Nominada al Oscar a mejor película extranjera, la más reciente cinta del alemán Wim Wenders da un mensaje sobre el disfrute de los pequeños momentos. Actualmente puede verse en pantalla grande y después estará disponible en la plataforma de streaming MUBI.
Escribe Alberto Ríos CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL
Existen películas que no buscan contar historias grandilocuentes, ni atrapar al espectador en medio de manierismos ni trucos audiovisuales. Hay obras que simplemente buscan transmitir emociones mediante relatos sencillos, condensados y con su atención puesta sobre la condición humana. En un cine dominado, sobre todo en las propuestas visibles en los grandes festivales, por la maldad, la miseria y los dramas que llevan al límite a sus protagonistas, estas segundas propuestas son de agradecer. Es en este grupo que se encuentra Días Perfectos (Perfect Days) del cineasta alemán Wim Wenders.
La película sigue a Hirayama, un hombre ligeramente mayor que parece totalmente satisfecho con su sencilla vida de limpiador de baños públicos en Tokio. Fuera de su estructurada rutina diaria, disfruta de su pasión por la música, que suele escuchar en viejos casetes y los libros, los cuales compra en tiendas de viejo a un dólar. También, le encantan los árboles y suele hacerles fotos en una vieja cámara. Durante la película sucederán algunos encuentros fortuitos y poco más. Casi nada altera la rutina del protagonista.
Wenders sigue un ritmo tranquilo, que raramente se altera, pero que muestra con detenimiento como se puede disfrutar de los pequeños momentos que ofrece la vida. El primer café de la mañana, la música que se escucha camino al trabajo, un almuerzo debajo de un anciano árbol o una breve lectura antes de dormir son motivos suficientes para llenar el día de Hirayama. Y es que Días Perfectos no trata una gran historia, sino que se centra en los detalles, las pequeñas pausas, los breves momentos.
El cineasta alemán disfruta con la exploración del optimismo humano. En Alas del deseo (Der Himmel über Berlin, 1987) nos mostraba la historia de un ángel que, cansado de observar las vidas humanas, decidía vivir y disfrutar de la cotidianeidad de Berlín. Días Perfectos, bebe un poco de eso, Hirayama mira a la vida de la misma manera que el ángel observaba a las experiencias humanas. Hay optimismo y dignidad en su día a día. Pequeños detalles y breves apariciones de ciertos personajes nos llevan a reflexionar sobre la vida que llevaba antes, aunque no es tan relevante para el director como seguir a esta persona que parece interesarse únicamente por las acciones del presente.
No es la primera vez que Wenders filma en Japón. Tokyo-Ga (1985) es un documental en el que Wenders reflexiona sobre la vida y obra del aclamado director japonés Yasujirō Ozu. La película combina imágenes de Tokio con entrevistas, escenas de películas de Ozu y reflexiones personales de Wenders sobre la influencia del cine japonés en su propia obra. Y es precisamente el japonés una referencia evidente en esta cinta, como ejemplos está su puesta en escena sobria y minimalista, el uso de encuadres fijos y el interés puesto sobre los sentimientos humanos.
Kôji Yakusho da una impresión sólida, de sentimientos contenidos pero visibles, que otorgan de complejidad al protagonista. Hay matices en sus gestos, su mirada y sonrisas. Uno puede llegar a preguntarse ¿qué le pasó? Wenders sugiere un pasado, una historia, pero no busca explorarlo. Para el alemán termina siendo más importante dar un mensaje esperanzador ante el presente: está bien tomar una pausa, prestar atención a los pequeños momentos y disfrutar de la rutina que nos hace felices, porque al final el viaje puede resultar muy corto.
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