Ciclo de directores: David Lynch (parte 1)
- Ventana Indiscreta
- 31 mar
- 7 Min. de lectura
A propósito del ciclo dedicado a la obra del legendario cineasta norteamericano que proyectará la sala de cine Ventana Indiscreta durante las dos primeras semanas de abril, nuestra revista presenta una selección de textos breves de diversos colaboradores sobre la influencia de David Lynch en sus vidas.
Por Redacción ESPECIALES / DAVID LYNCH

Varias semanas han pasado desde el fallecimiento de David Lynch y ante el ciclo de cine que conmemora su amplia y aclamada obra, optamos por rendirle homenaje no de manera crítica, sino recordando su impacto en nosotros. Hablar de Lynch no es sólo analizar los misterios de su obra, sino reconocer su impacto en nuestra forma de ver el cine.
Brunella Bertocchi Ramirez
Estoy casi segura que la primera imagen que vi de Twin Peaks fue en un blog para adolescentes: el ojo de Laura Palmer dentro de un televisor. Y recuerdo también la frase: “She’s filled with secrets”.
Desde pequeña mis papás me habían hablado de series como Los Expedientes X (The X Files) y Millenium pero nunca había escuchado de Twin Peaks. Les pregunté y no recordaban haberla visto. Días después de ver esa imagen, empecé a verla con una laptop echada en mi cama.
Como les ha pasado a tantas personas antes y después mío, al ver el piloto tantos momentos me hicieron sentir que había encontrado el mejor programa en el mundo (¡y lo había hecho!): Laura envuelta en plástico, la entrada de Audrey, los llantos de Sarah en la casa Palmer y de Donna en la escuela.
Por esos días que la vi sola, la sentí como mi secreto. Pero apenas terminé la serie (¡ese final!) y Fire Walk With Me (¡ese final!), sentí que tenía que compartirla, necesitaba alguien con quien conversar. Como para tantas otras cosas, ese alguien fue mi hermana. Le dije: ¡tienes que verla! Y entonces nos volvimos dos las que estaban echadas en mi cama frente a una laptop. Ahí la experiencia se volvió la de volver a ver la serie a través de los ojos de Antonella: ¿Qué pensará de esta escena? ¿Se dará cuenta de quién es el asesino? ¿Le gustará igual que a mí? La respuesta a esta última pregunta fue si, aunque creo que a cada persona le gusta Twin Peaks a su modo. Cuando terminamos, obligamos a nuestros papás a verla y ahora éramos cuatro frente a un televisor.

Después, las dos vimos Blue Velvet y Mulholland Drive. La primera nos encantó, la segunda generó un debate. Antonella dijo: ¡Solo porque la hizo David Lynch no significa que sea buena! Yo insistía que, si me había gustado, aunque no podía explicar por qué. Nos quedamos buscando teorías, y discutiendo sobre lo que vimos. Ese mismo día Antonella cambió de opinión y dijo: ¡Es mi película favorita!
Pronto, la frase: “See you again in 25 years” se volvió en una esperanza. Anunciarían la tercera temporada. Cuando así fue, salí del salón de la universidad para mandarle un mensaje a mi hermana. Y las 18 partes fueron un evento familiar.
En los años al medio, Antonella y yo volvimos recibir el año viendo una película de David Lynch en nuestra tradición. Cuando llegamos a Inland Empire ya no teníamos que googlear explicaciones, discutíamos lo que habíamos sentido y lo que creíamos que representaba la película desde nuestras propias impresiones y conocimientos. En los años al medio, también nos habíamos vuelto mejores en hablar de cine.
Cuando pienso en David Lynch, pienso en mi hermana. Ya amábamos el cine antes de él, pero hizo que lo amáramos aún más. Nos invitó a cuestionar, pensar, entender que el arte no siempre tiene que ser explicado. Nos regaló a nuestro director favorito.
¡Gracias por todo David!
Ps: Busqué la entrada de blog en la que vi una imagen de Twin Peaks por primera vez para este texto. El link estaba roto. Supongo que el plano que era se quedará en mi imaginación. Para mí, esto es un momento Inland Empire jajaja.

Carlos Torres Rotondo
A David Lynch no lo considero solo uno de los más grandes maestros del cine, sino uno de los más importantes artistas contemporáneos. Amplió los límites de lo decible cinematográficamente y contribuyó a la unión de todas las artes. Fusionó el surrealismo, el film noir y la cultura pop en un solo y personalísimo universo. Incluso sus más grandes catástrofes no carecen de interés: su Dune es una obra con un carácter mucho más visionario que la de Villeneuve. Todo esto que afirmo ahora puede ser aceptado con facilidad, pero no siempre fue así. Yo fui uno de los primeros en escribir en nuestro medio sobre Lynch, y recuerdo con claridad que cuando propuse el tema, este fue recibido con cierto escepticismo. En ese entonces todavía no había dirigido Lost Highway (1997), Mulholland Drive (2001) ni Inland Empire (2006), y cualquier despistado habría tomado Blue Velvet (1986) por una cinta más realizada por algún discípulo de Hitchcock. Parecía un director muy irregular, y de hecho lo fue. Pero yo no le pido a mis artistas favoritos que me sorprendan con una obra maestra tras otra, sino que sean fieles a su visión. Y David Lynch, ahora que se ha ido, en sus distintos registros, lo fue. Muchas gracias, maestro, por compartir tus pesadillas. Ahora tus visiones forman parte del repertorio de los sueños de la tribu.
Marcelo Paredes
Quisiera empezar con un hecho reciente. Hace algunas noches, estaba considerando ver la película I Saw The TV Glow, ya que es de las que todavía tengo pendiente ver para ahora sí hacer mi, ya muy dilatada, lista de lo mejor del 2024. El asunto es que, en lo que pensaba si verla o no, recordé que algo que se hablaba mucho de esta película (junto a otras vistas el año pasado como La Bestia, La Sustancia o A Different Man) era la influencia que David Lynch tenía en ella, lo cual se reforzó el mes pasado tras su muerte y cómo su cine es clave para entender a buena parte del cine actual. Es por esa razón que, teniendo en cuenta que cuando Lynch falleció no pude expresar de manera un poco más extensa mis pensamientos en cuanto a lo que para mí significa su cine, decido no ver la cinta de Jane Schoenbrun y en su lugar me dispuse a ver una de él que tenía pendiente hace mucho tiempo.
La elegida fue The Straight Story, una película que, al igual que Jackie Brown en la filmografía de Tarantino, es considerada la menos “lyncheana” dentro de su obra. No obstante, mientras la veía notaba que eso no es exactamente así. Y claro, tal vez si solo asociamos lo “lyncheano” con situaciones bizarras y que solo generan confusión, sí podría ser probable que este filme no calce en lo absoluto en sus demás obras. No obstante, si entendemos que lo “lyncheano” va más allá de eso, es posible notar que su mundo no deja de estar presente acá. La diferencia está en que esos miedos internos que por años ha retratado son vistos acá desde una perspectiva más, digamos, cálida, siendo tal vez la historia más personal que el cineasta ha podido hacer en toda su carrera.

Esa angustia que siempre rodeó su cine, producto de los sueños como ese retrato más frío y cruel del falso confort de la realidad, es vista acá con mayor calma y asimilación. Con un protagonista de avanzada edad deteriorado por sus diversos males (entre los que está el enfisema pulmonar que años después el propio Lynch tendría), lo que vemos es un viaje introspectivo donde lejos de dejarse consumir por la oscuridad de una muerte anunciada, se tiene unas ganas de aprovechar esos últimos momentos para, al menos por un momento, traer paz a un mundo tan caótico. Lynch, al igual que Alvin Straight, fue alguien que se mantuvo firme a sus ideales y si el viaje a través de esta vida lo tenía que completar de la forma menos ortodoxa posible, pues que así sea. Ahí está la magia de esta película, la cual, viéndola en retrospectiva, ahora resulta mucho más melancólica por el fin que alguien tan querido como él tendría.
No quisiera extender mucho esto, pero sentí que el visionado reciente de esta película era algo que podía ayudarme a articular, de cierta manera, el impacto de David Lynch en mi forma de ver el cine. Desde aquella vez que vi Mulholland Dr. en un DVD comprado en el Pasaje 18, para luego acabar completamente desconcertado frente a lo que vi, sabía que acá había algo diferente. Esas ganas de querer “entender” lo que había visto eventualmente fueron pasando a un segundo plano, para en su lugar armar una perspectiva propia de lo que lo visto puede significar. Lo mismo sería en todo lo que vería después, al punto de llegar a algo tan alucinante como lo fue ver la tercera temporada de Twin Peaks, sin saber en ese momento que he visto la culminación de toda una forma tan particular de ver el mundo a través del lenguaje audiovisual. Una forma que para parecer “compleja” en la superficie, nunca dejó de invitarnos a quererla sin importar lo sesudo que sea el análisis.
Y es que por más que sea algo que ya se haya dicho mucho, no está de más recordar que si algo nos enseñó este hombre es que no todo en este mundo necesita una sola explicación. Ahora que he podido pensar más en su obra, creo que sus películas siempre han sido como un espejo para quien la vea. Dependiendo de quienes lo vean y cuántas veces lo vean, su obra siempre tendrá algún cambio, una nueva perspectiva y, por supuesto, una nueva forma de conocer qué era lo que daba vueltas por su mente.
Gracias a Lynch sé que no solo hay una forma de leer una película, así como gracias a él sé que la realidad nunca es lo que parece y debajo de esta podemos descubrir nuevas formas de interpretarla para sumar nuevas cosas al único mundo que realmente importa: el nuestro. Su partida me dejó un vacío grande que nunca sentí por otra persona ligada al mundo del cine que falleció y bueno, sé que también me quedo corto con todo esto que dije, así que, para concluir, solo me queda despedirte, querido David, sea donde sea que estés.

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