La nueva película con tintes autobiográficos de Steven Spielberg nos cuenta, de un modo muy potente, cómo es que el cine nos ayuda a reconciliarnos con el pasado. Más que ser un escape a nuestros problemas, el llamado séptimo arte se vuelve una alternativa para entenderlos y superarlos.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL
Sammy Fabelman es hijo de una madre artista y de un padre ingeniero, y vive junto a ellos y sus hermanas en un suburbio estadounidense. Un día, luego de asistir por primera vez a una sala de cine, quedará tan maravillado con el arte de hacer películas que buscará la forma de hacer las suyas. Serán el pasar del tiempo y los conflictos familiares los problemas que se interpondrán en su camino, pero con las películas de su lado es que intentará seguir adelante con sus aspiraciones.
Todo aquel que ama el cine tiene al menos una anécdota del primer contacto que tuvo con la pantalla grande. Enfrentarse desde muy joven hacia su inmensidad, viendo cosas que en nuestra cotidianidad nunca pasaron, es algo que uno atesora y luego lo va renovando con nuevas experiencias. Ya con el paso del tiempo, si es que ese interés aumenta, uno va conociendo más sobre las películas, conociendo nombres tan reconocidos como los de los directores, y creo que en la actualidad no hay nombre más reconocido, entre quienes saben mucho y quienes no, que el de Steven Spielberg.
Es imposible no haber visto al menos una película de este cineasta. Ya sea con sus clásicos para todo público como ET: el extraterrestre o con obras más maduras como La lista de Schindler, sus películas han estado siempre presentes entre nosotros. Lamentablemente, incluso con las nominaciones a premios que sigue acumulando, parece que ya no tiene ese mismo acercamiento con el gran público. Algo lamentable tomando en cuenta que su más reciente trabajo se abre a un nivel muy personal, haciendo gala de su estilo a un nivel muy fino que mucha gente todavía parece no saber que siempre estuvo ahí. Porque Spielberg, con blockbuster y todo, nunca perdió su identidad.
Se sabe que el “Rey Midas” del cine es alguien que ya no tiene que probarle nada a nadie. Su filmografía habla por sí sola, y a pesar de que con los años se ha ganado el cariño y respeto tanto de la crítica como del público, todavía ronda la creencia de que su cine es “solo para las masas”, sin mayores pretensiones autorales. Más errada no podría ser dicha afirmación, ya que el cineasta es alguien con visibles marcas visuales y temáticas que han estado en su obra desde sus inicios. En el caso de lo segundo, si hay un tema que siempre ha estado presente es sin duda el de la unión familiar.
Es precisamente eso lo que ahora nos trae a Los Fabelman, demostrando que la familia y el cine han sido y siguen siendo las dos cosas más importantes en la vida del director. Ya con esa idea, podemos ver que el guion presenta una estructura evolutiva en cuanto al entendimiento que se tiene de este arte, y cómo el protagonista lo va utilizando en sus vínculos. La influencia de sus padres, Mitzi y Burt, desde lo artístico y lo técnico respectivamente, será lo que desencadenará ese amor a primera vista que Sammy tendrá con las películas, llevándolo a la acción desde muy joven.
Por supuesto que ese camino no será perfecto, y es que a la par de los nuevos conocimientos y experiencias que va obteniendo, las dificultades familiares también se irán complicando. La historia irá soltando, de cuando en cuando, una variedad de personajes que serán claves para el viaje de Sammy, teniendo como única constante hasta el final a sus padres, que en el fondo son los verdaderos protagonistas. Cada uno tiene sus propios conflictos personales, que podrían resumirse en un cuestionamiento constante hacia sus propios roles, alejándose del clásico estereotipo de madres y padres en historias así.
Pero ahora que se tiene una idea de cuál es, en líneas generales, el rol de la familia queda saber cuál es el del cine. No era en vano decir que para Spielberg es igual de importante que su familia, ya que dicha vocación adquiere una dimensión bastante completa en la cinta, puesto que está claro que no solo lo usa para hacer ficciones y punto. Hay una cámara presente en más de un momento de su vida, al punto de, si se quiere, pensar que el personaje adquiere cierta autoconciencia que hace que nosotros veamos lo que él quiera que veamos del modo que él lo decide.
El mensaje que da Spielberg es que, si realmente amamos el cine, no debemos tomarlo solo como algo pasajero. Tampoco es que tenemos que volvernos directores como él, pero si es que nos apasiona, se debe comprender que más que ser un escape, puede ser una compañía. En sus momentos más difíciles con sus padres, Sammy tenía al cine, no para hacer a un lado sus problemas, sino para intentar sanarlos. Precisamente eso es lo que director hace con la cinta. A través de estos recuerdos no solo muestra lo mejor de su familia, sino también rememora algunos de sus peores momentos para, ya en retrospectiva, sanarlos.
Es eso lo que también lleva a destacar lo bien que la película está a nivel técnico. La cinematografía de Janusz Kamiński es una basada en el poder de la luz, esa que cubre a sus personajes proveniente de una sola fuente que los engrandece, y que también los reduce a solo siluetas. Sus movimientos de cámara están basados en planos largos que en este caso refuerzan las dinámicas familiares vertiginosas, así como los rodajes de Sammy que para él representan una emoción constante. Cosa habitual en el estilo visual del director que ya junto al trabajo de otros colaboradores recurrentes (como el íntimo trabajo musical de John Williams) brilla en todo momento.
Puede que Los Fabelman no tenga la misma complejidad de otros trabajos de Steven Spielberg, pero aun así se las ingenia para ser uno de sus mejores trabajos. A través de la memoria visual, reconstruye lo que alguna vez estuvo roto, para dejar en manifiesto su propio legado, encontrando el confort y pudiendo hallar su propio horizonte en el camino.
Para él, el cine no es un truco mágico de escapismo, que debemos querer solo por eso, sino que es aquello que nos hace ver con mayor claridad lo bueno y lo malo de la vida. Nos transmite la idea que tal vez este medio pueda mejorarla un poco más.
Magnífica en sus actuaciones (Michelle Williams, Paul Dano y Gabrielle LaBelle excelentes), en puesta en escena y sobre todo en su historia, Los Fabelman, para no ser tan distinta de otros coming of age, brilla con una luz tan propia que es imposible no amarla por eso.
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