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“El Conde” (2023): el dictador chupa sangre

Lo nuevo de Pablo Larraín por fin llegó a streaming. Después de haber ganado el premio a mejor guion en el Festival de Cine de Venecia, El Conde satiriza la controversial figura del dictador chileno Augusto Pinochet, desatando todo tipo de comentarios. La crítica incluye spoilers.


Por Mariano Viza CRÍTICAS / STREAMING

El Conde
“El Conde” (2023). Fuente: elCaribe

Pablo Larraín es un director al que admiro mucho dentro del cine latinoamericano. Su crecimiento ha sido exponencial conforme ha avanzado su carrera. Dejando de lado los biopics que ha realizado, la mayor parte de su cine se ha caracterizado por estar ambientado en pleno conflicto político. Tony Manero, al igual que Post Mortem, se desarrolla en plena dictadura militar de Pinochet, la cual genera un ambiente decadente y de violencia. La película suya que ya tenía una conexión directa con el oscuro personaje de Pinochet es No, protagonizada por Gael García Bernal. Aquí se parte de un hecho real, la campaña por el “No” contra la permanencia del dictador por 8 años más antes de que entregue el poder. Vemos un ambiente de terror, de persecuciones, pero también de esperanza al final de la cinta. También está el caso de Neruda, que, aunque no incluye la figura de Augusto, si aborda la persecución política que sufrió el poeta por parte del gobierno de Gabriel González Videla.

Como verán, el cine de Larraín revive hechos históricos de su país. Es irónico que sea el emisario de un mensaje tan antidictatorial, siendo alguien de una familia de derechistas. El Conde, su nueva película, no es la excepción.


Debo decir que esta nueva cinta del chileno es una que esperaba con muchas ansias. Tony Manero, Ema y No son de mis cintas preferidas del director. Sin embargo, hay algo en El Conde que no logra que me encante o que llegue a gustarme. Larraín desarrolla esta historia desde la ficción, desde la sátira y, si disculpan mi francés, desde la joda, frente a semejante figura como es la de Augusto Pinochet.

El Conde
“El Conde” (2023). Fuente: Revista Anfibia

Con el arranque del metraje se nos presenta a Pinochet como un vampiro, un chupa sangre, que ha decido por fin morir. Vive en una cabaña alejada del mundo acompañado de su fiel sirviente Forydor Krassnoff, un símil de Renfield. El dictador quiere morir por su desastrosa relación con su familia y porque, según él, se ha manchado su nombre al acusarlo de ladrón y no de asesino. La sátira hacia su figura está desde el primer minuto. Por ejemplo, escuchamos al Conde decirle cosas sucias a su esposa, como “vieja puta”, o quejarse porque lo acusan de ladrón. La monja dedicada a realizar un expediente sobre la familia menciona que el diablo se le puede haber metido a Pinochet de dos maneras: por el ano o por una herida, a lo que la familia dice inmediatamente y sin dudarlo que fue por una herida. La cinta gira y hace saber que Margaret Thatcher es la narradora, que ella es la madre del protagonista. Es también una vampira, y al final, como madre e hijo, se renuevan, y un pequeño Pinochet vuelve al colegio.


El concepto de vampiro chupa sangre escala a varios niveles. Pinochet es un vampiro al haber robado tanto dinero a Chile. Sus hijos están expectantes de cuanto tocará de herencia a cada uno. Incluso la monja que había sido enviada solamente a matarlo, resulta que va por parte de la Iglesia a averiguar todo sobre los tratos realizados por la familia, llegando al extremo de hacerle creer que se enamoró de él, convirtiéndose así en una vampira. Todos son chupa sangres, solo que no necesariamente usan sus colmillos.


Esta cabaña situada en una playa alejada de todo deja la sensación de estar en el castillo del mismísimo Conde Drácula. Incluso la estética misma de la película nos hace recordar aquella vieja cinta protagonizada por Béla Lugosi: Drácula, o la popular Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau. Por otro lado, hay que destacar la genial fotografía en blanco y negro, la música o hasta los VFX, que rememoran a aquellos viejos vampiros. Sin embargo, en el macro, son recursos que no logran ser suficientes.

El Conde
"El Conde" (2023). Fuente: Esquire

La crítica hacia la figura del dictador, aunque graciosa, se siente superficial y repetitiva. Viniendo de un cineasta como Larraín, se esperaba más. La primera mitad de la película va lenta, pero segura. Es ya para el final que, con todos los giros, resulta ser más una “sátira sobre la sátira”. Es un chiste en constante loop hasta que se pueda entender o, al menos, generar un pequeño e insignificante “ja”.


Aunque las situaciones mencionadas anteriormente pueden ser graciosas y verdaderamente lo son, no logran encantar del todo. No va más allá de una risa mínima que, frente a todo lo que plantea la cinta, termina desapareciendo. La película es muy política desde la premisa, pero quizá se abuse del hecho de querer dejar ello muy en claro. Su mensaje, a modo de chiste, de que Pinochet le chupó la sangre a Chile, se repite y se repite hasta el hartazgo. A la primera se entiende, pero es en la investigación que inicia la monja sobre cada uno de los familiares que poco a poco la broma se quema hasta ser pura ceniza. Quizá esa sea la razón por la que se siente lenta: la repetición constante de algo no permite a uno saber si ya está cerca del final o si sigue en la mitad de cinta.


Los elogios a las demás áreas quedan reducidos ante una película que se siente alargada a pesar de durar casi dos horas. Al final, El Conde resulta ser aburrida y una completa decepción.


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