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"Blanca Nieves" (2025) y las manzanas podridas

El ‘remake’ del clásico animado de Disney ha generado todo tipo de críticas y discursos en Internet, pero su calidad cinematográfica no se juzga a partir de ello, sino de lo que propone en pantalla.


Por Gustavo Vegas Aguinaga                                          CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

“Blanca Nieves" (2025). Fuente: Variety
“Blanca Nieves" (2025). Fuente: Variety

Desde los primeros momentos de la nueva adaptación de Blanca Nieves vemos que su historia de origen cambia: es claro, no va a ser una relectura al pie de la letra del clásico cuento; sin embargo, el cambio tonal y de otros elementos afectan a la cinta y de plano la despojan de aquella mística casi mágica de la versión de 1937.


Claro, es una versión actualizada y renovada en sus formas para que se adapte mejor a una audiencia que dista por 90 años de la que vio la original, pero ello no significa que no pueda enamorar de la misma manera, y menos, que se sienta más apagada, desaturada, débil. Es una película para audiencias muy jóvenes, pero hay momentos que buscan dotar a la cita de una seriedad innecesaria o que no se condice con lo que vemos en pantalla. Aplaudo estos amagos con señalar los roles de género, que va desde la discusión por quiénes han de limpiar la casa, así como si una chica debe emparejarse con un hombre para salir adelante.


El problema con estas pruebas y ensayos es que se sienten muy puestos; es decir, no gozan de la naturalidad con la que, por ejemplo, se suceden los diálogos hablados a las canciones de musical o, quizá, la manera orgánica en la que se mezcla lo real con la fantasía y magia. Pero de ahí el material discursivo que Marc Webb quiere desarrollar en su película queda opacado por un guion que intenta abarcar mucho y termina por apretar poco. Las historias del guardia que se rehúsa a ser verdugo o el príncipe venido a “revolucionario” son adyacentes a la de la princesa, se sabe, pero pareciera que la película amaga también con querer contarnos sobre estos personajes y luego las olvida para regresar al tránsito de BlancaNieves por el bosque y cómo, a partir de forjar comunidad, se vuelve la candidata ideal y única para gobernar.


La nobleza y grandeza de los motivos de la princesa (centrémonos en ello y no en la monárquica y divina voluntad que le auguraba ese puesto de nacimiento), que van desde la justicia e igualdad hasta la bondad y solidaridad, no son acompañados por imágenes que le hagan justicia a causas tan justas. Muchos planos presentan las cosas del guion en vez de contarlas, o simplemente (y atravesados por la olvidable y uniforme iluminación) no parecieran albergar la vastedad de los espacios: el palacio parece tener una sola habitación y un calabozo; la ciudadela parece constar de una sola plazuela; el bosque parece estar formado por la casa de los enanos y un par de claros.


"Blanca Nieves" (2025). Fuente: Variety
"Blanca Nieves" (2025). Fuente: Variety

Lo planteado insiste en la idea de que, así como la fotografía no logra transmitirnos la importancia y el esplendor de estos espacios que son vitales para desarrollar la historia, la película no se corresponde del todo con la calidad (¡ni con el simple entretenimiento!) de su fuente de origen y por momentos se asemeja más a una parodia de la misma. Hay algo en su interior, muy al fondo, que afecta a sus demás partes, la aleja del esplendor que podría tener y le resta vitalidad, como si de una manzana envenenada o podrida se tratase.


Muchas veces se da la ocasión donde el/la villana o el personaje antagónico resulta más llamativo que el protagonista. Este no es el caso. La actuación sin matices de Gal Gadot, así como la nula construcción de su personaje, no generan ningún interés y por lo mismo su contraparte, la princesa BlancaNieves resulta como una presencia absolutamente buena y bondadosa y dulce y tierna y demás, lo que hace que tampoco atrape de lleno a la audiencia.


La película misma muerde su propia manzana y se va consumiendo rápido. Allí los conflictos irresolutos, las situaciones apresuradas, los problemas de ritmo, la poca elaboración de escenas, personajes y demás. Todo se va deteriorando y la cinta llega a su tramo final sin mucho que contar. En suma, Blanca Nieves deja mucho que desear y no tienen nada que ver las polémicas o la supuesta agenda woke que se le adjudica sin sentido, sino que resulta débil en su propuesta visual, narrativa y como producto se queda en blanco.



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