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“Autoerótica” (2021): la sororidad en tiempos de redes sociales

Actualizado: 20 jun 2023

La ópera primera de Andrea Hoyos está protagonizada por Rafaella Mey y Micaela Céspedes, dos actrices que debutan en la gran pantalla. Ha sido seleccionada para participar en la Competencia Internacional de Largometrajes del Festival Internacional de Cine de Mujeres en Chile. Esta crítica contiene spoilers.


Por Sha Sha Gutiérrez CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

“Autoerótica” (2021)
“Autoerótica” (2021)

En los últimos años, la sororidad –la solidaridad entre mujeres ante situaciones de discriminación y/u hostigamiento sexual– ha sido un tema clave en el cine peruano de no ficción como Mujer de soldado (2020) de Patricia Wiesse y Re(v)bela (2021) de Nicole Hurtado. Autoerótica, ópera prima de Andrea Hoyos, se une a esta serie de películas desde la ficción y, como bien señala Sebastián Zavala el coming of age.


Bruna, la protagonista de esta historia, es una adolescente que inicia su vida sexual luego de crearse una cuenta en una red social. Su nombre de usuario será el nombre de la película y la señal clara de que estamos ante un personaje femenino que no teme explorar su sexualidad. No es gratuito que la portada del filme nos muestre a Bruna probándose un sostén mientras se contempla preocupada en el espejo. La preocupación, así como la curiosidad, es producto de los cambios físicos (y hormonales) que experimenta su cuerpo en la adolescencia.


A diferencia de Lady Bird (2017) de Greta Gerwig, película con la que comparte el humor y la transgresión, Autoerótica pone el énfasis en los lazos de solidaridad entre mujeres que no comparten necesariamente un vínculo consanguíneo. Bruna disfruta sus vacaciones en compañía de su amiga Débora y su profesora de natación, por quien se siente sexualmente atraída. La figura de la madre, por otro lado, es clave, pero no actúa como un soporte emocional para Bruna (por el contrario, es la hija quien actúa como el soporte emocional de Irene), lo que resulta irónico, puesto que esta última es psicóloga. Esta inversión de roles se acentúa con el uso de colores en determinadas escenas. Cada vez que Bruna está con su madre, los colores son fríos y neutros, puesto que asume el papel de cuidadora de la familia: escucha y consuela a Irene, pero también la riñe cuando toma decisiones por ambas, infantilizándola. En contraste, cuando está con Débora, hay un mayor espacio para la experimentación, pues su relación, lejos de ser jerárquica, es igualitaria. Pensemos, por ejemplo, en las escenas del club nocturno, donde las jóvenes amigas ingresan burlando la seguridad del local con documentos de identificación falsos. En dichas escenas, predominan las luces de neón y el color mate en las uñas y los labios. El deseo de experimentar y transgredir la ley es notorio, pero después de la euforia del baile, Bruna y Débora se refugian en el baño y contemplan su reflejo en el espejo, en una postura y con una expresión que nos recuerda al ángel melancólico de Alberto Durero (de hecho, Autoerótica tiene tintes melancólicos al encontrarse Bruna en un momento de transición).

“Autoerótica” (2021)
“Autoerótica” (2021)

Sin embargo, la película en ningún momento juzga moralmente la maternidad de Irene ni tampoco la decisión de Bruna de no ser madre. Quizá este sea uno de los logros del filme: sin necesidad de la voz en off, nos internamos en la vida y la intimidad de Bruna. Recorremos los pasillos de su residencial y sentimos el calor del sol cuando monta su bicicleta. Pero sobre todo sentimos su ansiedad. Cada vez que este personaje se siente bajo amenaza, Andrea Hoyos multiplica el objeto de su angustia como las mujeres embarazadas que suben al microbús donde viaja Bruna o los hombres que, con gatos en brazos, se cruzan en su camino.


Este recurso cinematográfico revela la crisis de ser mujer en un país donde el aborto sigue siendo ilegal en la mayoría de los casos. Con sutileza, la directora del largometraje construye una sociedad peruana dividida entre quienes “marchan por la vida” y las mujeres que abortan de forma clandestina. Y es allí donde se forja la sororidad en el filme, porque Bruna no está sola. Tiene a sus amigas, quienes la acompañan durante todo el proceso, mientras las figuras masculinas (como el padre y la pareja sexual de Bruna) brillan por su ausencia.


Por todo ello, Autoerótica me resulta una película atrevida y necesaria de ver. No solo retrata el espectro de la sexualidad y el deseo femenino, sino también el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.





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