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28 FCL: “The Girl with the Needle” (2024) y los límites de la violencia

La película de Magnus Von Horn ofrece un viaje a la oscuridad humana, donde la violencia se confunde con crueldad, pero rayando en lo predecible y obsceno


Por Alberto Ríos                                                    FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Las guerras y sus consecuencias han sido abordadas de diversas maneras en la pantalla, pero pocas cintas han tenido la crudeza temática que encarna The girl with the needle (Pigen med nålen) del director danés Magnus Von Horn. Con una puesta en escena visual sumamente potente, se confunde la violencia con crueldad y la incomodidad con provocación gratuita dentro de los planos de la cinta.


Karoline (Vic Carmen Sonne), una joven obrera de una fábrica textil, está luchando por sobrevivir en el Copenhague de una recién terminada Primera Guerra Mundial. Cuando se encuentra desempleada, abandonada y embarazada, conoce a Dagmar, una mujer que administra una “agencia de adopción clandestina” que ayuda a madres a encontrar hogares para sus hijos no deseados. Sintiendo rechazo por el bebé que lleva dentro de ella, decide entregárselo para que pueda vivir una mejor vida, o bueno, tal vez no.


El descenso de Karoline hacia la miseria se va gestando por etapas, lentamente. Primero se queda sin suficiente dinero para pagar el alquiler de su pequeño departamento. Luego queda embarazada del dueño de la fábrica, quien la abandona ante las amenazas de una madre castradora de dejarlo sin la fortuna familiar. Además, su esposo, a quien creía muerto, regresa de la guerra completamente deformado. Ella lo rechaza. Viéndose sola y embarazada, decide usar una aguja para, gran eufemismo de por medio, “intentar resolver sus problemas”. Es allí donde será rescatada por Dagmar, una mujer que parece interesada en ayudar al futuro niño a encontrar un hogar, pero pronto descubriremos que tiene intenciones mucho más siniestras. La protagonista tampoco es víctima de sus acciones, y en muchos casos puede llegar a ser tan cruel como quienes la rodean, aunque no quiera verlo. Como dice uno de los personajes: “el mundo es un lugar horrible, pero necesitamos creer que no es así”.

Uno de los pocos personajes que parecen tener algo de humanidad y compasión intactas es Peter (Besir Zeciri), esposo de la protagonista, pese a su desfiguración física. Es por esta última que se ve rechazado por la sociedad e incluso por Katherine. Termina siendo expuesto como un fenómeno de circo, como si se tratara de uno de los feriantes de la clásica Freaks. Él es lo que dejó la guerra: personas rotas, trastornadas y lisiadas a los que la sociedad les da la espalda luego de defender a su patria. Nadie se salva de la cadena del desprecio. Aquí el conflicto no está en las trincheras de Sin novedad en el frente, ni en los campos de 1917, sino dentro de las personas, quienes se han convertidos en seres amorales.


Filmada en tono gótico, con claroscuros en blanco y negro y tomas que recuerdan al expresionismo alemán (gran trabajo de Michal Dymek), The girl with the needle es un gran ejercicio estilístico en lo formal. Logra generar una sensación de distorsión, de personas en un gran gris moral en medio de calles deformadas, angulosas y vacías que los rechazan. El problema surge cuando el fondo cae en la virulencia, el efectismo y la crueldad, no la de Haneke ni la de Noé, sino una gratuita, desmedida y que se regodea en filmar lo sórdido, no por sangriento ni grotesco, sino por los límites morales que atraviesa y rompe con un lente que se fascina en ello.


La cinta de Van Horn es otro exponente más de aquello catalogado como el cine de la crueldad, aquel que busca representar de forma explícita y visceral la brutalidad. Pero aquí no parece haber una búsqueda por explorar lo laberíntica y compleja que puede ser la condición humana, simplemente se demuestra que lo peor puede habitar dentro de cada uno y siempre se pueden hacer los ojos ciegos al mal. Es evidente que Van Horn busca hacer un ejercicio estilístico incómodo hacia al espectador, dónde la miseria sea el eje que lleve la cámara. Pero en su afán de impactar se queda sin ideas, se vuelve predecible y raya en lo obsceno y manierista. 




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