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28 FCL: “El Otro Hijo” (2023), una extraña travesía por la pérdida

Actualizado: 20 ago

La última película del director es un viaje emocional a través de la ambigüedad y el dolor. Es una historia que explora las complejidades del duelo y el conflicto interno de un joven que vive a la sombra de su hermano fallecido, en la que el amor y la rivalidad se entrelazan de manera perturbadora y, a veces, incompleta.


Por Enzo Cereghino                                                    FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

¿Un drama familiar sobre el duelo, un coming of age o la historia de un romance retorcido? El otro hijo (2023), de Juan Sebastián Quebrada, inicia cuando Simón, un extrovertido y conflictivo adolescente, cae desde el último piso de un edificio durante una fiesta. A partir de ese hecho, veremos la historia de Fede tras la muerte de Simón, su hermano. Esta película recuerda a La habitación del hijo (2001), de Nanni Moretti. Similar a esa producción italiana, en El otro hijo tenemos a una familia acomodada de Colombia pasando por el duelo tras la muerte del hijo menor. Este proceso de luto es sobrellevado de distintas maneras por cada uno de los personajes, quienes son: Fede, hermano mayor a punto de irse a estudiar a Europa; la destrozada madre; el padre escéptico sobre como murió Simón; el padrastro sereno; Laura, la enamorada de Simón; y los amigos de la escuela, entre los que está una chica con la que Fede ha empezado a salir.


Para contar esta historia, cada personaje parece representar las 5 principales etapas del duelo, según el psicólogo Kubler Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Estas se perciben mejor hacia la mitad de la película para cuando se entiende que Simón se suicida: La negación es el padre, quien no cree que su hijo haya acabado con su vida y juega al detective buscando respuestas y culpables. La madre es la ira, tal vez la etapa/emoción mejor representada y que ofrece los momentos más intensos de la película. La novia es la depresión. El padrastro es la aceptación. Por su parte, Fede, el protagonista, es la negociación. El “ingrediente” extra, respecto a La habitación del hijo, es Fede, una figura que se define por su ambigüedad. Este adolescente es alguien difícil de leer. No sabemos qué piensa. Por otro lado, siendo él la representación de la negociación del duelo, Fede fluye entre varios estados de ánimo y actitudes correctas e incorrectas, algunas estoicas y otras autodestructivas.


¿Qué ocurre con Fede? Sucede que, aunque todos quieren y extrañan a Simón, el espectador no percibe esa sensación. En su lugar, siente desde la percepción de Fede. Él es el hermano opacado por Simón, pues mientras es él quien tiene talento y futuro, es Simón quien se roba la atención de la familia, las chicas y los amigos. El otro hijo es una película sobre la frustración ante alguien que ya está muerto. Desde la perspectiva de Fede, Simón sigue siendo el centro de atención, mientras que él es el hermano vivo que se auto- percibe como “el otro”. Un detalle a destacar es que Simón ha sido presentado de forma desagradable lo poco que aparece al inicio. Esto hace que el espectador empatice con el encono del hermano mayor. Nos llevamos una mala impresión de Simón de arranque. Entonces, la frustración de Fede se estimulará, por ejemplo, a partir de la visión que tiene la madre de Simón. Ella lo recuerda como un niño tierno. La madre revisa de manera obsesiva grabaciones de Simón cuando era bebé. Resulta interesante atender a esa información, pues ambas visiones del personaje estarán en tensión, lo que a su vez provocará un distanciamiento emocional entre Fede y su madre, quien explotará hacia el final del segundo acto.


Con todo esto, la película logra transmitir las emociones que se propone en su primera parte. La película se arma de tal forma que genera expectativa. Los problemas de los personajes parecen guiarnos hacia una resolución trágica en la que todo finalmente se une: Fede y Laura inician una relación, aun cuando ambos saben que está mal; la madre está cada vez loca y hasta contrata a una vidente; el padre culpa a Laura de lo que ocurrió con Simón. Lamentablemente, nada de esto termina de resolverse ni cohesionarse. Mucho queda en el aire.

El murder mystery del padre, como no se desarrolla, queda más como un guiño/pastiche del personaje del padre de La habitación del hijo, quien hace lo mismo. La relación de Fede con Laura se consuma con un encuentro sexual sin que nadie intervenga ni objete, ni siquiera la chica con la que Fede estaba iniciando un romance al inicio de la película. En lugar de elaborarse el tópico de un romance “tabú”, en donde Fede es el amante que reemplaza a su hermano muerto, esta situación es tratada de forma tierna sin subrayar sus contradicciones e implicancias con el resto de los personajes. Relaciones así de “poco ortodoxas” han sido el componente principal de películas de directores como Pedro Almodóvar. En ese sentido, el director pudo haber desarrollado el juego de eros y tanatos que implica este amorío.


Por otro lado, el conflicto que más inquietud provocaba, el de la incipiente locura de la madre, llega a un punto álgido cuando ella le niega a Fede el viaje a Europa, provocando la ira de este. Sin embargo, luego de su colapso mental posterior, la madre pasa al olvido. Lo que sucede con ella, al final no genera las consecuencias que imaginábamos.


Y eso sucede con el resto de los conflictos. Hacia las escenas finales se da un momento coming of age post-coito con Laura, que es como un “clímax” del relato: Fede sale airoso a la calle con la ciudad de fondo. La película termina con la familia cenando feliz, sin que nadie busque más respuestas. ¿Llegaron todos a la aceptación de su luto personal? Caso Fede, ¿el tener sexo con la novia de su hermano muerto fue determinante para ello? ¿Qué siente realmente Fede por Simón y por Laura? ¿El acercamiento de Fede a Laura fue fruto de un resentimiento u odio secreto hacia Simón, o fue amor sincero? Todo esto no termina por responder la película. Aunque El otro hijo comienza con fuerza, la multiplicidad de subtramas y la falta de desarrollo de ciertos conflictos personales debilitan el impacto emocional. La ambigüedad en la interpretación de Fede añade una capa interesante, pero, en última instancia, no logra sostenerse, sobre todo en el final de la historia. La película de Juan Sebastián Quebrada termina siendo una narrativa dispersa al fallar en la ilación de personajes y situaciones.







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