El famoso y querido arqueólogo regresa con una nueva secuela que no tuvo el favor ni del público ni de la crítica. No obstante, lejos de ser un fiasco, hace lo que tiene que hacer de manera correcta para que podamos decirle adiós.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL
Tras saber que en una misión del pasado se supo de la existencia del Dial de Arquímedes, un objeto que podría cambiar el curso de la historia, un ya mayor Indiana Jones decide emprender una nueva aventura que tendrá como enemigo a un alemán que buscará darle otro curso a la Segunda Guerra Mundial. Entre nuevos y viejos aliados, como su ahijada Helena Shaw, intentará una vez más evitar que tan preciado objeto caiga en las manos equivocadas. Asimismo, Indy esperará que también el tiempo, que avanza cada vez más, no esté en su contra.
Siento que mi acercamiento con las películas de Indiana Jones fue el real primer paso que tuve en mi cinefilia. Además de ayudarme a tener consciencia de la existencia de la figura del director, siendo este el más famoso de todos, fue creo también el primer momento en que tuve realmente presente muchas de las cosas que forman una película. El poder de la banda sonora, los roles de los personajes, los distintos elementos que componen una historia que claro, no serán cosas que sabía en ese momento, pero tengo la certeza que lo comencé a notar a partir de ahí.
El cariño que tengo por estas películas es uno que se me hace difícil de ocultar. Las primeras cuatro entregas dirigidas por Steven Spielberg fueron una parte importante de mi infancia y ya viéndolas en tiempos recientes siguen manteniendo (y hasta mejorando) su calidad a medida que he podido ser capaz de analizarlas. Es ese héroe que tal vez no ganaba todas sus batallas, pero que siempre estaba ahí para recordarnos todo lo valioso que uno podía sacar de cada viaje.
Quince años después de la cuarta parte, la aventura llama una vez más a la puerta de Indy, con la diferencia de que ahora estamos conscientes que esta ya no será como las de antes. Ya con el sonido del reloj sonando de manera tan marcada desde el primer segundo, entendemos instantáneamente que esta será una cinta que hable precisamente de eso: el tiempo. Sin embargo, más allá de querer batallar contra el paso de este, lo que James Mangold tomando el lugar de Steven Spielberg en la dirección quiere, es que lo entendamos.
El director de otra gran película de carácter crepuscular como es Logan sabía que El Dial del Destino no podía ser una aventura como las del pasado. Constantemente te hace notar que Indy ya no está para esos trotes y está bien que así sea. El ritmo es otro, la cadencia de cada escena es otra y en lugar de intentar ser una obra que busque dar una lectura moderna “negativa” del personaje, lo que no sorprendería dado que su comportamiento en películas pasadas sería cuestionado en la actualidad, se opta más bien por adaptar el personaje a los nuevos tiempos. En un contexto en el que el interés es menor por ver cine del pasado, era necesario por lo menos intentar revalorar y dar a la vez un nuevo enfoque a héroes así (aun si la audiencia no terminó respondiendo como se esperaba).
El modo en que el pasado es abordado en la cinta tiene un significado que va más allá de una que otra referencia a lo ya visto. Mangold continúa el legado de la saga al decir que el mal siempre intentará contaminar el pasado y que ahora en 1969, año en el que transcurre la historia, eso se busque repetir, ya nos dice que esto será un ciclo de nunca acabar. El peso del pasado también está en el conflicto interno del protagonista, sintiéndose desfasado en una época que parece ya no necesitarlo y dejó atrás lo valores en los que creía, por lo que una nueva aventura se vuelve más riesgosa que emocionante.
Es ahí que el rol de Helena cobra también un mayor significado. Además de que Phoebe Waller-Bridge le imprime su carisma personal al que nos tiene acostumbrados desde la serie Fleabag, su manera de interpretar al personaje sirve como un reflejo para que Jones observe su juventud, una cuyas actitudes parecen primero mostrar solo lo negativo de sus años mozos. Ya será parte del arco dramático de ella el justamente entender que una profesión como la suya no está basada en la fama y la fortuna, sino en el aprendizaje, por lo que la forma en la que Indy la ve y ella lo ve se vuelve una visión más positiva.
Por otro lado, está el villano a quien también hay que reconocerle la buena labor y quién mejor para interpretarlo que Mads Mikkelsen, actor que Hollywood no usaba tan bien desde Casino Royale. Jürgen Voller, su personaje, es una remembranza negativa de los tiempos que ya pasaron. Su ambición de controlar una fuerza que cree conocer, pretendiendo usarla de forma malévola, solo prueba por última vez que jugar a ser Dios no trae más que consecuencias negativas. Si algo enseña el manejo del dial es que el tiempo es inamovible y el destino ya está escrito, por lo que hay que continuar para adelante.
No obstante, reconozco que el filme no está libre fallas. Aun para tener más personalidad que otras producciones grandes, eso no impide que caiga en uno que otro vicio del que padecen también otros blockbusters en la actualidad. A pesar de contar con un buen manejo de cámara y montaje, su look no deja de sentirse muy estandarizado, perdiendo esa riqueza analógica que Spielberg dio en los ochenta. Con esto no pretendo restarle mérito el trabajo de Mangold, que ya antes demostró ser alguien que para hacer cosas “por encargo” nunca dejó de ponerle un sello personal a lo que hace dentro de la misma industria, y la nueva Indiana Jones no es la excepción.
Junto a ello está también un tercer acto cuyo riesgo de elevar la apuesta a algo no hecho antes se aplaude. Sin embargo, considero que su clímax pudo tener mucha más fuerza y eso no quiere decir que deba ser uno a mayor escala, sino de una emoción más significativa por las decisiones que se toman. Tal vez pudo funcionar con mayor efectividad con un mejor planteamiento desde el guion. De haberlo hecho, la emoción que da los minutos finales también sería mejor de lo que de por sí ya es.
A pesar de no ser una película que tenga la prodigiosa mano del director original de la saga, Indiana Jones y el Dial del Destino es un buen cierre y en general una buena película de gran presupuesto. Un desenlace que saluda al fan de la saga, sin subestimar su inteligencia, llenándolo de fan service y a la vez haciéndole comprender que más allá de un gusto anticuado, Indiana Jones, junto a todo ese cine de antaño al cual se le va dejando de lado, debe prevalecer en el imaginario moderno y no solo "pertenecer a un museo".
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