre Ángel, un cura experto en teología interpretado por un grandísimo Álex Angulo que ha descubierto que el Anticristo nacerá en Madrid en Navidad, pero no sabe exactamente dónde. Para ello, empieza a realizar todo el mal posible para agradarle al demonio y poder unírsele con la única finalidad de evitar el nacimiento de su hijo y el fin del mundo durante la Noche Buena. Con una gran irreverencia y una dosis de humor negro que se sostiene toda la película el padre emprende su camino del mal robando, fumando e insultando, pero con toda la inocencia de alguien que en el fondo quiere hacer el bien. En el trayecto se encuentra con el profesor Cavan, un charlatán que tiene un programa de misterios sobrenaturales en televisión y con José María, un vendedor de discos de metal, a quien da vida Santiago Segura en uno de los mejores papeles de su carrera. Así, se forma un grupo, una especie de Reyes Magos, que, en lugar de llevarle regalos al hijo de Dios, están yendo a matar al Anticristo.

La película le da la vuelta a la realidad y parece imitarla para hacer las cosas al revés. De pronto tienes a un padre que se acerca a un moribundo en su lecho de muerte para mandarlo a pudrirse en el infierno, o a un hombre que, asemejando a un sacerdote entregando la hostia, le pone droga en la boca a su abuelo desnudo para luego darle un beso en la frente. En la misma película se menciona que el diablo quiere imitar a Dios para burlarse, y es, en este caso, Alex de la Iglesia quien imita a la realidad para burlarse de ella y destapar ciertos filtros morales que suelen tener algunas personas. De este modo, con mucha ironía el director nos lleva por un viaje satánico a través de rituales, conciertos de death metal, escenas de acción en un cartel gigante en lo más alto de un edificio de la Gran Vía y el nacimiento en un pesebre de una familia de indigentes en la planta baja de unas torres gigantes.
Del mismo modo que conoce la ciudad, el español maneja los conceptos que rodean al satanismo en el género de terror y en la sociedad misma, y usa estos estereotipos a su favor. A través del vidrio de una tienda en la calle, un estante que asemeja a un altar con calaveras y vinilos de Iron Maiden, Metallica, Sepultura Manowar y Def Leppard atraen al cura Ángel, quien sin dudarlo entra y baja las escaleras del local, su descenso al inframundo. Ahí, se encuentra por primera vez con José María, quien está rompiendo un mostrador con la cabeza de un cliente que no le quiere pagar por un disco. Ahí se forja su relación, entre álbumes de Venom y canciones reproducidas al revés en busca de mensajes subliminales del demonio. En ese sentido, con su música del infierno Alex de la Iglesia pone a rodar su película.
Esta relación entre el cura y el metalero tiene vestigios del Quijote de Cervantes. El padre, un erudito en su materia que ha pasado años encerrado leyendo, sale al mundo exterior en busca de historias que parecen fantasiosas. Tiene la misión de detener el nacimiento del Anticristo y la llegada del fin del mundo. El destino lo cruza con su Sancho de turno, José María, orgullosamente satánico y de Carabanchel, como él mismo dice, que rápidamente se involucra en los delirios de Ángel y que termina siendo su fiel acompañante y su motivación en el momento en que este piensa rendirse. Esta dinámica de buddy movie demuestra la importancia de la película en el cine de género español, pues mezcla comedia, terror, fantasía, aventura e incluso acción, con escenas que no tienen nada que envidiar al cine de Hollywood de aquellos años, marcando un hito y una relevancia que alimentó a futuros (hoy presentes) cineastas que le devolvieron a su país esa gran producción de cine fantástico. No queda solo en el género, sino que de la Iglesia demuestra su versatilidad con el formato y experimenta con el found footage en la increíble secuencia de presentación del profesor Kavan en su programa de televisión. Una aproximación previa a películas como The Blair Witch Project (1999) o REC (2007), una de las cintas de terror más exitosas de su país.

Resulta curioso que, entre tanta irreverencia y humor negro, haya una presencia que genere más incomodidad que la del mismísimo Lucifer. La violencia y las “maldades” que realizan los protagonistas tienen un tono muy distinto al que realizan los miembros del grupo fascista que firma sus actos vandálicos con Limpia Madrid. Entre tantas figuras que han sido invertidas y situaciones ridículas que se hacen pasar como malvadas, la crudeza con la que este grupo realiza sus actos es lo que finalmente genera terror. La cercanía con este tipo de ideologías y lo vigente que se siente incluso a más de veinte años de su estreno es lo que, quitando los elementos sobrenaturales, los cuales podrían ser incluso producto del viaje alucinógeno de los protagonistas, lo único palpable son estos individuos de clases altas, vestidos con ropas de marcas caras que se encargan de asesinar indigentes y vagabundos en la cara de un pueblo encantado por los medios hasta el punto de la indiferencia, lo cual se evidencia en la visita de Kavan a una tienda en donde todos han sido asesinados por miembros de Limpia Madrid, situación ante la cual el profesor actúa como si nada hubiera pasado y continúa comprando. De algún modo, el director plantea la presencia de este grupo como una representación palpable de la maldad, e incluso se puede ver en el rostro horrorizado del padre Ángel después de verlos cometer un atentado en frente suyo, como si hubiera visto a La Bestia cara a cara.
La película que parte de una premisa absurda, repleta de irreverencias y herejías, no se queda sin criticar a la sociedad, llevándose por delante al capitalismo, el consumismo, la televisión y, sobre todo, los fuerzas fascistas, los discursos de odio y la indiferencia e hipocresía de la sociedad. La maldad no se encuentra en el Anticristo, la maldad está entre nosotros y no es necesario esperar al fin del mundo para poder presenciarlo. Un filme que significó antes y después para el cine de género español, volviéndose un clásico y una película navideña para no ver en familia.
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