La película que hizo conocido a Keanu Reeves tiene una tercera entrega. Es una comedia que apela a la nostalgia de Las excelentes aventuras de Bill y Ted (1990).
Por Sebastián Zavala Kahn CRÍTICAS / VIDEO ON DEMAND
Seguramente muchos lectores recordarán las películas de Bill and Ted protagonizadas por Keanu Reeves y Alex Winter. Dos comedias disparatadas de los ochenta y noventa, con elementos históricos —no muy precisos que digamos— y de ciencia ficción. Es la franquicia que trajo a Reeves a la fama, y que ayudó a varios niños americanos a reconocer a figuras históricas como Genghis Khan o Beethoven. La primera entrega, en particular, forma parte de la nostalgia colectiva de los millennials, pero la secuela cuenta con su propia identidad y personajes memorables, incluyendo a La Muerte, interpretado por el gran William Sadler.
Hubo que esperar casi treinta años para poder ver una tercera parte: Bill & Ted salvando el universo (2020), que ha sido escrita por el mismo dúo que las primeras dos cintas (Chris Matheson y Ed Solomon), y dirigida por Dean Parisot (Galaxy Quest). Aunque no llega a ser tan hilarante o socialmente relevante como sus predecesoras, ciertamente ha terminado siendo mucho mejor de lo que cualquiera esperaría, sobre todo teniendo en cuenta las edades de sus protagonistas. Bill & Ted salvando el universo es una comedia sana, hasta algo naive, pero extremadamente divertida; reconocible como parte de la misma franquicia que los dos filmes anteriores, pero ligeramente más autoconsciente. Los Bill y Ted que encontramos en esta tercera entrega son mucho más experimentados y asumen más su propia mortalidad que en sus versiones anteriores.
Luego de reclutar a diferentes figuras históricas para un trabajo de la escuela en los ochenta, y hasta vencer a la personificación de la Muerte en los noventa, Bill (Alex Winter) y Ted (Keanu Reeves) están de vuelta en una nueva aventura. Ahora mucho mayores y sin estar cerca de componer la canción que supuestamente salvará al universo, nuestros héroes son convocados para ir al futuro, y robarle dicha composición a sus versiones posteriores. Pero esta vez no están solos: sus hijas, Thea (Samara Weaving) y Billie (Brigitte Lundy-Paine) los acompañan, demostrando que no tienen por qué tratar de salvar al universo solos.
Considerando que han pasado casi treinta años desde que salió la última película protagonizada por estos jóvenes músicos de San Dimas, California, no los culparía si tuviesen muchas preocupaciones sobre la calidad de Bill & Ted salvando el universo. Pero para mi (grata) sorpresa, Solomon y Matheson han logrado regresar a estar universo como si el tiempo casi no hubiese pasado, introduciendo nuevos personajes memorables, trayendo de vuelta a algunos de los mejores que aparecieron en las dos entregas pasadas, y hasta desarrollando momentos tanto emotivos como inesperadamente graciosos. Se trata de una película ligera y entretenida, que avanza de manera fluida, combinando sensibilidades contemporáneas con un tono algo retro.
En ese sentido, consideren la caracterización de Thea y Billie, las hijas de nuestros protagonistas. Se asemejan mucho a los Bill y Ted de las primeras dos cintas, pero también parecen ser un poco más conscientes de la gravedad de los acontecimientos de la película. Tienen un pie en el universo absurdo de Bill & Ted salvando el universo, pero otro en el mundo real. Y aunque los gags no harán que los miembros del público se maten de la risa, contribuyen al tono ligero y relajado del filme. Algo importante, especialmente considerando que buena parte de la narrativa tiene que ver con el potencial fin del mundo, y hasta nos presenta versiones alternativas —y no muy simpáticas— de nuestros protagonistas.
Keanu Reeves se demora un poco en convertirse en Ted, acostumbrado más a meterle balazos a medio mundo como John Wick, que a interpretar a un personaje algo despistado pero ciertamente bienintencionado. Sin embargo, para el final de la película, se asienta bien en el rol, y lo desarrolla como alguien que, por fin, está encontrando su lugar en el mundo. Por su parte, Alex Winter (quien ha tenido cierto éxito últimamente como director de documentales) se transforma inmediatamente en Bill, presentándolo como una versión ligeramente más sabia, pero en el fondo inocentona, del personaje que todos conocemos.
Súmenle a ellos a Anthony Carrigan robándose el show como un robot llamado Dennis Caleb McCoy —por qué no — y el retorno de William Sadler como la Muerte. Bill & Ted salvando el universo termina sintiéndose como una experiencia tanto familiar como novedosa. Es cierto que algunos de los momentos dramáticos no terminan de cuajar —comprensible, considerando que ni Bill ni Ted fueron diseñados como seres humanos tridimensionales en un inicio—, pero tampoco arruinan la experiencia en general, ni le quitan (relativa) credibilidad a la historia.
No será la comedia del siglo, pero Bill & Ted salvando el universo tampoco decepciona, y demuestra ser un final adecuado y agradable para estos clásicos personajes. Los efectos visuales son previsiblemente cursis, y los cameos son realmente sorpresivos, como el de cierto rockero famoso, y otros más emotivos, uno de ellos el de George Carlin (Q.E.P.D.). Sin embargo, lo más importante es que Bill & Ted salvando el universo me mantuvo con una gran sonrisa en el rostro durante hora y media, más que eso no podíamos —ni debíamos— exigirle al filme.
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