Hoy Jeff Bridges cumple 71 años, recordamos su papel protagónico en la película de los hermanos Coen, uno de los clásicos de culto que se encuentran disponible en Netflix.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / NETFLIX
No poder clasificar del todo la cinta de 1998 de los hermanos Coen es algo que me hace apreciarla mucho más. La historia le sigue los pasos a Jeffrey Lebowski, mejor conocido como The Dude (o El Fino en español), un hombre sin trabajo que disfruta de la marihuana y los bolos. Luego de que unos matones lo confunden por un millonario, The Dude se ve involucrado en una investigación criminal que lo llevará a un enredo tras otro, en situaciones cada vez más surreales.
En medio de todo, es innegable la influencia del film noir en el estilo de la cinta. Vemos un protagonista de moral cuestionable, una femme fatale y una enrevesada trama criminal. Sin embargo, El Gran Lebowski subvierte ese tipo de cine que nos ha dado clásicos como El Halcón Maltés o Detour.
Los Coen nunca dejan nada al azar en su cine. El mayor de los sinsentidos no es algo que aparezca de pura casualidad. Su humor del absurdo es uno de los medios para alterar las coordenadas del film noir, tal como lo han hecho en otras películas suyas como El hombre que nunca estuvo, más allá de su registro entre opaco y taciturno. El protagonista está lejos de ser alguien del porte de Humphrey Bogart o James Cagney. Los film noir por más enrevesados que puedan ser, poseen una explicación lógica para sus pistas y misterios. El Gran Lebowski termina yendo por otro camino.
La película presenta a una ciudad de Los Ángeles extraña, de personajes singulares al que, tal cual Dorothy en la tierra de Oz, el personaje principal se sumerge. Sus graciosas interacciones, una más disparatada que la otra, marcan un rumbo incierto para su narrador. Él, en vez de aclararnos los detalles, parece estar igual de confundido que nosotros, cosa que también subvierte el estilo del film noir donde este recurso suele más bien tener dicha labor de guiar mejor la situación de la historia para el espectador.
Por otro lado, la interesante propuesta estética de la cinta se apoya en el gran director de fotografía Roger Deakins, colaborador frecuente de los Coen. Se distingue entre lo que es y no es verosímil, entre los espacios propios de un cine de temática criminal y los escenarios de tono surreal, como en aquella inolvidable secuencia en que The Dude tiene una alucinación muy divertida la cual contiene una coreografía que homenajea al musical clásico de la Warner 42nd Street (1933). El aspecto visual refuerza toda esta sensación de confusión. Si bien todo transcurre a fines de los años noventa, tanto su protagonista como el resto de personajes parecen venidos de otras épocas como por ejemplo su amigo Walter (interpretado por un irascible John Goodman) y sus constantes remembranzas a la guerra de Vietnam en los sesentas o este productor pornográfico sacado de los años ochenta.
El Gran Lebowski brilla por su absurdo maravilloso y lisérgico. La filosofía despreocupada de The Dude se ha vuelto un estilo de vida. Sus seguidores más fieles le rendirán el culto hasta el final, al jugar bowling, tomar el famoso ruso blanco y, por supuesto, aguantar todo lo que venga.
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