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“Luces de la ciudad” (1931): la mirada del amor

Actualizado: 23 jun 2023

La magna obra de Charlie Chaplin (quien estuvo de cumpleaños el día de ayer) es una muestra perfecta de lo que una comedia romántica puede llegar a ofrecer desde ambas entradas. El término enseña lo puro que el romance puede ser más allá de los sentidos.


Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / YOUTUBE

"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: lihn vu
"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: lihn vu

Un vagabundo tendrá un giro inesperado en su vida al enamorarse de una florista ciega. Así, intentará de todas las maneras posibles conseguir dinero para ayudarla, y en el camino tratar también de mejorar su propia vida.


El cine mudo tiene un encanto especial, y es el de su potencia visual. Puede que en esa época el lenguaje audiovisual seguía formándose para lo que luego sería, pero al no haber un guion lleno de diálogos, con los que las emociones se puedan decir, eso obligaba a que todo lo que veamos sea expresado a una mayor escala, para hacer más sencilla su comprensión. Puede que al decirlo se vea como algo sencillo, no obstante, no todos podían lograrlo a un nivel tan alto de calidad. Un experto en eso ha sido, por supuesto, el gran Charlie Chaplin.

"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: Eye Filmmuseum
"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: Eye Filmmuseum

En 1931 el cine ya había entrado a su etapa sonora luego del éxito de El cantante de jazz (1927), por lo cual hacer una película muda no tenía ya mucha razón de ser. No obstante, debido a su escepticismo en torno al impacto que el sonido tendría, Chaplin decidió seguir adelante con la idea de hacer este un proyecto mudo. Claro que eso no impediría que desaproveche lo que esta nueva tecnología podía dar, usándola para música y efectos (convirtiéndola así en un híbrido entre muda y sonora), pero la ausencia de diálogos hablados podría ser aquello que precisamente hace de esta una película muy poderosa.


¿Por qué digo esto? Porque algo que busca transmitir sentimientos de la manera más pura posible no requiere de palabras. Por supuesto que uno a primera impresión pensaría que se trata solo del amor, pero no, ya que, ante todo, Luces de la ciudad es una comedia. En la escena inicial, un político sale a dar un discurso y lo único que sale de su boca es un balbuceo incomprensible, una forma en la que Chaplin no solo se burla del sonido, sino también de lo vacío que dichos discursos suelen ser (parte de su ya sabida tendencia a burlarse de esa clase de personas).

"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: Janus Films
"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: Janus Films

Es con ese primer acercamiento que, como es usual en el cine del actor/director, la cuestión cómica estará muy bien trabajada. Tal vez no será la que tenga los gags más elaborados en cuanto a puesta en escena, como en El circo o Tiempos modernos, pero en sus interacciones con cada individuo y en sus consecuencias se encuentra lo más destacable. El primer encuentro con el millonario, en el que se impide que se quite la vida, la primera fiesta a la que van juntos, y la pelea de box del vagabundo, son tres de esos mejores momentos.


Una vez que ya se tiene en claro por qué vemos ese poderío desde lo cómico, ahora habría que entenderlo desde lo que probablemente sea aún más importante: desde lo romántico. Se ha dicho mucho que Chaplin, a diferencia de algunos contemporáneos del mismo rubro, sacrificaba parte de la comedia en pro de darle cabida a la emotividad, como si eso implicara un menor valor. Eso se podría entender si lo que se tiene es un romance forzado y soso, lo que en este caso no se aprecia, ya que lo que vemos desde el primer encuentro entre el vagabundo y la florista es una conexión muy genuina.

"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: MUBI
"Luces de la ciudad" (1931). Fuente: MUBI

El hecho de que ella no pueda ver, teniendo un contacto con él a través del tacto, representa el modo en que el verdadero amor, ese que es real y desinteresado, no se basa únicamente en apariencias o condiciones. Precisamente, en contraste, está el vínculo amical que el vagabundo forma con el millonario, quien lo ve como un amigo solo cuando está ebrio (una especie de “ceguera mental” por así decirlo) y una vez que vuelve a la lucidez lo desconoce. Ya con esos dos casos tan distintos es que Chaplin, sin complicarse mucho, pone sobre la mesa ese lado áspero de las relaciones humanas, complicado también desde el punto de vista social.


Ello hace de Luces de la ciudad una gran película. Su forma de abordar el amor desde un lado tan puro es la razón por la cual Chaplin no necesitaba de sonido para lograr su visión. Es una comedia romántica que honra de manera muy pura esas dos palabras con el personaje del vagabundo sucumbiendo ante un sistema que ve y es ciego cuando le conviene. Será el amor esa única fuerza que sobrepase todas esas adversidades, y haga prevalecer todo sin importar el paso del tiempo. Sin duda una de las mejores películas de la historia, con uno de los finales más bellos jamás hechos.



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