Paco Plaza, uno de los maestros del terror español, vuelve con una película distinta, aunque igual de inquietante. La producción tuvo que parar su rodaje por la pandemia y el confinamiento, con miles de ancianos muriendo en los hospitales. Esos sucesos fueron influyentes para el director.
Por Gerardo Salcedo Andrades CRÍTICAS / HBO MAX
La película del director español Paco Plaza, reconocido por su famosa trilogía de REC (2007) y el éxito comercial que le supuso Verónica (2017), cuenta una historia de terror inspirada en un acontecimiento real. Se ambienta en el madrileño barrio de Vallecas en los años noventa, e incluye la ouija y presencias sobrenaturales. Con aquellos antecedentes se convertiría en el gran especialista español del terror. Con La abuela, su regreso postpandemia, trata el género de forma muy distinta.
Susana es una joven modelo que desarrolla su carrera en París, hasta que recibe una llamada inesperada desde Madrid. Su abuela Pilar (a la que adora y cuida de ella desde pequeña tras la muerte de sus padres) está muy enferma. Ha sufrido una parálisis y la pérdida del habla debido a un derrame cerebral, convirtiéndose así en una persona totalmente dependiente. Su nieta se ve obligada a detener su vida y renunciar a todo para hacerse cargo de ella, siendo su única familiar.
Con la convivencia y los cuidados de Susana el carácter de su abuela se vuelve cada vez más errático. A la vez, se revela una historia secreta y antigua que esconde algo inquietante sobre conjuros mágicos. Realmente Pilar era una bruja amante de Julita (Gabriela Calonfirescu) en el pasado, cuyo amor no quieren que muera. Desean quedar inmortalizadas en cuerpos más jóvenes, por tal motivo ambas realizaron un hechizo.
La película cuenta con un reducido elenco en los papeles principales. Casi todo el peso interpretativo recae en la actriz Almudena Amor como Susana, la nieta, y Vera Valdez como la abuela, encerradas en una casa llena de secretos.
El viejo Madrid
La película sigue la senda marcada por los últimos años del cine español, aprovechando la ciudad de Madrid, vieja y castiza pero llena de vida, donde existen antiguos pisos en los barrios más conocidos y populosos. Muchos cineastas vieron que eran ideales para el terror y el suspenso. Musarañas (2014) de Juanfer Andrés y Esteban Roel, y Malasaña 32 (2020) de Albert Pintó son un ejemplo de ello. Todas ellas comparten la casa encantada o lugares de aislamiento, así como maldiciones y acontecimientos oscuros y terribles. Parece que el cine de terror español ha encontrado en la arquitectura de estos pisos de Madrid el mejor de los escenarios, que parecen apoderarse de los personajes. Además, Paco Plaza demuestra que uno de sus platos fuertes es la puesta en escena y el modélico tratamiento del espacio, al emplear uno de esos antiguos pisos cercanos al famoso parque de El Retiro en la capital española.
En la primera parte de la película (que transcurre en París), Susana es una joven y soñadora modelo, con una prometedora carrera. El campo visual está lleno de espacios abiertos, abundante en luz y color. Con su regreso a España, todo se va apagando, tanto en ella como en el ambiente. La película se torna opresiva en aquella antigua casa donde parece que el tiempo se ha detenido. Todo esto gracias al dominio de la cámara del director, el juego de luces y sombras, así como su capacidad de convertir la típica y vieja casa de la abuela en horror auténtico.
Por momentos parece que Plaza esta influenciado en el director polaco Roman Polanski, famoso por El bebé de Rosemary (Rosemary's baby, 1968) y su “trilogía de apartamentos”, tanto por el uso de casonas antiguas como por el uso claustrofóbico del espacio.
Tras su estreno la película desconcertó al público, que no supo cómo definirla, como terror o como suspenso psicológico. El director declaró en alguna edición de la revista Fotogramas: “Esta no es una película de sustos, es una película de miedos, el miedo al dolor, la perdida, las ilusiones rotas, la muerte, al reflejo en el espejo”. La historia si bien se vincula a las posesiones demoniacas, no llega a entrar de modo exacto en el género de terror. Presenta una sólida trama sobrenatural, pero su gran tema es la vejez.
El director utiliza los recursos cinematográficos del suspenso para mantener la tensión del público, como crujidos de puertas y suelo, una música que irrumpe en los momentos clave, imágenes espeluznantes, luces que se apagan en los momentos del clímax, así como secuencias oníricas que convierten la casa en un personaje. Pero, la verdadera intención del realizador es provocar el pánico y horror con el deterioro del cuerpo de la abuela, la pérdida de la belleza y lucidez, su fragilidad ante el paso del tiempo.