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28 FCL: “Raíz” (2024): La mirada infantil

La película del cineasta cusqueño Franco García Becerra utiliza la mirada de un niño para abordar la compleja relación entre el fútbol, la vida rural y la amenaza de la minería en las comunidades andinas. No obstante, su enfoque infantil puede diluir la fuerza de la denuncia social.


Por Alberto Ríos                                                          FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Perú es un país con una gran mayoría de personas amantes del fútbol. Eso es innegable pese a que el equipo nacional ha cosechado pocos triunfos a lo largo de su historia. Es alrededor de uno de estos pocos buenos momentos futbolísticos, la clasificación al mundial de Rusia 2018, que el cineasta cusqueño Franco García Becerra construye Raíz. Esta cinta, presentada en la más reciente edición del Festival de Cine de Berlín, es una fábula desde la mirada infantil de las problemáticas que ocasionan las mineras en las comunidades andinas.


La historia sigue a Feliciano, un niño quechuahablante de 8 años, pastor de alpacas, que se siente eufórico porque Perú tiene posibilidades de clasificarse para el Mundial. Sin embargo, la comunidad en la que vive junto a sus padres corre el riesgo de desaparecer debido a la contaminación de los pastos y a la presión de una empresa minera para hacerse con los terrenos de la zona.


La película está narrada desde el punto de vista infantil. Seguimos a Feliciano en todo momento y es a través de sus ojos que vemos este mundo, su cosmovisión y sus problemáticas. Él es un niño bastante inocente que se ha visto obligado a dejar la escuela para apoyar a su familia en las labores que demanda su vida rural. A veces, mientras pasea a sus alpacas junto a su perro Rambo, escucha los partidos de Perú por radio y juega a ser alguno de sus ídolos como Gallese o Cueva. La película lo encuadra con bastante delicadeza, utilizando planos largos y en ocasiones fijos que nos permiten ver sus actividades y juegos de manera distendida, logrando que la actuación del joven Alberth Merma cause ternura con facilidad a los espectadores.


El título en inglés, Through rocks and clouds (entre rocas y nubes), también nos advierte de otro de los elementos vivos de la cinta: el entorno. Como en otras películas del cine andino reciente, las montañas, el cielo y los paisajes naturales se convierten en leitmotiv visuales, tanto como marco de las actividades de Feliciano, como en planos fijos de los apus que el niño contempla y en los que cree. Pese a ser encuadradas las montañas en primeros planos en medio de cielos de un celeste puro en repetidas ocasiones, aquí los apus parecieran no tener la misma fuerza visual que en películas como Wiñaypacha.

Es también a través de sus ojos que descubriremos los problemas que aquejan a esta comunidad. La minería amenaza la conservación del medio ambiente, la laguna cercana empieza a presentar colores extraños en sus orillas y sedimentos, pero también afecta a la vida de los pobladores debido a la negativa de algunos de ellos para dejar sus tierras y las represalias como el asesinato de su ganado. Sin embargo, este segundo punto está menos trabajado que la vida de Feliciano en las montañas. Al estar todo enmarcado en la mirada infantil, los problemas de la comunidad se vuelven tangenciales en su día a día, sin ser explorados a profundidad y detalle. Lo mismo sucede con los personajes adultos, los cuales resultan bastante unidimensionales.


La cinta de García Becerra tiene puntos comunes con la película brasileña El año que mis padres se fueron de vacaciones de Coao Hamburger, filme en la que en medio del mundial de 1970 seguimos a Mauro, un niño de 12 años, cuyos padres deben pasar a la clandestinidad debido a la dictadura militar. Debido a ello, él se queda al cuidado de un abuelo, en São Paulo, pero sólo sueña con que Pelé y compañía consigan el preciado título. Ambas cintas usan la mirada infantil y la pasión por el fútbol para hablar de diversos procesos sociales de sus respectivas comunidades. Sin embargo, ambos pecan de lo mismo.


La mirada de niño minimiza e incluso ignora los problemas que vive su comunidad, restando fuerza a la denuncia que hace el filme, pero, sobre todo, restándole peso dramático a las acciones vistas en la trama. Sin embargo, la misma mirada puede hacer que otros elementos brillen. Uno de los mejores momentos de Raíz ocurre cuando Feliciano decide visitar su antigua escuela y parado en medio del aula de clases un rayo de luz solar entra desde una ventana ubicada a la espalda del protagonista, iluminándolo con una luz dorada mientras que escuchamos los recuerdos de sus clases y juegos en el aula. La escuela aquí es presentada como casa de saberes, no está presente “la letra que entra con sangre” de Yana-Wara. Es esa misma escuela una de las cosas perdidas por la situación actual del pueblo.


Lástima que esa sutileza luego se desvíe, la repetición fascinada de las tomas en la naturaleza cause que las mismas pierdan fuerza y en el momento en el que el conflicto entre pobladores y la minera está a punto de explorar, Feliciano decida dar la espalda a todo para regresar a las montañas junto a sus alpacas sin haber realmente culminado viaje alguno.



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