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“La Sociedad de la Nieve” (2023): una odisea humana

En diciembre del año pasado, la nueva cinta de J.A. Bayona llegó a nuestras salas de cine, y desde el pasado 4 de enero, a la plataforma de streaming de Netflix. Nuevamente, la gran tragedia uruguaya que ocurrió en los setenta es llevada al cine, siendo quizá la que mejor retrata lo vivido en los Andes. La cinta, con un paso por festivales como San Sebastián y Venecia, apunta ahora a ser nominada al Oscar después de haber competido por el Globo de Oro y, actualmente, por el BAFTA a la mejor película de habla no inglesa.


Por Mariano Viza CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

El viernes 13 de octubre del año 1972, un avión de la fuerza área transportaba a 40 pasajeros y 5 tripulantes. Entre ellos, se encontraba el equipo de rugby Old Christians Club. Por una equivocación humana, el avión chocaría con la cordillera de los Andes generando que el avión se parta en pedazos y varios pasajeros resulten heridos y otros mueran. El 22 de diciembre de ese mismo año, 70 días desde el accidente, los sobrevivientes fueron rescatados gracias a que dos de sus compañeros cruzaron la cordillera alrededor de 10 días en busca de ayuda. Esta historia es conocida por muchos y como toda gran tragedia, obviamente fue llevada a la pantalla grande. Se hicieron muchos documentales y se escribieron diversos libros. La “representación” más conocida hasta hace poco era Viven (1993) de Frank Marshall. Sin embargo, no solo la recreación no es del todo fidedigna, sino que incluso se cambiaron los nombres de ciertos personajes. Con la versión del cineasta español J.A. Bayona no solo se fue lo más fiel posible, sino que ha sido aceptada incluso por los mismos sobrevivientes.


Si hay un mérito a destacar más allá de los efectos especiales, la dirección, las actuaciones o de la música misma, es el tratamiento del tema. Hay un respeto tácito por parte del cineasta al abordar lo vivido hace más de 50 años allá en los Andes. La cinta, desde el minuto uno, no cae nunca en el morbo ni en la exageración de lo ocurrido. Si la vemos atentamente, más que una historia de superación y supervivencia, que lo es notablemente, es más bien una película sobre la amistad y la humanidad. Vemos la esperanza en la desesperación y es ahí donde Bayona acierta. No hay seres superheroicos sino completamente humanos, con miedos y fallas. Caracterizados a partir de la tragedia misma.

Bayona nos mete de lleno a esta historia con un inicio cálido y calmado. Vemos la camaradería entre los amigos que próximamente veremos también a lo largo de la cinta y la que la caracteriza con creces. Lamentablemente, estos momentos alegres son detenidos por el resto de la cinta hasta los últimos 30 minutos. La forma en como se nos retrata el impacto del avión es instantánea, como si fuésemos los pasajeros, pero también cruda. El director no se detiene a mostrarnos una escena gore con huesos salidos por todos lados y sangre chorreando del cuerpo. Mas bien, lo hace rápido, pero el dolor es palpable por unos breves segundos gracias al correcto uso del sonido. Esto se repetirá con las diversas heridas que los personajes sufrirán a lo largo de la cinta.


Lo que viene a continuación es una seguidilla de eventos trágicos. Uno más triste que el otro de alguna manera, pero nuevamente, no cae en el recurso fácil. Bayona no busca hacer una película de terror, sino una donde destaque la fuerza de la humanidad y su grandeza ante la adversidad.

En diversos momentos de la cinta, vemos como cada suceso juega en su contra. El accidente mismo, la pausa de la búsqueda por parte de la Fuerza Aérea, la avalancha de nieve, o la muerte de cada tripulante mientras va avanzando el tiempo en la cordillera. Aquí, para retratar ese momento de dolor absoluto que sufren los sobrevivientes, Pedro Luque, director de fotografía, apuesta por un lente gran angular que deforma todo lo que enfoca. En este caso en particular, las reacciones de los protagonistas. Es como si de alguna manera, Bayona y Luque nos hacen ver esto como lo fue en realidad, una pesadilla. Y como sucede en los sueños, estos pueden ser deformes, sin forma alguna, como lo es su reacción.


Volviendo a la idea de que Bayona no cae en la exageración ni en el asombro barato, el momento en el que se aborda la necrofagia, no cae nunca en lo visceral ni lo gráfico. Lo hace de lejos, con respeto. No solo con el espectador, sino también, directa o indirectamente, con lo que de verdad pasó. Los pocos momentos que vemos como recurrieron a esta práctica para sobrevivir, Bayona pone algo en el medio como lo es la ventana del avión o el reflejo de los lentes de sol de un tripulante. Lo mismo con las heridas gráficas que vemos o con las muertes. Los rostros de sufrimiento antes de la inminente muerte se nos ocultan con un brazo de por medio o por el propio movimiento de la cámara.


Si algo destaco y es quizá mi parte favorita a nivel macro de la cinta, más allá del rescate que vemos y lo emotivo que resulta ser, son los momentos de camaradería previo y durante el accidente. Aquí, aunque sea desastroso lo que vemos y lo que ocurrió en realidad, hay por lo menos un breve momento para escuchar una risa, un esbozo de hermandad en un grupo de jóvenes que atravesó lo imposible. Bayona mismo en su proceso de creación de la película y por fuente misma de los protagonistas, hizo que convivan a partir de cada ensayo y prueba que daban hasta conseguir el papel. Aquí destaco el trabajo de la misma dirección de actores, ya que esa amistad entre tanta tragedia, así como el dolor visto, es de lo más palpable en la película. El momento de las rimas, las pocas risas que escuchamos o incluso los momentos donde dudaban de su accionar, es de lo que más disfruté de esta gran película.


La Sociedad de la Nieve ya se encuentra disponible en Netflix, pero cuenta aún con un par de salas de cine en Lima. Recomiendo altamente verla, de ser posible, en la pantalla grande. El sonido, la música, la dirección, y todo en general, se disfrutan más en el cine.



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