Un nueva princesa Disney es presentada en “Raya y el último dragón”, donde encarna una lucha por representar a las mujeres y sus diversidades.
Por Vanessa Nina CRÍTICAS / DISNEY +
Disney presenta, nuevamente, a una protagonista que intenta, además de salvar al mundo, salvar a su padre. La princesa Raya inicia la búsqueda de un dragón legendario, a quien ella considera la última esperanza para salvar a su pueblo. En el camino se le unirán una serie de personajes peculiares, como una bebé ladrona, un niño cocinero y un sensible guerrero de apariencia feroz.
Lamentablemente, la película dirigida por Carlos López Estrada y Don Hall tiene más defectos que aciertos. El uso indiscriminado de efectos sorpresa, el poco desarrollo de los personajes y la ausencia un antagonista bien definido, le restan fuerza a la historia. A lo largo del filme vemos cómo distintos personajes pasan de ser buenos a descubrirse malos y viceversa. En algunos casos, esto ocurre con el fin de generar humor, lo cual tiene como resultado una comedia predecible. Además, la historia se vuelve tan extensa que la película apenas puede darle tiempo al espectador para que se familiarice con los personajes. Es probablemente de lo menos logrado que tiene Disney. Sin embargo, lo que sí destaca en el filme es el tratamiento que se le da a los personajes femeninos, quizás como resultado de la larga lucha por exigir mayor representatividad.
Desde un inicio nos explican que la sociedad en la que habita Raya está marcada por la desconfianza en el otro. Por lo que la protagonista deberá aprender a creer en las personas y buscar el bien común, ese es el mensaje de la película. La princesa fue traicionada cuando era niña y se convierte en una mujer desconfiada que prefiere actuar sola. Desde este punto, la película quiebra el estereotipo de la mujer cándida e ingenua, pues las princesas suelen operar bajo una actitud inocente, por no decir tonta, cargan con una especie de ingenuidad severa que las convierten en víctimas de brujas, como Blanca Nieves o Mérida en Valiente; caen en trampas de hechiceros como Jazmín en Aladdín o son engañadas por príncipes egoístas como Anna en Frozen o Tiana de La princesa y el sapo. Además, las princesas generalmente son tratadas como seres casi angelicales, que viven sin rencor hacia las personas, incluso hacia aquellas que les hicieron daño. Raya, por el contrario, es un personaje que inicia con una carga emocional negativa y cuya lucha interna es conceder el perdón y recuperar la fe en las personas.
Es interesante analizar los esfuerzos de Disney por recrear a una princesa que comprenda la diversidad. Quizás inspirados en esa fuerza, Raya es presentada como una hábil guerrera. Estos elementos de mujer y fuerza física son aún más explotados a lo largo del filme, ya que uno de los personajes que se unirá al grupo es una bebé muy astuta para el engaño, capaz de enfrentarse a temibles enemigos. Vemos que está muy presente el ánimo de romper estereotipos y curiosamente, de representar a mujeres en distintas etapas de su vida: infancia, juventud, adultez y ancianidad.
Asimismo, el filme carece de masculinidades varoniles. Por el contrario, observamos a un niño con gran talento para cocinar, don que es celebrado por el resto de sus amigos. Sin embargo, el personaje pierde presencia, ya que permanece la mayoría del tiempo en su bote-casa, lo cual nos remite a la figura de mujer-casa-cocina. Por otra parte, la imagen del guerrero de apariencia sanguinaria contrasta con su sensibilidad y fragilidad emocional, que luego se ven expresadas en el filme. Y al igual que al niño, se le designa una tarea que está vinculada al quehacer femenino: cuidar a la bebé.
Otro aspecto a destacar es que, en el universo de Raya y el último dragón, los roles de género no son parte del conflicto que impide que la protagonista consiga su objetivo. Por el contrario, en este universo las mujeres, de todas las edades, tienen agencia de cambio. Son guerreras, líderes o, incluso, criminales. A diferencia de, por ejemplo, Mulán o Valiente, Raya no debe sumarle a su lucha los estereotipos de género. Nadie la presiona con casarse, ni con vestirse apropiadamente, tampoco se ve opacada por un compañero masculino. La princesa dragón no tiene la necesidad de probarle a la sociedad o a su familia que ella es capaz de ejercer autonomía; y ahí radica lo revelador del filme, pues pareciera que nos encontramos frente a una sociedad no patriarcal.
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