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Alberto Castro: “Hay políticos que quieren censurar nuestras voces”

Actualizado: 14 jun

El cineasta peruano habló sobre su última película Arde Lima, documental que retrata la escena drag queen en Lima. Además, comentó acerca de los avances y retos todavía a vencer sobre la representatividad de la comunidad LGBTIQ+ en el cine y la televisión.


Por Francisco Torres ENTREVISTAS / CINE PERUANO

Sé que la película Salir del Closet (2022) tuvo un proceso relativamente largo, ya que ha sido un proyecto que ha tenido diversas fases para recaudar fondos sin poder contar con el apoyo económico del Ministerio de Cultura. ¿Esta vez para Arde Lima (2024) fue un proceso similar o hubo algo diferente que dificultó o por el contrario facilitó más su realización?


Lo que pasa es que en realidad las tres películas que he hecho, Invasión Drag (2021), Salir del Closet y Arde Lima empezaron relativamente cerca. En el 2017 yo empiezo a grabar Invasión Drag, en el 2018, Salir del closet y en el 2019 Arde Lima. Todas fueron financiadas con fondos personales, no hubo financiamiento ni público ni privado de empresas al inicio de su proceso. Yo había postulado con varios proyectos de temática LGBTIQ+ al Ministerio de Cultura y nunca había ganado entonces precisamente por eso es que pensé hacer las películas. Lo que yo creo que cambio en el caso de Arde Lima es que como yo ya había terminado dos proyectos antes, yo entiendo que las bases y el jurado del Ministerio de Cultura tienen que de alguna forma asegurar la viabilidad de un proyecto porque al final se está dando fondo público para que se pueda hacer una película, entonces no se la van a dar a una persona o empresa o productora que no va a poder hacerla.


Yo creo que el haber hecho dos películas antes también me ayudó por ser un precedente. De que digan “ah ya ok esa productora ya ha hecho dos películas antes entonces estos fondos van a poder ejecutarse quizás de la forma correcta”. Considero que eso me ayudó en realidad a conseguir el fondo de DAFO, que es el de largometrajes en construcción. Es un fondo que se entrega para películas que ya están grabadas y cuentan con una especie de primer corte. Eso creo que fue lo que lo hizo más sencillo entre comillas, pero igual desde 2018 la película se financió como las anteriores. Fue un proyecto autogestionado.


¿Cuál fue tu primer acercamiento con las drags queens y por qué te interesó retratar sus vidas tanto en Invasión Drag y Arde Lima?


Lo que pasa es que yo considero que las tres películas que he hecho se comunican entre sí, por más raro y nada intencional que haya sido esto. Claro mi segunda película habla sobre mi proceso de salida del clóset y lo que me costó aceptarme, y esa época es un poco el 2017. En ese año es que yo conozco a RuPaul's Drag Race (2012), programa de competencia de drag queens en Estados Unidos, y al saber que existía algo como eso es que yo me empodero, me envalentono mucho y comienzo de algún modo a quererme y aceptarme, y por cosas del destino ellas desde Estados Unidos llegan a Lima. Y empiezan a llegar una tras otra a estas fiestas grandes que es un poco lo que es Invasión Drag. Es en ese acercamiento a estas fiestas y en el acto de grabar este documental que conozco a drags peruanas, como Tany de la Riva o Georgia Hart.


Entonces, en ese grupo internacional estaban presentes algunas personas de Perú. En esta última película, hay un segmento dedicado a cómo es la vida en este país, aunque es bastante breve. Al conocer a estas personas, entendí (aunque ya lo sabía) que la realidad aquí es muy diferente a la de Estados Unidos. Desde ese momento, me di cuenta de que Invasión Drag no estaba destinada a explorar el contexto peruano, sino más bien a abordar el fenómeno en sí. Para capturar la realidad de nuestro país, necesitaba hacer otra película.


Poco después de terminar Invasión Drag, presenté un proyecto al Ministerio de Cultura, que nuevamente no fue aceptado. Finalmente, en 2018 comenzamos a grabar, investigar y convivir con las personas involucradas. Fue entonces cuando conocí a Tany, Stacy y Ernesto Pimentel, quien surgió de forma inesperada. A partir de ahí, la película comenzó a tomar forma, aunque en ese momento no teníamos una dirección clara para la historia. De hecho, creo que las tres películas que he realizado han sido muy intuitivas, reaccionando a los eventos que ocurrían a nuestro alrededor. Creo que el rumbo definitivo de la película se consolidó después de la pandemia.


Una vez que Stacey Malibu falleció en junio de 2020, nos sentamos a decidir qué hacer. Comencé a entender que esto era un retrato del mundo drag en Lima, el cual estaba en evolución. Muchas discotecas donde antes se presentaban, ya no existían debido a la pandemia. Además, espacios que antes les estaban vetados, como el teatro, ahora les permitían actuar. Ese cambio, de manera accidental, marcó muchas cosas.


Mi acercamiento fue muy personal. La experiencia me cambió la vida y, a partir de ese cambio, empecé a convivir con ellas. No lo hice con la finalidad de hacer una película sobre la comunidad, sino que comencé a convivir con ellas de manera natural, llevando siempre una cámara, porque es mi forma de comunicarme. Fue en esa convivencia que las historias que se ven en la película empezaron a surgir y a retratarse.


¿Desde tu perspectiva, que has aprendido trabajando con las drags queens que también forman parte importante de la comunidad LGBTIQ+ en tu ya segunda obra dedicada a ellas? ¿Qué pueden aprender las personas tanto dentro de la comunidad como los que no necesariamente forman parte de ella?


Creo que las drag queens son mi principal inspiración y también lo son para muchas personas, no solo para la comunidad LGBTIQ+. Me sorprende ver en las fiestas de drag queens a señoras, amas de casa y mujeres en general. Considero que las drags ayudan a empoderar a comunidades marginadas en general.


Seguimos siendo una sociedad donde predomina lo masculino y donde los hombres heterosexuales tienen hegemonía sobre la narrativa de las historias. En Perú, ser mujer resulta tan vulnerable como ser parte de la comunidad LGBTIQ+. Es difícil para un hombre heterosexual entender el miedo de recibir un insulto por ser gay o piropos no deseados por ser mujer.


Siento que el drag, de muchas formas, también sirve a todos aquellos que se sienten diferentes o socialmente marginados, incluidas las mujeres. Las drag queens empoderan porque son valientes, salen a la calle vestidas como quieren y se hacen respetar. Creo que esa valentía es lo que inspira a tanta gente.

TRAGEDIA TRAS EL ARCOÍRIS

Una vez hablaste de que las historias LGBTIQ+ en el pasado han estado más marcadas por historias con un enfoque trágico, y que eso ha ido cambiando poco a poco, ¿qué obras crees que han sido las que más han aportado a ese cambio de perspectiva y si estas te han influido o inspirado a querer tú también sumarte a este nuevo paradigma?


Creo que el gran problema es como las luchas de la comunidad LGBTIQ+ no se escapan de la presencia de la mujer en la industria. Históricamente esta ha sido dominada por hombres heterosexuales y de determinado nivel socioeconómico, entonces las historias siempre han tenido esa hegemonía. Mira cómo le ha costado a Hollywood y a la industria del cine entender que los personajes femeninos protagónicos también pueden vender, que personajes afroamericanos pueden generar mucha taquilla. Entonces ese cambio ha sido muy reciente y de esa misma manera entender que las historias LGBTIQ+ podían funcionar es algo muy nuevo y las que teníamos estaban contadas desde una perspectiva heteronormativa, que podían ser muy bien intencionadas porque al final hay muchos aliados heterosexuales que apoyan a la comunidad, pero al no vivir la experiencia de ser una persona gay, lesbiana o trans hace que veas las cosas de una manera muy distinta porque no es tu historia, no eres tú. Entonces claro hay mucha gente que ve a los personajes gay que sufren, que tienen que sobrevivir y que les pasa muchas cosas negativas y es totalmente cierto solamente que desde afuera se nos ve un poco con pena quizás, como en plan “que pena que suceda esto, ojalá pudiéramos hacer algo”, mientras que nosotros lo vemos desde adentro. Pensamos sí qué triste todo esto, pero al final nosotros podemos ser más y sobrevivir de otras formas.


Por eso, siento que la aparición de más directores de la comunidad LGBTIQ+ ha cambiado significativamente el enfoque en las historias que se cuentan. Pienso en Xavier Dolan, un director homosexual que aborda dramas de temática LGBTIQ+. Aunque presenta situaciones duras y tristes de la comunidad, sus personajes tienen matices, no son simplemente víctimas; son mucho más que eso. Creo que el cambio en el tono y el hecho de que sean actores y directores de la comunidad quienes cuentan sus historias, transforma la narrativa. Un ejemplo claro es la serie Pose (2018) de Ryan Murphy, que relata la pandemia del VIH en Estados Unidos durante los años 80, centrándose en afroamericanos y latinos migrantes que sufren mucha discriminación. Sin embargo, es una serie de celebración, llena de fiesta y felicidad. A pesar del sufrimiento, transmite una visión de resistencia y esperanza: estamos aquí sufriendo, pero vamos a salir adelante.


Creo que eso representa un cambio significativo. Mi película aborda temas tristes: una abuela que no acepta ciertas realidades y gritos de odio en las calles, pero lo que realmente me interesa es mostrar cómo, a pesar de las dificultades, el drag puede ofrecer un espectáculo lleno de felicidad, fiesta, baile y celebración. Creo que lo importante de la película es precisamente eso. El cambio radica en tener personas de la comunidad en posiciones de poder, escribiendo y dirigiendo historias.


Por ejemplo, recuerdo a Sean Baker, quien acaba de ganar la Palma de Oro. Su película Tangerine (2015) es maravillosa. Si Tangerine hubiera salido hace años, los personajes trans probablemente habrían sido interpretados por hombres cisgénero. El hecho de que estos personajes tengan tanta autenticidad supera el hecho de que Sean Baker sea un hombre cisgénero. Aunque quizás nunca logremos igualdad en todos los espacios, en algunos sí, y eso cambia las narrativas. Tangerine es un relato maravilloso, triste pero enérgico y lleno de vitalidad. Esa película me encanta y me inspiró mucho. Quise capturar esa sensación de tránsito urbano en mi película, con drags caminando constantemente por la ciudad, similar a lo que se ve en la obra de Baker.

Últimamente en el cine peruano ha habido más representatividad. Hay películas que tratan estas temáticas, pero, ¿consideras que quizás en la televisión todavía retraso respecto al lugar que se le da a la comunidad LGBTIQ+?


Si creo que la televisión, al menos la nuestra ha evolucionado a pasos muy lentos y creo que eso es porque depende mucho de grandes marcas. Los auspiciadores normalmente son marcas familiares y eso hace que las narrativas tengan que avanzar a otro ritmo. Igual la televisión es otro mundo complejísimo del cual hablar porque igual no estamos al nivel de otros países de la región. Seguimos teniendo un modelo de telenovelas de temporadas de más de 100 episodios y eso es algo extraño. Eso no es solo hablando de la comunidad LGBTIQ+, sino que el diseño de producción de televisión en nuestro país está bien desfasado. En el mundo más bien cada vez apuntan a tener menos episodios por temporadas porque precisamente se entiende que es un poco el modelo. De 10 a 13 episodios por año que ya es bastante, pero en nuestro país tenemos temporadas de 110 episodios y tenemos dos temporadas por año. Es un poco absurdo, ya ni siquiera es culpa de los mismos guionistas porque quizás están obligados a escribir 100 episodios y exprimir lo más que se puedan sus ideas y al final creo que en la televisión lo que prima más son los auspiciadores y esta idea de que tienen que apuntar a familias, entonces lo LGBTIQ+, termina estando marginado.


¿Qué tan importante es que haya dentro del medio audiovisual una pluralidad de voces que aportan distintas perspectivas y como lidias como artista al momento de tocar estas temáticas en tus películas sabiendo que en este país tan conservador una gran parte de la población reacciona de manera negativa?


Creo que, al final, no solo el cine, sino el arte en general, es una forma en la que las personas y la sociedad se expresan. Las imágenes son poderosas. Desde nuestros primeros recuerdos como humanidad, como las huellas en las cavernas o los dibujos, el arte ha sido una manera de expresar y dejar evidencia de nuestra existencia. El cine es una prueba de que existimos, y el hecho de que el cine nos haya civilizado durante tanto tiempo es significativo. Hay quienes piensan que ahora, de repente, todo el mundo se identifica como homosexual, cuando en realidad la comunidad LGBTIQ+ siempre ha existido. Solo que antes no se veía en la historia, la televisión o el cine. Esto es poderoso porque reivindica la existencia de otras personas.


He recibido muchos mensajes de personas que, al ver mis películas, se sienten vulnerables en sus hogares porque sus padres no los aceptan, o en sus comunidades, que son muy homofóbicas. El simple hecho de ver películas que existen en Perú les da un poco de alivio, mostrando que hay personas como ellos que también enfrentan esas situaciones. Hablo de Perú porque, aunque en el mundo ya hay muchas series y películas, una cosa es ver a dos chicos enamorados en Londres, como en la serie Heartstopper (2022), y otra muy distinta es ver a las drags caminando por el parque Kennedy en Lima. Esto genera una sensación de cercanía y proximidad.


Creo que es importante no solo para la comunidad LGBTIQ+, sino también para tener más cine regional e indígena. Aunque soy un realizador de la Universidad de Lima y un hombre homosexual privilegiado que puede hacer cine, siento que hay otras experiencias, como las de personas trans, queer, y de niveles socioeconómicos menos privilegiados, que también necesitan contar sus historias de otra forma. Es crucial que cada vez haya más voces y posibilidades de relatos.


El problema es que nuestros gobernantes y congresistas no quieren eso. Quieren condicionar los temas de los que se puede hablar y limitar los discursos posibles. Desean contar una única historia y terminan censurando otras voces. Esto es preocupante porque, al final, no es que les interese la inversión pública. Si así fuera, se verían recortes en otras áreas que les benefician. Lo que realmente les interesa es qué historias se están contando, y usan la excusa de la inversión pública para apuntar hacia ese objetivo.


¿Has tenido algún referente en el que te puedas ver reflejado dentro del contexto nacional ya sea en el cine o la televisión, o por aquellos tiempos era más difícil?


Sí, creo que ha sido más difícil. Mis referencias mientras crecía eran de afuera. En el caso peruano, Ernesto Pimentel me parecía peculiar: un hombre gay que hacía drag y era tan exitoso en la televisión, no lo entendía. Me enteré muy tarde de expresiones artísticas locales. Hay un mediometraje magnífico llamado Anastasha (1994), dirigido por Antonio Fortunic. Es un falso documental que desconocía hasta que estaba haciendo Arde Lima. Juan Daniel Molero, el director de Videofilia (2015), me mencionó ese documental, sugiriendo que me interesaría por su temática de drags.


En Perú, no he tenido muchos referentes de la comunidad LGBTIQ+. Las personas que más he admirado estaban relacionadas con un cine que invita a reflexionar y que no pensaba que se podía hacer aquí. Admiraba mucho a Héctor Gálvez, con quien ahora puedo conversar directamente, o a Josué Méndez, con quien tengo la oportunidad de trabajar. También está Adrián Saba, que tiene mi edad y ya ha comenzado a hacer cine.


Pero de la comunidad LGBTIQ+, no he tenido referentes porque no se les permitió mucho hacer películas o contar sus historias. Dice mucho que por años el único referente en ese aspecto del cine peruano haya sido No se lo digas a nadie (1998), dirigida por un director heterosexual, con actores heterosexuales y una visión victimizante de lo que es ser gay. Es una película icónica, un clásico importante, pero aun así no daba espacio a la comunidad.


LA MIRADA DEL PREJUICIO


Ha habido una polémica respecto al decreto que se ha promulgado recientemente, el cual incluye a ciertas categorías referentes a identidad de género y orientación sexual como parte de las clasificaciones de trastornos mentales. ¿Debido a ese mismo acontecimiento, consideras que el estreno de esta película puede significar una manera de protestar ante este hecho y que sea adoptado como expresión artística en contra de esa medida?


Bueno, al final ha resultado un poco así. Nosotros siempre habíamos planeado estrenar Arde Lima el 30 de mayo porque el mes del orgullo empieza en junio, y esta lucha no es nueva. Este decreto solo ha empeorado una realidad que ya vivíamos. Que haya sucedido ahora y se empiece a hablar del tema definitivamente nos da una oportunidad para denunciar y estar más presentes. Las drag queens y los drag kings siempre han estado al frente de las manifestaciones, y eso es algo que siempre debemos recordar. Les debemos mucho en esta lucha.


De hecho, la película cierra con un gran tema que queríamos que fuera una especie de cántico de protesta. Al final, los personajes comienzan a reclamar y a decir "no me interesa que te incomode lo que soy", y eso también es un poco mi sentir. Ese canto final es una celebración, pero también una protesta. Porque, al final, lo quieran o no, muchas personas dicen que no quieren meterse en política y prefieren solo bailar y hacer espectáculo, pero el simple hecho de manifestarse, transgrediendo lo que la sociedad dice que es ser hombre o mujer, ya es un acto político.


Hay veces en las que algunas personas usan este término de “inclusión forzada” cuando ven historias de la comunidad LGBTIQ+, ¿por qué crees que hay esa reacción y el uso de esas expresiones al ver contenido que se da por perspectivas distintas?


El cine tiene más de 120 años de existencia, no es un arte nuevo entonces probablemente, 110 de estos han sido dominados por historias de hombres blancos, mujeres blancas, heterosexuales. Entonces, si tú te acostumbras a ver películas desde tu infancia hasta adultez y todas estas películas son del chico que se enamora de la chica y que se casan y tiene hijos. de los hombres blancos que sufren mucho y luego logran triunfar. Si ya te acostumbraste a que estas narrativas sean las únicas que existen, evidentemente si ves algo distinto a eso te empieza a sonar extraño. Obviamente ahora lo que sucede es que distintos estudios comienzan a incluir otras voces porque se dan cuenta que al seguir con lo mismo se quedan sin historias. Lo más interesante es que hoy son historias no hegemónicas. Porque Todo en todas partes al mismo tiempo (2022) o Parásitos (2019) ganan el Oscar, porque quizás nos empezamos a hastiar de las mismas historias norteamericanas.


Al final te das cuenta que te da una apertura a otro tipo de contenidos ya ni siquiera te hablo de lo racial o de diversidad sexual sino de país de origen, del idioma que se está contando, entonces al final estas personas más bien utilizan sus prejuicios, su homofobia y su machismo para hablar de inclusión forzada cuando se tienen estos personajes de protagonistas. Si hablamos del caso de Perú por ejemplo ahorita que estamos hablando se estrenó Chabuca (2024). Ahora que se va a estrenar Arde Lima[1]veo comentarios de gente sobre “la agenda gay”, que están queriendo que todas las películas sean del mismo tema. Para empezar, mi película se terminó antes que Chabuca. Está lista desde diciembre del 2022, no es que se haya producido por la misma empresa. Tondero no produce mi película, solo la distribuye. Yo la he hecho solo. En segundo lugar, hemos tenido 5 películas peruanas en cartelera distintas. Hemos tenido Yana-Wara (2023), Vaguito (2024), Vivo o Muerto (2024), La piel más temida (2023), ahora último Viejas Amigas (2024), entonces este discurso es falso.

[1] La entrevista se realizó antes del estreno.


Es querer agarrar dos elementos y decir mira aquí hay dos películas con temática LGBTIQ+, entonces el cine está queriendo imponernos algo, pero obvian otras películas que se han estrenado y que tienen otros temas. Es lo mismo que se pasa con los ataques que se recibe hacia el Ministerio de Cultura. Ahora nomás se ha hablado de Arde Lima y La piel más temida como criticables, pero Viejas Amigas tienen fondo del estado. Yana-Wara también. No digo que se deban criticar esas películas, para nada, al contrario, hay que celebrarlas, pero eso te da una idea de qué película estas personas escogen para criticar en torno al financiamiento público. Al final el Ministerio de Cultura está para eso. Para financiar distintas formas de ver el mundo. Tratar de limitar eso es peligroso.

Has comentado anteriormente acerca de lo difícil que es hacer cine en el Perú y que incluso con esto, ahora se ha querido reducir el aporte estatal ¿Por qué crees que hay esta idea de que se malgastan los impuestos y si consideras que hay desinformación al respecto?


Este es un tema bastante complejo que podría discutirse durante horas, ya que creo que hay desinformación y tergiversación de lo que realmente hace el Ministerio. Se genera una conspiración en torno a la idea de que la ministra de cultura tiene una agenda específica, como influir en qué películas se producen o que todos los niños se vuelvan gays, mientras se olvida el tema del terrorismo. Creo que hay una idea equivocada sobre cómo funcionan los concursos, que en realidad son completamente abiertos y transparentes, con bases que cualquier persona puede descargar y leer para entender el proceso. Cualquiera puede postularse e inscribirse, pero los ganadores deben cumplir con muchos requisitos y presentar una rendición de cuentas detallada, similar a cualquier proceso con el Estado.


Por ejemplo, se menciona a Mayra Couto o Salvador del Solar recibiendo mucha plata, cuando en realidad es el proyecto el que recibe financiamiento para contratar personal y cubrir diversos gastos. Sin embargo, ese financiamiento siempre resulta insuficiente. Creo que existe desinformación desde un lado, pero también es cierto que la ley de cine actual es incompleta. A pesar de los ejemplos de Chile y Colombia, no han entendido que los subsidios no son suficientes.


Si hay algo en lo que los críticos de la ley del cine pueden tener algo de razón, es que algunos impuestos se destinan a películas que poca gente ve. Esto es falso, ya que muchas de estas películas representan al Perú en el extranjero y se venden a plataformas internacionales. Sin embargo, es responsabilidad del Estado asegurarse de que más personas vean estas películas. En otros países, además de las cuotas de pantalla, existe una red de cines estatales y municipales que fomentan el cine cultural y educativo, no regulado por el mercado, lo que puede incrementar la audiencia y el consumo de cine nacional.


Argentina, Chile y Colombia no se convirtieron en bastiones del cine de la noche a la mañana, ni Corea del Sur ganó un Oscar de la nada. Esto ocurrió después de décadas de financiamiento, promoción del cine hacia el exterior y atracción de inversión. Muchos detractores parecen no entender esta falta de visión.


El problema es amplio: no solo hay desinformación, sino que la ley actual no es suficiente para convertirnos en un mercado cinematográfico competitivo, lo cual es nuestro objetivo. Todos deseamos encontrar formas de generar un ciclo de circulación donde los impuestos de los cines financien el cine nacional. Esta es una solución más efectiva que eliminar la ley de cine o cancelar los subsidios. Debemos atacar otras etapas de la producción, como la distribución y la exhibición.





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