Festival Al Este: Abel Ferrara y Tsai Ming-liang
Recomendamos 5 películas de Abel Ferrara y de Tsai Ming-liang, respectivamente, como introducción a su formidable obra. Ambos son invitados especiales de la nueva edición del Festival Al Este, que comienza este jueves 1 de octubre.
Por Rodrigo Bedoya Forno
ESPECIAL
/FESTIVAL AL ESTE
Abel Ferrara
The Driller Killer (1979)
Los inicios en el cine de Ferrara (quien antes había dirigido unos cortometrajes y un filme porno) son como buena parte de su cine: contra la corriente y pateando la puerta. The Driller Killeres la historia de un artista que comienza a asesinar vagabundos en Nueva York. Su sugestiva violencia y sus encuadres subjetivos la han convertido en un clásico del cine gore.
El rey de Nueva York (1990)
Esta película criminal, de complicada trama, destaca más que nada por su estilo desatado, violento: Ferrara plantea una historia de gángsters, hecha con energía. Los personajes entran en una vorágine trágica de perdición que parece no tener fin, incluso cuando buscan alguna forma de arrepentimiento y redención.
Teniente corrupto (1992)
Ferrara plantea en esta película una historia particular: la de un policía cuyos excesos lo vuelven tan o más peligrosos que los delincuentes que persigue. A esa combinación, el director le agrega una fuerte dosis de culpa católica, lo que da como resultado un filme duro y desolador. Las líneas entre el bien y el mal resultan totalmente borrosas e imperceptibles. Vale la pena seguirla con la película de nombre similar de Werner Herzog, con un exaltado Nicolas Cage.
La adicción (1995)
Esta película de vampiros, hecha con un presupuesto bajísimo, gana puntos por su estilo visual gótico y contrastado: Ferrara filma una ciudad de Nueva York sombría, expresionista y por momentos fuertemente barroca. Las reflexiones intelectuales sobre la culpa y el sentido de la vida -y de la muerte)- resultan un poco forzadas y discursivas; aunque son el preámbulo para un final sorprendente como pocos.
Welcome to New York (2014)
La inmensidad (actoral y física) de Gérard Depardieu es aprovechada por Ferrara para hacer una representación del escándalo sexual de Dominic Strauss-Kahn, político francés que parece sacado de la mente del cineasta. La primera parte del filme es Ferrara en su máximo esplendor: sexo, alcohol y drogas consumidas por un Depardieu balbuceante en una espiral de excesos sin freno. La segunda parte retrata la culpa, uno de los temas predilectos del director, aunque vuelve todo demasiado discursivo.
Tsai Ming Liang
Rebeldes del Dios Neon (1992)
La primera película del malayo radicado en Taiwán retrata el cambio generacional de una sociedad: un grupo de jóvenes recorren Taipei, mirando su modernidad y tratando de encontrar, en medio de esa vorágine, un lugar en el mundo. El contraste entre el neón y el color de la ciudad, con el silencio y la soledad íntima de los personajes genera una melancolía que cala hondo.
El río (1997)
Obra maestra total. La película se centra en la historia de un joven que, de pronto, comienza a sufrir un dolor punzante en el cuello. Su padre, quien va de sauna en sauna en busca de encuentros sexuales, trata de ayudarlo. Pero la historia es lo de menos, lo que importa es ver a los personajes en su cotidianidad: cómo comen, cómo deambulan, cómo tratan de llenar su soledad en medio de una desazón que parece no tener sentido, y que se expresa en una lluvia atroz que no para. Pocas películas más tristes y bellas que esta.
¿Qué hora es allí? (2001)
La soledad es el tema principal de la obra de Tsai Ming-liang. En ¿Qué hora es allí? lo expresa en base al concepto del tiempo: la soledad de un chico y una chica, tanto en Taipei como en París, se va estableciendo en base a encuadres largos y pausados, Nos vamos haciendo conscientes del paso del tiempo como una condena, como algo de lo que no podemos escapar.
Goodbye, Dragon Inn (2003)
Un viejo cine. La última función. Los últimos espectadores. Todos ellos con expectativas distintas pero unidos por un sentimiento de soledad. Los pasillos del cine se convierten en espacios invadidos por fantasmas, los propios personajes que acaso quieren una última forma de conexión, un último abrazo, algo que les permita sobrellevar el futuro incierto. La película es el canto de una era que se termina: la de los viejos cines y su belleza. En tiempos de pandemia resuena mucho más.