Nominada a mejor película en los Premios Oscar, el primer largometraje de Celine Song es un pequeño y personal drama sobre dos personas cuyas vidas están íntimamente conectadas, a pesar de haber vivido a océanos de distancia.
Por Hitoshi Isa Kohatsu CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL
Cuando Nora (Greta Lee) era una niña se mudó de Corea del Sur a Canadá, dejando atrás a su amigo, primer amor y rival académico Hae Sung (Teo Yoo). Pasan años, ambos llegan a la adultez joven, y una mera coincidencia los lleva a tratar de reiniciar su conexión. Después, Nora se enfoca en su carrera y se casa con alguien más -en parte por la visa, aunque no falta el amor en su matrimonio-. Por su parte, Hae Sung continúa con sus estudios en Asia.
Eventualmente se reencuentran. Son extraños el uno para el otro, pero a la vez familiares. Tienen una relación que supera esa descripción. La película vive y muere en esa ambigüedad entre sus dos personajes centrales, en esa idea de todo lo que pudieran haber sido y lo que terminan siendo.
El guion separa tres tiempos en la relación de Nora y Hae Sung. Su amistad a los 12 años, que se ve interrumpida cuando ella se muda. Su reconexión 12 años después a través de Facebook, con la distancia y los horarios jugándoles en contra. Tras otros 12 años, se vuelven a ver cara a cara en una visita turística de Hae Sung en Nueva York.
En ese último tiempo, el “presente”, es en el que se define la relación entre ambos. La primera escena toma lugar en este periodo, antes de que la película salte a su niñez y siga cronológicamente. Aparecen Nora, su esposo y Hae Sung, quienes platican, visiblemente incómodos, en un bar. Voces en off especulan sobre la relación entre ellos, las que podrían representar de cierta manera las posibles teorías que arma la audiencia en el visionado del largometraje. Así, surge una pregunta: ¿qué son el uno para el otro?
Si se pudiera determinar cuál es el tema central del filme, sería el destino. No como una fuerza dominante que guía a los personajes, sino como el reflejo de las decisiones que han tomado, y que los ha conducido a lo que vemos en la trama: cada camino tomado (y no tomado) en el transcurso de su existencia, cada muestra de afecto, cada roce y pequeño detalle del uno con el otro. Aparece así la melancólica futilidad de arrepentirse por las decisiones no tomadas.
Song utiliza un concepto espiritual de la cultura coreana, inyeon: las conexiones en vidas pasadas van determinando las relaciones que se tienen en la vida actual. Se emplea como metáfora. Cada periodo de tiempo es una “vida pasada” que determina la posibilidad e imposibilidad de los vínculos personales del presente.
La metáfora también se enlaza claramente con la experiencia de la inmigración. La manera en la que tras cierto tiempo fuera de la cultura de origen esta se siente distante. El personaje de Nora carga la exploración de esta idea en sus complicaciones con su propia identidad y en cómo Hae Sung le hace recordar a la persona que pudo haber sido si nunca hubiera emigrado. Greta Lee encarna estas complejas emociones a la perfección.
La dirección se podría considerar sutil, sobria. Su escala relativamente modesta y su énfasis en las interacciones entre dos personajes que solo llegan a tener una relación ambigua la puede hacer comparable a trabajos de Richard Linklater, como los de su trilogía de “Antes de…” con Ethan Hawke y Julie Delpy. Más allá de ello, Celine Song es capaz de encontrar una voz única a través del pesar de sus encuadres, por la forma en que enfoca a sus actores principales juntos, y del ritmo afligido con el que lleva la película. Es un debut deslumbrante.