Han pasado ya unos meses desde que el gran éxito de taquilla proveniente de la India llegó a Netflix y encantó a todo el mundo por sus altas dosis de acción y entretenimiento, algo que Hollywood, al parecer, ya no sabe dar.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / NETFLIX
Una niña es sacada a la fuerza de su pueblo por altos mandos británicos durante la ocupación inglesa en la India a inicios del siglo XX, causando así que Komaram Bheem, guardián del pueblo, inicie una feroz búsqueda para traerla de regreso. Lo que no sabe es que quien se le opondrá será el igual de feroz Alluri Sitarama Raju, un militar simpatizante de la Corona de interés revolucionarios secretos, con quien formará una inesperada y entrañable amistad en medio de todo el conflicto.
¿Qué tanto sabemos del cine de la India? Creo que es una pregunta válida porque probablemente la respuesta, para una gran mayoría, sería que no mucho. Nombres como los del famoso actor Shah Rukh Khan o del cineasta Satyajit Ray y su Trilogía de Apu tal vez sean los más grandes referentes que muchos puedan tener en cuanto a ese cine, al menos hoy en día. A eso se le sumarían los numerosos clips que gracias al internet se han masificado, en los que vemos cómo suelen abordar distintos géneros cinematográficos de la manera más particular y exagerada posible.
Esta es una práctica muy vigente hasta ahora, siendo en parte la causante de que una de las películas más taquilleras de ese país haya llegado a ojos de Occidente y se convierta en uno de los fenómenos más curiosos del 2022. Porque si alguien pensaba que una película como Todo en todas partes al mismo tiempo representaba una bocanada de aire fresco, es porque no ha conocido aún lo que una película como RRR puede hacer con el doble de originalidad, coherencia y con un presupuesto solo un poco mayor. Dicho esto, veremos qué de interesante esta producción de Tollywood, no confundir con Bollywood, que es solo una parte de la vasta industria del cine indio, tiene para ofrecer.
Más allá de que esta película llegue a este lado del mundo producto de la clara fatiga que hay hacia el cine que siempre hace Hollywood, hay que reconocerle que también tiene méritos propios para poder hacerlo. En una línea similar a lo que hace unos años fue también Mad Max: Fury Road, la película de S.S. Rajamouli eleva a la enésima potencia los niveles de acción, derrochando estilo en cada plano, sin nunca perder el rumbo de lo que busca por encima de todo que es dar un gran espectáculo.
Pero es incluso en ese espectáculo que su mensaje de la unión por encima de la división cobra también mucha fuerza. La película hace énfasis en todo momento en ese enfrentamiento de fuego y agua. Dichas fuerzas, aunque en simple apariencia opuestas, al final provienen de una misma naturaleza. Todo resulta en un épico viaje de comprensión del por qué estas fuerzas, con los medios suficientes, pueden sacudirlo todo si encuentran la armonía adecuada.
Todo eso es pasado por un filtro revisionista que recuerda al empleado por Quentin Tarantino en Bastardos Sin Gloria o Django Sin Cadenas. Al igual que en estas películas, Rajamouli busca ir más allá de la historia real para dejar algo que no se quede solo en la documentación de algo que pasó. Lo que vemos es inexacto históricamente y de pocos matices, lo que indica que el mensaje no necesariamente tenga que ser puramente sociopolítico y por ende muy “serio”. Aquella unión de fuerzas no solo involucra lados políticos o búsqueda de independencia de colonias, sino también el poder de los sentimientos. Un amor que no solo es hacia la patria, sino también hacia la gente que queremos y también en algún momento quisimos.
Sí, es cierto que dura tres horas y sí, es cierto que su estética maximalista haga ruido en algunos, mas no puede ser pasada por alto si lo que se quiere es ver algo que está fuera de lo común y aún así se sienta tan familiar. La narrativa, en su simpleza, puede rememorar a los clásicos ochenteros de hombres forzudos más grandes que la vida misma, cuyas hazañas logradas en base a pura fuerza over the top se vuelven moneda común. Las presentaciones de ambos protagonistas, casi sin palabras, son una demostración total de algo que se irá volviendo cada vez más explosivo.
Por supuesto que no todo será acción descarnada, ya que como se mencionó antes, esta es también una película sobre el amor y la amistad. Para eso, tendremos también momentos de romance que pueden ser tanto cómicos como puramente dramáticos, asemejándose, en el buen sentido, a una telenovela turca (por dar un ejemplo con el cual estemos más familiarizados). Al ser de la India no podrían faltar tampoco las clásicas secuencias musicales, destacando especialmente un duelo de baile que quedará para el recuerdo por su alto nivel de calidad en puesta en escena y detalle coreográfico.
Si hay algo que no me terminó de gustar es el ritmo de la película. Con esto no quiere decir que sea lento, ya que sus tres horas de duración casi ni se sienten y hago énfasis en “casi” porque aún con toda su adrenalina, cuenta con algunos pasajes que hacen que el ritmo sea algo irregular y no te involucres tanto con lo que ves. Esto tal vez ya sea una cuestión cultural, al no estar acostumbrado a toda esa mezcla de géneros que sí se suele manejar ahí, pero quizá ajustando mejor eso, pudo ser aún mejor.
En conclusión, el baile, la acción violenta y el melodrama, aunque muy distintos, conviven como una sola fuerza, que entrega una de las películas más sorprendentes del año, que nos deja reflexionando sobre los muchos tipos de cine que tenemos que conocer. RRR es, junto a todo lo mencionado antes, muy buena por el modo en que va empujando los límites de lo inverosímil y aun así sigue teniendo la suficiente coherencia como para nunca sacarte de lo que estás viendo. Esperemos más películas de gran presupuesto así.
Comments